PUBLICIDAD

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
21°
25 de Noviembre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

El desafío de la excelencia: virtudes y urgencias

El jueves pasado, la Orquesta Sinfónica de Salta y el Estudio Coral Salta ofrecieron un concierto a beneficio del Hospital San Bernardo.
Martes, 25 de noviembre de 2025 22:50
La Orquesta Sinfónica de Salta y el Estudio Coral Salta ofrecieron un concierto a beneficio del Hospital San Bernardo. Fotos redes OSS
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

por Flavio Gerez*, Dr. en Física y músico

_______________

El jueves 20 de noviembre pasado, asistí al concierto sinfónico-coral que ofreció la Orquesta Sinfónica de Salta, que dirige el maestro Jorge Mario Uribe, junto al Estudio Coral de Salta, dirigido por el maestro Luciano Garay en el Teatro Provincial. Un concierto a beneficio del Hospital San Bernardo.

En la primera parte, la orquesta, en solitario, abordó la Sinfonía en Do Mayor Hob. I:69 "Laudon" de Franz Joseph Haydn (1732-1809) con una aproximación que invita a una profunda reflexión. La obra, compuesta en un período de transición en la vida del compositor, exige una dirección que equilibre la claridad estructural con la energía rítmica y la luminosidad tímbrica que la caracterizan. La interpretación del maestro Uribe privilegió una notable estabilidad formal y un sonido compacto, lo que permitió apreciar la sólida estructura formal y el balance interno de cada uno de los cuatro movimientos de la sinfonía. No obstante, esta lectura, quizás excesivamente prudente, pareció eludir parte del carácter festivo y la chispa vital inherentes a la partitura. Especialmente el tratamiento de los motivos con notas repetidas, un elemento unificador crucial, resultó meticuloso, incluso exquisito a nivel tímbrico, pero carente de la agilidad y el brillo necesarios para destacar el ingenio haydniano. Los vientos de madera y los metales, si bien correctos, se integraron en un todo sonoro donde primó una homogeneidad dinámica excesiva, desdibujando los contrastes que articulan esta obra. El público, devoto e incondicional como siempre, reconoció el esfuerzo y la solvencia de la formación con calurosos aplausos incluso entre los movimientos de la obra. En definitiva, una versión, en mi opinión, respetable y coherente, pero que dejó traslucir una cierta reticencia a explorar matices más jubilosos y desenfadados, sellos indiscutibles del gran compositor austríaco.

Para la segunda parte del concierto tuvimos un programa de notable ambición, que reunió tres obras del repertorio sinfónico-coral con elementos estilísticos y dramáticos bien definidos: el poema sinfónico "Finlandia" de Jean Sibelius (1865-1957), el etéreo "Coro a Bocca Chiusa" de la ópera Madama Butterfly de Giacomo Puccini (1858-1924) y las vibrantes Danzas Polovtsianas de la ópera El Príncipe Igor de Aleksandr Borodín (1833-1887). Una segunda parte que, sin duda, suscita una profunda reflexión sobre las posibilidades expresivas de nuestros elencos públicos.

La versión de "Finlandia" que incluye coro impone desde su inicio una demanda sonora de enormes proporciones. La obra de Sibelius, concebida como un grito de independencia nacional, requiere una precisión estructural en la construcción de sus contrastes: desde los sombríos acordes iniciales que simbolizan la opresión hasta el himno triunfal que emerge como un amanecer victorioso. La orquesta abordó esta partitura con un loable ímpetu, logrando momentos de indudable brillantez en los tutti del Allegro. No obstante, se hizo patente cierta dificultad en el manejo de las transiciones dinámicas, esos delicados puentes que Sibelius construye a partir de la dualidad desesperación/esperanza. La textura sonora, en ocasiones, mostró desequilibrios, con las maderas luchando por proyectar su melancólico lirismo frente a la rotundidad implacable de los metales. El coro, por su parte, afrontó con valentía su intervención final, aunque hubiera beneficiado una mayor integración con el tejido orquestal para que su contribución alcanzara esa cualidad hímnica y colectiva que la obra requiere. Fue una interpretación que, pese a sus logros, dejó entrever la complejidad de una partitura que exige no solo potencia, sino una sutilísima regulación emocional.

El momento quizás más contemplativo de la noche llegó con el famoso Coro a Bocca Chiusa de Madama Butterfly. Puccini eleva aquí la técnica del canto con la boca cerrada a una potencia dramática suprema, creando una atmósfera de espera suspendida en el tiempo, un instante de pura introspección sonora. El Estudio Coral de Salta abordó este desafío con una discreción encomiable, buscando ese sonido velado y nostálgico que debe flotar por sobre la orquesta. La concepción general mostró una comprensión del efecto que Puccini buscaba. Sin embargo, la ejecución técnica de este pasaje, que requiere un control absoluto del flujo de aire y una colocación vocal perfectamente unificada, se presentó con ciertas irregularidades. La homogeneidad del timbre, esencial para evocar esa sensación de murmullo lejano, no se sostuvo de manera consistente, y el balance con la orquesta, que debe ser un susurro armónico, fluctuó, perdiendo en algunos instantes esa magia etérea que caracteriza a este interludio. Es un pasaje de una enorme dificultad, donde la simpleza aparente esconde un virtuosismo de la contención, y que invita a una profundización en los aspectos más técnicos de la emisión vocal.

El cierre del programa con las Danzas Polovtsianas de Borodín prometía una explosión de color y energía. Es una partitura que celebra el exotismo y el vigor rítmico, una sucesión de cuadros danzantes que exigen una precisión rítmica férrea y una orquestación colorista y equilibrada. La orquesta desplegó aquí su mayor potencia, con los metales y la percusión aportando el carácter festivo y primitivo que la música sugiere. El coro se sumergió en los textos con evidente compromiso, entregándose a la celebración del Khan Konchak. No se puede negar la energía comunicativa que logró proyectar. Sin embargo, fue precisamente en esta entrega donde se hicieron más evidentes ciertas carencias en la preparación del ensamble. La coordinación entre coro y orquesta no siempre fue óptima, resultando en pasajes donde la sincronización se resintió, particularmente en los cambios de tempo y en la complejidad rítmica que caracterizan las danzas en general. La textura coral, en los momentos de mayor densidad orquestal, tendió a difuminarse, perdiendo la claridad textual y la fuerza expresiva que debería cortar con nitidez a través de la masa sonora de la orquesta.

El concierto en general demostró el compromiso y el esfuerzo de ambas formaciones por abordar un repertorio de cierta exigencia. El público, insisto, devoto e incondicional como siempre, reconoció con calurosos aplausos de pie este esfuerzo, como testimonio del valor que la comunidad otorga a sus instituciones culturales públicas. Cabe reflexionar, no obstante, que el camino hacia la excelencia en la interpretación del gran repertorio sinfónico-coral está pavimentado con una rigurosa atención al detalle, una minuciosa preparación técnica y una búsqueda incansable del equilibrio sonoro ajustado al estilo de cada compositor.

Los maestros Jorge Mario Uribe y Luciano Garay dirigieron las formaciones.

Este concierto, más que un punto de llegada, debería ser visto como un hito significativo en ese viaje continuo de crecimiento artístico. Las obras seleccionadas, por su profundidad y sus específicas demandas, sirven como un espejo que refleja tanto los logros alcanzados como el muy vasto territorio que aún queda por explorar.

__________

* Miembro de la Asociación de Críticos Musicales de la Argentina.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD