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Como fueron los minutos finales

Sabado, 13 de octubre de 2012 12:22
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Callejas y Plata fueron rematados en la frente con un arma 9 milímetros; López con la 7,62 mm.

A las 10.30 del miércoles, los vieron pasar rápido por el último puesto de una empresa petrolera, a 5 kilómetros de donde esperaban los sicarios. Unos campesinos que limpiaban un cerco después de la quebrada fueron los únicos que escucharon los tiros. “Sintieron varias ráfagas de ametralladora cerca de las 11”, contó un oficial. Según fuentes judiciales, el primer disparo buscó detener completamente el Fiat Uno gris, que recibiría más de 35 impactos. Las balas del fusil calibre 7, 62 mm atravesaron las puertas de lado a lado y las que dieron en el marco de las ventanas doblaron el acero como si se tratara de una lata de gaseosa. Las que dieron contra las sorprendidas víctimas dejaron una huella brutal en los cuerpos, sobre todo en los orificios de salida. Otra línea de fuego escupía los proyectiles 9 mm a mansalva dejando más de 30 vainas por el suelo en apenas unos segundos. Esa fue el arma que remató fríamente a Callejas y Plata con sendos tiros a la frente. A López lo había descerebrado la 7, 62 mm.

Los sicarios eran al menos dos, pero El Tribuno encontró en la escena de la masacre los perdigones y un casquillo de una escopeta calibre 12. Pasado el mediodía, Gustavo Gorriti, el profesor de inglés de las escuelas de la zona, pasó apurado junto al auto masacrado. Lo había visto hacía casi dos horas en el almacén de Juana, cuando desistió de pedirles que lo llevaran “porque iban muy rápido y los vio comprar vino”. La impresión que le produjo haber salvado su vida de milagro lo llevó a no procesar lo que estaba viendo y cuando llegó a la escuela de Campo Largo, le dijo al otro docente que había visto un accidente. Minutos después recapacitó y le dijo a su colega antes de romper en llanto: “Me parece que a uno le han destapado la cabeza. Había sangre por todos lados y están todos muertos”.

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