Gabriela Cerruti atraviesa un momento personal que podría definirse como un “nuevo capítulo”. Sin abandonar su identidad de periodista, docente, escritora y fundadora de La Revolución de las Viejas, se reconoce en plena exploración de otro territorio, el del equilibrio emocional. Este jueves 4, a las 19.30, en la Usina Cultural, será una de las voces invitadas a Bienestar 50, un encuentro organizado por Colmena SAS para pensar en comunidad los desafíos de la vida después de los 50.
Cerruti disertará sobre un tema que se volvió central en la agenda contemporánea, "la soledad no deseada". Y no solo lo hará desde la teoría, sino también desde una inquietud personal que la atravesó antes incluso de la pandemia. “Yo más que tomarlo como una búsqueda espiritual, empecé -a partir de un video mío- a preguntarme qué iba a pasar a partir de los 60 años. A esa edad la sociedad suele poner un punto final. Jubilación, invisibilidad, prejuicios sobre la vejez”, contó en diálogo con El Tribuno.
Esa pregunta fue precisamente el origen de su libro “La revolución de las viejas”, un movimiento y un trabajo extenso junto a organizaciones nacionales e internacionales alrededor de lo que define como “la nueva longevidad”. Allí surgió la certeza de que hoy vivimos más tiempo, y ese tiempo extra requiere de un proyecto, una red y de compañía. “La ciencia dice que después de los 60 tenemos un tercio más de vida. Entonces, ¿qué hacemos con esa vida? Las mujeres ya decidimos que no queremos repetir el libreto de siempre, casarse a los 20, tener hijos y a los 70 cuidar nietos. No es lo que va a pasar”, afirmó.
Esa reflexión la llevó a una pregunta crucial: ¿Con quién vamos a compartir los próximos años? No se trata –aclaró- de pareja o familia como única vía. “No queremos ser una carga para los hijos ni terminar en un geriátrico. Queremos seguir saliendo, jugando, comunicándonos. Pero la sociedad moderna tiende a aislarnos. Los jóvenes viven solos, sin contención, y eso afecta la salud mental”, señala. Para Cerruti, ese aislamiento se convirtió en una de las grandes amenazas de este siglo. La soledad no elegida es la mayor pandemia de salud mental”.
En el mundo abundan ejemplos dramáticos. “En España encontraron a un hombre que estuvo meses, años muerto en su casa. Entonces surge una pregunta angustiante: ¿quién se va a enterar si me pasa algo? ¿Quién se preocupa si no aparezco?”, plantea. Para ella, ese grito silencioso es un llamado urgente a reconstruir comunidad y superar la falsa sensación de conexión que deja la tecnología. “Hay que pasar de la conectividad a la conexión. La tecnología da la idea de que estamos acompañados, pero no es real. Falta la emoción, abrazos, una mirada, una caricia, falta lo real”, explicó.
"La salida es colectiva"
En ese camino, Cerruti sostiene que la salida es colectiva y es a través de redes, grupos, amistades y de proyectos compartidos. “La construcción de comunidad es la forma de compartir lo que nos pasa. Yo tuve parejas, tuve hijos… y muchas veces querés estar sola, pero eso es un día. Cuando eso se transforma en todos los días, la cosa cambia”, reflexionó.
El aislamiento, agregó, no solo afecta los vínculos: “Estar encerrado genera neurosis, enfermedades del encierro. La tele te convence de que todo es peligroso y el afuera da miedo. Es un círculo vicioso que hay que romper para transformarlo en virtuoso”.
Este momento personal también la encuentra lejos de los espacios de poder donde fue figura pública, especialmente durante la gestión del expresidente Alberto Fernández. “Yo me empecé a alejarme del poder antes de la pandemia, desde mi libro. Aún antes de lo que muchos creen. Nunca me sentí cómoda allí. A mí me mueve la curiosidad, no la pasión por el poder. Me gustan las orquídeas, leer y los proyectos con propósito. Quiero trabajar para que vivamos muchos años, pero felices. Eso me aleja bastante del poder. Nada está asegurado; los que creen que sí, son patéticos”, señaló.
Hoy, Cerruti prefiere pensar el futuro multiplicando redes y abrazos. Este jueves, en Bienestar 50, invitará al público a hacer lo mismo, a romper la soledad no deseada y volver a vivir en comunidad.