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Manifestantes exigieron al gobierno de Miguel Ragone a poner la bandera a media asta, en la Casa de Gobierno.
En la nota del domingo pasado contamos que para el 26 de septiembre de 1973, la CGT Salta programó dos actos en memoria de José Ignacio Rucci: una misa en San Francisco y una marcha de silencio.
Cumplido el oficio religioso a las 11 de la mañana, comenzó en Caseros y Córdoba la marcha de silencio, que fue cubierta por El Tribuno a través del desaparecido periodista Nelson Rojas.
Al frente iban los secretarios generales sindicales. Portaban una corona de flores que depositarían en la CGT. La manifestación, al pasar frente a la Casa de Gobierno (Mitre 23), protestó porque la bandera de la gobernación no estaba a media asta. Los ocupantes de los balcones, respondieron con groserías. Mario Amelunge (UOM) recuerda que los provocaron e insultaron. Pese a ello, continuaron por Alberdi, Urquiza y Buenos Aires. Y al llegar a la CGT, en lugar de hacerse el acto programado, los manifestantes siguieron hacia la Casa de Gobierno. Sus cabecillas subieron las escaleras gritando: “Ni yanquis ni marxistas, peronistas”. En el interior, increparon a los funcionarios presentes -entre ellos el ministro de Gobierno Pfister Frías-, por las provocaciones, por la ausencia de las autoridades en la misa y por la bandera. Enrostraron a Pfister el hecho de que, mientras el gobierno de Ragone había adherido al duelo por la muerte del presidente Salvador Allende de Chile, dando asueto a la administración pública, aquí por el asesinato de Rucci ni se inmutaban. Y mientras unos discutían con Pfister Frías, otros subieron al Salón Blanco y colocaron la bandera a media asta con un crespón negro. En el balcón colgaron la corona de flores con la cinta que decía “Al compañero José Ignacio Rucci. CGT Salta”. Esto fue festejado por los que permanecían en la plaza.
Poco después, los gremialistas Ramón Greco, David Lescano y Miguel Ramos pidieron hablar con Ragone. Este de inmediato los recibió junto al presidente de la Cámara de Diputados, Abraham Rallé, y Gerardo Bavio, intendente capitalino. Allí reiteraron sus reclamos y reprocharon la presencia de infiltrados en el gobierno peronista.
Exigencias
Luego de la reunión, Ragone habló con los periodistas y les dijo: “Estas son exteriorizaciones de los que están conmovidos por la muerte de Rucci, un hecho que todos deploramos. Están molestos porque no pusimos la bandera a media asta, pero ocurre que no tenemos instrucciones al respecto”. Y finalizó: “Esto quedará superado enseguida. Aquí hay que superar todo esto y ponerse a trabajar”.
Los gremialistas, a su vez, habían ocupado el salón del entrepiso y deliberaban. A poco, el “panadero” Miguel Ramos declaró: “No vinimos a conversar, sino a exigir la renuncia del gobierno porque está lleno de comunistas”.
A la espera del Ejército
A las 12.45, los sindicalistas volvieron a reunirse y los secretarios generales labraron un acta en la que declaraban que “la Casa de Gobierno estaba ocupada por los trabajadores”. Pidieron además, que la provincia fuera declarada en emergencia y que el jefe de la guarnición local se hiciera cargo transitoriamente de la situación. Luego solicitaron a sus seguidores que no abandonaran el lugar hasta que no arribara el ejército, arma que no apareció ni por asomo.
A las 13.15 llegó a Mitre 23 un camión hidrante, dos carros de asalto de la policía y varios efectivos. Estos, con chorros de agua y gases lacrimógenos, desalojaron a la gente reunida al frente a la gobernación.
Clausura del edificio
Ante la presencia policial, los sindicalistas cerraron la puerta principal del edificio del lado de adentro, pero la policía logró ingresar por la guardia del subsuelo. En el interior, un oficial les dio 5 minutos para que desalojaran, plazo que fue reiterado por el jefe de policía Rubén Fortuny, cuando salió del despacho de Ragone. Como nadie se movía, Fortuny optó por hablar con los gremialistas para luego reingresar al despacho de Ragone, mientras los efectivos permanecían expectantes.
