Esta quedará marcada como uno de los momentos más emotivos en la historia reciente de la Iglesia. El funeral del papa Francisco reunirá en la Plaza de San Pedro y en distintos puntos de Roma no solo a líderes mundiales y fieles de todo el planeta, sino también a aquellos a quienes el pontífice argentino llamó siempre "los preferidos de Dios": los pobres, los migrantes, los sin techo, los presos, las personas transgénero y los olvidados de la sociedad.
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Esta quedará marcada como uno de los momentos más emotivos en la historia reciente de la Iglesia. El funeral del papa Francisco reunirá en la Plaza de San Pedro y en distintos puntos de Roma no solo a líderes mundiales y fieles de todo el planeta, sino también a aquellos a quienes el pontífice argentino llamó siempre "los preferidos de Dios": los pobres, los migrantes, los sin techo, los presos, las personas transgénero y los olvidados de la sociedad.
En un gesto profundamente simbólico y coherente con todo su pontificado, un grupo de unas cuarenta personas vulnerables tendrá un lugar destacado en la ceremonia. Según confirmó la Comunidad de San Egidio, que organizó su participación, estarán presentes refugiados sirios que Francisco llevó personalmente desde los campos de Lesbos en 2016, migrantes llegados a través de corredores humanitarios, personas que hallaron cobijo en el Palacio Migliori —el edificio próximo al Vaticano que el papa transformó en refugio para personas sin hogar en 2019— y ciudadanos sin recursos asistidos por las redes de caridad de la Iglesia.
La despedida no se limitará a la Plaza San Pedro. Tras la ceremonia, el cuerpo del pontífice será trasladado en un cortejo fúnebre que recorrerá unos seis kilómetros atravesando el corazón de Roma, siguiendo en parte la antigua Via Papalis. El trayecto culminará en la Basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco será enterrado junto a la venerada imagen de la Virgen Salus Populi Romani, a la que profesaba una devoción entrañable.
En las escalinatas de esta histórica basílica, otro grupo especial lo estará esperando: los últimos de los últimos. Allí estarán los pobres, los prisioneros, las familias vulnerables, los migrantes y una representación de personas transgénero, todos con una rosa blanca en sus manos, símbolo de gratitud y amor. "Es como si sus hijos lo acompañaran en sus últimos pasos hacia la Casa del Padre", explicó conmovido monseñor Benoni Ambarus, secretario de la Comisión Episcopal Italiana para las Migraciones.
La Santa Sede subrayó en un comunicado que "los pobres tienen un lugar privilegiado en el corazón de Dios" y también en el corazón y en la enseñanza del papa Francisco, quien eligió su nombre precisamente para recordar siempre a los más necesitados.
La historia personal de muchos de estos participantes refleja la huella indeleble que dejó el papa argentino. Algunos son presos de la cárcel de Rebibbia, donde Francisco celebró uno de sus gestos más simbólicos: abrir una Puerta Santa en plena penitenciaría, transformando el lugar de encierro en una catedral de esperanza. Otros son migrantes que conocieron al papa en visitas pastorales o a través de los programas de acogida impulsados por la Iglesia. También hay historias como la de una mujer transgénero que, con apoyo de Cáritas, firmó su primer contrato de trabajo y encontró dignidad y futuro.
"Muchos de ellos sienten hoy una profunda orfandad", contó monseñor Ambarus. "Me escribieron diciendo: 'Nos sentimos huérfanos de padre', pero también me dijeron que seguirán aferrados a la esperanza que Francisco les enseñó a abrazar".