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La lucha por el agua y el mar

Martes, 28 de marzo de 2023 02:51

Analizando la celebración Día Mundial del Agua para la vida, el 22 de marzo, fecha tan significativa para toda la humanidad y que fuera instituida en 1992 por las Naciones Unidas, por su proyección universal y su condición de sustento vital e imprescindible, nos introducimos internacionalmente en el dramático caso de Bolivia, que intenta ahora anular la canalización del río Silala, que vierte naturalmente en su cuenca parte del caudal a Chile, incrementado por una infraestructura efectuada por una empresa ferroviaria inglesa durante 1908, mientras paralelamente la Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminara en 2022, que se trata de un río internacional cuyas aguas deben beneficiar a ambos países.

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Analizando la celebración Día Mundial del Agua para la vida, el 22 de marzo, fecha tan significativa para toda la humanidad y que fuera instituida en 1992 por las Naciones Unidas, por su proyección universal y su condición de sustento vital e imprescindible, nos introducimos internacionalmente en el dramático caso de Bolivia, que intenta ahora anular la canalización del río Silala, que vierte naturalmente en su cuenca parte del caudal a Chile, incrementado por una infraestructura efectuada por una empresa ferroviaria inglesa durante 1908, mientras paralelamente la Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminara en 2022, que se trata de un río internacional cuyas aguas deben beneficiar a ambos países.

Este caso revela la magnitud del manejo político institucional de ciertos países para detentar dominio efectivo del líquido elemento, sustancial para la vida del hombre.

Al respecto, el 23 de marzo, Día del Mar Boliviano, en el que se recuerda y denuncia la invasión chilena de 1879, usurpando territorio y salida natural al Pacífico de ese país, el actual gobierno del presidente Arce intenta desmantelar ahora dicha canalización hídrica, restaurando los caudales de la cuenca en aprovechamiento íntegramente de las aguas del Silala para sus habitantes.

Este marco escénico de geoestrategia tiene su origen en la invasión de Chile a Bolivia, en la Guerra del Pacífico o del Salitre, librada por Bolivia y Perú contra Chile entre 1879-83. Estaba en juego el manejo de los recursos naturales, de los nitratos como abono y de la plata y el guano, todo con la avidez del imperialismo inglés de aquellos tiempos. El enfrentamiento de los tres gobiernos sudamericanos por la amplia zona rica en minerales y abonos naturales dejó como saldo más empobrecidos a sus pueblos, en razón de la transferencia de la riqueza obtenida a mano extranjera.

En 1866 Bolivia y Chile acordaron sus fronteras para el primer país con el Desierto de Atacama y su salida al mar. Pero al tratar de elevar los impuestos a los que tenía derecho territorialmente Bolivia, Chile invadió militarmente la zona y el Puerto de Antofagasta. Perú apoyó a Bolivia y, sintetizando, la escuadra naval chilena vencía a la peruana, invadiendo el ejército de Chile posteriormente el sur del Perú y Lima.

Así, el 1883 el ejército chileno controló no solo Atacama boliviano, sino también Arica y su puerto, al norte, aunque Bolivia mantendría libre circulación marítima por el Tratado de Ancón, tornándose Chile dueño de grandes y cuantiosos recursos naturales. La pérdida del Puerto de Antofagasta significó a Bolivia la total desconexión con el mercado internacional. Esta herida permanece aún abierta para toda Latinoamérica y la OEA, y sigue supurando…

Retornando al caso del río Silala, Bolivia ofrece a cambio un diálogo bilateral en el que Chile acepte negociar su salida al mar, a lo que Santiago se niega aduciendo que se trata de intento de chantaje. Este hecho diplomático complica aún más la crítica actual situación de la frontera norte chilena, visitada recientemente por el presidente Boric, en la que el Ejército chileno intenta impedir por la fuerza el masivo ingreso del éxodo venezolano en ese territorio, por causal de la índole política respectiva.

Estos hechos complican más a Bolivia, puesto que fuera de su crítica situación económica actual, no le es permitido avanzar mejor en el manejo de su política exterior, tratando de recuperar su tan ansiada y justa salida marítima, obstruida por la fuerza por Chile y a lo que ni la OEA ni la ONU ni la Corte Internacional de Justicia de La Haya jamás lograron encontrar una solución equitativa.

 

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