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Los motores que mueven la violencia en el fútbol, desde los tiempos más remotos, son siempre los mismos: la pasión, el dinero y el poder. Y en la historia de Rafael Di Zeo estos tres “principios” fundamentales se complementan perfectamente.
El Rafa, como se lo conoce en la jerga popular, es el barrabrava más carismático y mediático del país. Se convirtió en un auténtico mito que llegó a sobrepasar todas las esferas sociales.
Su tristemente célebre fama explotó tras aquel brutal ataque a un hincha de Chacarita, apodado Pajarito, el 3 de marzo del 99, en la Bombonera durante un partido amistoso entre Boca y el funebrero. Por esa acción, que quedó registrada por las cámaras de TV, fue condenado a cuatro años y tres meses de prisión en 2007.
Di Zeo había comenzado a concurrir a la popular de Boca en 1979 con algunos amigos. Luego, de la mano de Manzanita Santoro (un amigo del barrio), logró ingresar a la barra. Ya en el 83 también se sumó su hermano Fernando Di Zeo y armaron una banda con la que combatían a puño limpio siempre que podían y fueron ganando cada vez más terreno y generando, a la vez, más violencia.
Para consolidar este crecimiento, el Rafa organizó la emboscada a los de Racing el 19 de octubre de 1989. Cuenta la historia que ese día Di Zeo se ganó un lugar al lado de José Barrita (el Abuelo), en el paravalancha de la Bombonera.
Di Zeo es ese tipo de hombres que se suben al tren en el momento justo. Así lo hizo cuando se ganó la confianza del Abuelo y así lo volvió a hacer cuando éste fue a la cárcel y aprovechó esa situación para tomar el mando de La 12. Llegó al poder de la mítica barra xeneize con su hermano Fernando. Juntos, siguieron con el “negocio” de la violencia. Les pedían plata a los jugadores, dirigentes, les cobraban a turistas extranjeros para ver los partidos a lado de ellos y hasta brindaban clases instructivas a hinchas de otros países.
Altanero, prepotente y rodeado siempre de su séquito de marginales, nunca dejó de estar presente en cuanto evento se presentase. Un día le da apoyo a un político, otro a un empresario. Es la ley del mercado, una forma más de ingresos, como cuando tienen que reventar unos piquetes por órdenes de arriba, previo pago, obviamente. Hasta cuando las peñas del interior quieren organizar un acto y contar con un famoso futbolista. El Rafa se los lleva a cambio de una módica cantidad.
Sintiéndose casi tan famoso como el mismo Juan Román Riquelme o Martín Palermo, firma autógrafos y se saca más fotos que nadie con la gente, algo que, lamentablemente, refleja con crueldad a una sociedad confundida en la consideración de sus valores.
La imagen de Di Zeo creció mucho más durante la gestión de Mauricio Macri como presidente de Boca, a fines de los 90. Con los éxitos de aquel equipo multicampeón de Carlos Bianchi, La 12 obtuvo todos los privilegios: aviones pagos a Brasil, Japón o a donde Boca jugara. Alojarse en los hoteles junto al plantel. Molinetes libres en la Bombonera y entradas para reventa, entre otros “beneficios”.
Su amistad con el poder no tuvo ni tiene límites y luego de haber penado tres años en una celda del Complejo Penitenciario de Ezeiza mantiene sus influencias con el gobierno actual.
“Algunos dicen que tengo que ver con Macri, pero no tengo relación con él. Sí reconozco que en las elecciones trabajé para el kirchnerismo en la provincia. Tengo un vínculo con Compromiso K. Pero el Gobierno acá no tiene nada que ver. Es un tema de la hinchada de Boca”, explicó de vuelta en la escena mediática con el claro objetivo de recuperar el mando de la barra, actualmente en manos de Mauro Martín, un examigo al que había iniciado en La 12, hoy su archienemigo.
El encono de ambas facciones disparó las peores previsiones de varias muertes seguras. Al parecer la jueza Carla Cavaliere pensó lo mismo y en virtud de las acusaciones de amenazas y destrozos que pesan sobre ambos barras, les prohibió la entrada a la cancha por lo menos durante lo que queda del año. Solo por ahora la sangre no llegará al río...