Gestiones de Falú
A las 13.30 llegó a Mitre 23 el diputado nacional Ricardo Falú. Ingresó directamente al despacho de Ragone, con quien estuvo a solas 45 minutos. Y mientras ambos dialogaban, afuera hubo un revuelo. Decían que había llegado un móvil del ejército, pero en realidad sólo se trataba de un desvencijado camión carcelario con una veintena de guardias armados con metralletas. Al frente, llegaba el director de la cárcel, Eduardo Porcel, acompañado por miembros de la JP y la CGT Clasista. Como querían desalojar el edificio por la fuerza, una orden de Ragone los paró: “Porcel debe subordinarse a la policía y los clasistas abstenerse de actos violentos”. A las 14.15 concluyó la reunión entre Ragone y Falú. Después, 15 minutos bastaron al diputado nacional para convencer a los gremialista de que debían desalojar por las buenas el edificio.
Al principio, estos reiteraron los pedidos de renuncia de “Ragone y los comunistas” pero, al final, reinó la cordura. Los ocupantes escucharon a Falú y pidieron garantías personales lo que se les otorgó.
Desalojo con cánticos
El desalojo comenzó a las 14.30 y concluyó a las 16. Los ocupantes salieron en grupos por el subsuelo y por un doble cordón policial llegaron hasta los camiones celulares que luego los dejaron fuera del radio céntrico. Al salir, fueron abucheados por la gente que había llegado a la plaza 9 de Julio en los camiones municipales. Insultaban y repetían: “CGT clasista, la patria socialista”, “Ragone y Perón un sólo corazón”, “Se va a acabar la burocracia sindical”, “Cinco por uno, no va quedar ninguno”, “Compañeros chilenos, no bajen las banderas que Far y Montoneros cruzarán la cordillera”.
Y mientras el edificio era desalojado, la prensa recibió un comunicado: “El Gobierno de la Provincia ha recibido a las 12 horas un radiograma en el que se le comunicaba que se debía poner la Bandera Argentina a media asta y adherirse a las exequias del exdirigente gremial José Ignacio Rucci. Ante ello, el Gobierno de la Provincia dio a conocer el decreto respectivo”. Se trataba del Decreto 1376/73, cuyos fundamentos no aluden a lo que dice el comunicado.
Concluido el desalojo, Ragone salió al balcón del entrepiso y habló a los presentes. Minimizó los hechos y dijo que había sido un problema sin importancia, ya superado. Concluyó pidiendo una desconcentración en orden. Pero mientras Ragone hablaba muy sereno, personas que ocupaban los altos del edificio, prácticamente lo desautorizaron. Repusieron la bandera al tope del asta; sacaron el crespón negro y lo arrojaron a la calle con cintas y flores, elementos que abajo fueron quemados.
Radio Salta, CGT y PJ
El pedido de Ragone de una desconcentración en orden tampoco fue escuchado. Los Clasistas se dirigieron a Radio Salta para coparla pero la policía lo impidió, aunque causaron destrozos. Alegaron que difundía comunicados gremiales y exigieron la lectura de los propios. De Radio Salta, fueron al edificio de la CGT donde ocuparon un ala. Allí permanecieron allí hasta que a las 21.30 Ragone, luego de arduas negociaciones ordenó que desalojaran el edificio y se lo entregaran al jefe de policía Rubén Fortuny. Aceptaron, pero se fueron al Partido Justicialista, que era presidido por Ricardo Falú.
Las consecuencias de los disturbios
La mediación de Ricardo Falú fue decisiva. Impidió un enfrentamiento con consecuencias.
Los disturbios ocurridos en Salta por la muerte de José Ignacio Rucci marcaron la gestión del gobierno del Miguel Ragone.
Días después de lo acontecido en la provincia, los manifestantes desalojados de la Casa de Gobierno, que reclamaban el poco interés del Ejecutivo por la muerte del sindicalista, presentaron la denuncia de los hechos ante el Ministerio del Interior. Una copia de la exposición le fue entregada al gobernador Ragone por el ministro Benito Llambí.
Y poco tardó el jefe de la Policía de la Provincia, Rubén Fortuny, en conocer su contenido, desencadenándose así el luctuoso enfrentamiento con Emilio Pavicevich, que todos lamentamos.