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El presidente francés, Emmanuel Macron, sufrió ayer un nuevo golpe político tras la caída de François Bayrou, su cuarto primer ministro en menos de dos años.
Bayrou, de 74 años, presentó su dimisión tras perder la votación de una moción de confianza en la Asamblea Nacional, donde obtuvo 194 apoyos frente a 364 votos en contra. El veterano centrista se convierte así en el primer jefe de Gobierno de la V República en ser derrocado por este mecanismo parlamentario, apenas nueve meses después de haber asumido en Matignon.
La moción fue convocada por el propio Bayrou, decidido a someter a la cámara su diagnóstico sobre la delicada situación de las finanzas públicas. Con un tono sombrío, advirtió de que la deuda francesa asciende ya a 3,4 billones de euros y denunció la "adicción" del país al gasto público. Reclamó un recorte de 44.000 millones de euros en los presupuestos de 2026, argumentando que "el destino de los franceses está amenazado". Sin embargo, sus palabras no convencieron a una oposición que se unió en bloque para tumbar al Ejecutivo.
En el hemiciclo, tanto la extrema derecha como la izquierda lo acusaron de falsas promesas y de servir de sostén a un Macron cada vez más debilitado. Desde el Partido Socialista, Boris Vallaud sostuvo que "ahora le toca a la izquierda gobernar", en referencia a los resultados de las legislativas de 2024. La presidenta del grupo ecologista, Cyrielle Chatelain, exigió a Macron aceptar una cohabitación y designar a un primer ministro del Nuevo Frente Popular. En paralelo, Marine Le Pen reclamó la disolución inmediata de la Asamblea y elecciones legislativas anticipadas, mientras Mathilde Panot, líder de La Francia Insumisa, fue más lejos y pidió directamente la dimisión presidencial.
El panorama político se complica para Macron, quien ya ha visto desfilar por Matignon a Elisabeth Borne, Gabriel Attal, Michel Barnier y ahora François Bayrou desde el inicio de su segundo mandato en 2022.
Todas las miradas apuntan ahora al Palacio del Elíseo. Macron deberá decidir si opta por nombrar a un nuevo primer ministro o si, presionado por la oposición y por el creciente malestar social, convoca elecciones anticipadas. Lo cierto es que Francia se adentra en una etapa de gran incertidumbre política, con un Ejecutivo debilitado y un Parlamento dividido que augura nuevas turbulencias en los meses venideros.