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El país posee recursos minerales que despiertan el interés de las potencias. La clave no está en repetir viejos esquemas ni en forzar una industrialización apresurada, sino en diseñar políticas inteligentes que conviertan a estos minerales en una verdadera palanca de desarrollo nacional.
En un artículo reciente publicado en Modern Diplomacy titulado "Raw Power: How the Global South Can Leverage the Critical Minerals Race", Cullen Hendrix y Morgan Bazilian analizan cómo los países del Sur Global pueden reposicionarse en la competencia mundial por minerales estratégicos. Su planteo es claro: en un escenario donde Estados Unidos, Europa y China aplican cada vez más subsidios, restricciones y políticas proteccionistas para asegurarse el acceso a recursos clave, los países que poseen dichos minerales tienen la oportunidad de redefinir su rol si aplican políticas inteligentes y evitan reproducir viejas dinámicas de dependencia.
La advertencia que dejan es precisa: medidas extremas como prohibiciones de exportación suelen ser contraproducentes porque aíslan a los países de los circuitos globales. En cambio, lo que resulta eficaz es la aplicación de instrumentos más finos: impuestos selectivos, licencias condicionadas, regulaciones graduales que permitan capturar mayor renta y exigir cierta participación local, sin romper con la globalización. Al mismo tiempo, subrayan que no conviene apostar exclusivamente a un solo bloque geopolítico, ya sea Occidente o Asia. La verdadera fortaleza surge de diversificar alianzas y promover competencia entre los distintos actores interesados en nuestros recursos, porque es esa rivalidad la que puede mejorar las condiciones de inversión y participación en la cadena de valor.
Este enfoque resulta particularmente útil para pensar la posición de Argentina. El país no solo cuenta con litio, sino también con cobre, oro, plata y otros recursos estratégicos que serán fundamentales en la transición energética global. El debate sobre el valor agregado no debería limitarse a la idea de instalar fábricas de baterías o industrias de punta de manera inmediata. La experiencia de Australia ofrece una enseñanza: a partir de sus ventajas competitivas en minería y metales, consolidó primero su posición como proveedor confiable y, sobre esa base, desarrolló servicios asociados, ingeniería de procesos, investigación aplicada y un ecosistema de proveedores que con el tiempo le permitió sofisticar su estructura productiva.
Para Argentina, el desafío está en utilizar sus recursos naturales como una palanca de desarrollo nacional. Esto implica fortalecer las industrias de soporte, garantizar una mayor participación local, construir capacidades tecnológicas y de servicios alrededor de la minería, y a partir de allí escalar gradualmente hacia actividades más intensivas en conocimiento.
Conclusión
Argentina tiene hoy nuevamente como se plantea desde hace años, una oportunidad de un actor con peso propio en la transición energética global. Para lograrlo no alcanza con discursos sobre baterías o grandes industrias aún lejanas; se necesita asegurar reglas claras, fortalecer proveedores locales, crear capacidades tecnológicas y negociar desde la fortaleza que otorga poseer recursos estratégicos en un mundo ávido de ellos. La diferencia entre ser periferia o protagonista dependerá de nuestra capacidad de transformar nuestros minerales en una fuente de poder económico y político sostenido.