América Latina atraviesa momentos difíciles y cada vez parece más lejana la posibilidad de una unidad regional, aunque se la reconozca como necesidad imperiosa. Así quedó evidenciado en la XXVIII Cumbre Iberoamericana realizada en Santo Domingo, que tuvo como lema: "Juntos por una Iberoamérica justa y sostenible".
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América Latina atraviesa momentos difíciles y cada vez parece más lejana la posibilidad de una unidad regional, aunque se la reconozca como necesidad imperiosa. Así quedó evidenciado en la XXVIII Cumbre Iberoamericana realizada en Santo Domingo, que tuvo como lema: "Juntos por una Iberoamérica justa y sostenible".
En el pronunciamiento final no hubo condena a la invasión de Rusia sobre Ucrania, porque no lo admitieron Venezuela, Cuba y Nicaragua. Mientras en el mundo se acelera un reordenamiento global, y aún es imprevisible cómo se distribuirá el poder en las próximas décadas, América Latina corre el riesgo de retroceder en su posicionamiento internacional y de profundizar su dependencia con respecto a los países desarrollados y las potencias emergentes.
La fragmentación es una característica de nuestra región. Los proyectos de integración se empantanaron por la debilidad económica, las diferencias ideológicas y por la imposibilidad de unificar criterios diplomáticos para defender los intereses comunes.
La desproporción entre las economías de Brasil y México en relación del resto de los países genera diferencias de intereses y estrategias que van mucho más allá de los discursos ideológicos. Los autoritarismos de distinto signo alteran los procesos de democratización y la consolidación de los derechos humanos. Al mismo tiempo, el atraso industrial, la economía informal, la pobreza, el deterioro laboral y el crimen organizado afectan a todos los países y generan un clima de protesta social y debilitamiento de las instituciones.
El Panorama Social 2022 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe informa que 201 millones de personas (32,1%) viven en situación de pobreza en la región, de los cuales 82 millones (13,1%) se encuentran en pobreza extrema. También advierte que "el apagón educativo" por la pandemia exacerbó las desigualdades en el acceso a la tecnología y a la educación de calidad.
Los 22 países miembros estuvieron representados, incluso España, con la presencia del rey Felipe IV y el presidente Pedro Sánchez. Faltaron el mexicano, Andrés Manuel López Obrador y el brasileño, Lula da Silva, presidentes de las dos economías más fuertes de América Latina. Tampoco asistieron mandatarios de países que atraviesan momentos muy críticos, en especial, Nicolás Maduro y Daniel Ortega.
El presidente Alberto Fernández se encontró con Gabriel Boric, de Chile, y con Guillermo Lasso, de Ecuador, con quienes tuvo roces diplomáticos, aunque no hubo novedades al respecto.
La cumbre estableció acuerdos sobre seguridad alimentaria, cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación. También aprobó la Carta de Principios y Derechos Digitales Iberoamericana.
Es significativo el Comunicado Especial sobre Arquitectura Financiera Internacional, para avanzar hacia un sistema más justo, inclusivo y flexible para asistir a los países iberoamericanos en la transición energética, la adaptación climática y la lucha contra la desigualdad. En ese contexto, Fernández en su intervención pronunció un discurso muy crítico hacia el Fondo Monetario Internacional.
Los resultados de la Cumbre no pasan de las buenas intenciones, pero la reunión ilustra sobre el progresivo retroceso de la región y sobre los riesgosos coqueteos de algunos países con China y sus aliados.
América Latina -y Argentina en particular- son objetivo de las potencias de cualquier signo, porque tiene reservas energéticas, mineras, alimentarias, potencial tecnológico y una posición geográfica estratégica. Entre tanto, en Europa se libra una guerra entre sistemas, cuyos alcances y desenlace son hoy impredecibles. La prudencia y la sabiduría son esenciales para quienes tienen poder de decisión. No hay espacio para jugar a dos puntas.
Por eso, cuando se reúna con el presidente Joe Biden el miércoles, Alberto Fernández deberá definir claramente y sin ambigüedades su posición y la de su gobierno con respecto a las relaciones de Argentina con EEUU, China, Rusia y los demás actores del reordenamiento global.