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“Lo que encontramos en cada inspección nunca deja de sorprendernos”, afirma la bromatóloga Analía Luna, al describir la realidad que enfrenta su equipo del servicio municipal de Bromatología. Entre las irregularidades detectadas figuran lácteos con fechas de vencimiento alteradas y vendidos como “ofertas”, uso indiscriminado del prohibido bromato en panaderías, y productos de alto riesgo para la salud, como carnes tratadas con sustancias para disimular el olor de la putrefacción.
“Llegar a este nivel de falta de conciencia y consideración hacia los clientes es alarmante”, advierte Luna. Las tareas de control -muchas veces vistas por los comerciantes como “la parte mala de la película”- son, en realidad, una de las labores menos visibles pero más cruciales para cuidar la salud pública. Las infracciones, decomisos y clausuras son consecuencia de la reincidencia en estas prácticas repudiables.
El foco: los alimentos que ingresan desde Bolivia
Según Luna, el principal desafío en los últimos tiempos es impedir la venta de alimentos que ingresan ilegalmente desde Bolivia, favorecidos por el tipo de cambio. Estos productos, que se comercializan tanto en barrios como en el centro de la ciudad, no cumplen con las disposiciones del Código Alimentario Nacional.
“El mayor peligro está en los alimentos frescos como carnes, lácteos, frutas, verduras y huevos. En las inspecciones, lo que corresponde es desecharlos; no se pueden dejar a la venta”, explicó a El Tribuno.
La interrupción de la cadena de frío durante el transporte ilegal -especialmente en carnes y lácteos- multiplica los riesgos. “Una intoxicación con estos productos puede poner en riesgo la vida de niños, ancianos o personas con enfermedades preexistentes. El ahorro que creemos obtener se pierde con lo que gastamos en medicamentos y el sufrimiento que provoca tener un familiar enfermo”, advirtió la funcionaria.
Riesgos también en comercios locales
Comprar productos en comercios argentinos tampoco es garantía absoluta. Luna señaló que el uso de bromato -considerado cancerígeno- en el pan, o de químicos para “limpiar” carnes en mal estado, sigue siendo una práctica habitual para algunos. “Hay empleados que llevan años cambiando fechas de vencimiento en lácteos para venderlos como ofertas. Lo hacen de forma automática, sin tomar conciencia de que es un hecho grave”, lamentó.
Otra práctica detectada es que algunos comerciantes desenchufan las heladeras por la noche para “ahorrar” electricidad. “Al día siguiente, hasta que la temperatura vuelve a ser óptima, los productos están en riesgo. Debemos entender que estas costumbres deben terminar”, insistió.
Finalmente, Luna dejó un mensaje contundente:“¿Quién le daría conscientemente una hamburguesa hecha con carne en mal estado a un anciano, o un yogur vencido a un bebé? Pienso que nadie. Por eso debemos ser más cuidadosos con lo que consumimos y tomarnos el tiempo de verificar lo que compramos. Las consecuencias pueden ser gravísimas”.
Las palabras de la jefa de Bromatología de Tartagal invitan a reflexionar. Lo que se denuncia en esta ciudad no es un problema aislado: es probable que se repita en muchos otros lugares del país.