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Aristóteles y el 8N

Martes, 13 de noviembre de 2012 22:41
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“Y a aquellos estadounidenses cuyo respaldo me queda por ganar, puede que no haya obtenido vuestro voto esta noche, pero escucho vuestras voces. Necesito vuestra ayuda. Y seré vuestro presidente, también”. Este es un fragmento del discurso del presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama, pronunciado con motivo de su reelección, en el que se dirige a los que no votaron por él. Como se ve, no los trata de “perdedores”, “oligarcas”, “derechosos” o cosas por el estilo; tampoco les refriega que, hasta la próxima elección de presidente, tendrán que aguantar por cuatro años “el modelo” que ganó en las urnas. Más bien atribuye a sí mismo la responsabilidad de no haber podido conseguir el respaldo de esos ciudadanos. A quienes pide, además, ayuda y, también, dice: “escucho vuestras voces”.

Que estas palabras del presidente Obama hayan sido dichas con sinceridad es una cuestión que solo él lo sabe. Lo que no deja margen a la menor duda es que fueron expresadas con sensatez y responsabilidad política. Todo hombre de Estado que se precie de tal tiene el deber indelegable de contribuir a la unidad y a la concordia social. En este sentido no puede hacer diferencias entre hijos, entenados, pobres, ricos, empresarios, agricultores, etc. Por eso, entre sus obligaciones principales está la de escuchar a los que piensan distinto y gobernar también para ellos.

El contraste de la realidad política de los EEUU con la nuestra es ineludible. En el 8N un porcentaje significativo de la sociedad argentina expresó su desacuerdo y disgusto sobre las formas y los contenidos del actual sistema político argentino. Fundamentalmente desaprobó el desempeño al frente del Estado de la Presidenta y del funcionamiento de los poderes Judicial y Legislativo. La respuesta del oficialismo ante el reclamo fue la de “ningunear” el hecho, refiriéndose al mismo en tono despectivo e irónico. Así, Cristina Kirchner señaló que lo más importante que sucedió el 8 de noviembre tuvo lugar en China, donde se celebró el Congreso del Partido Comunista. Al respecto, si hubiera dicho algo neutro (por ejemplo, que “tuvo una convocatoria importante”) hubiera capeado el temporal.

Ahora bien, el 8N no debiera analizarse como una manifestación más. Se equivocan los que lo toman a la ligera. Tiene toda la apariencia del fenómeno político inédito que aún no ha desplegado toda su potencialidad. Lo singular está en la eficiencia espectacular que tiene la red internet para aglutinar y dirigir energías que estaban dispersas. Lo acontecido en Egipto, Libia y Túnez durante “la primavera árabe” así lo certifican. Un simple ejercicio especulativo (ya que no es intención del que suscribe instar a que tal cosa suceda ni afirmar que la misma deba considerarse virtuosa) podría sopesar al 8N en lo siguiente: ¿Qué pasaría si los del 8N decidieran, por ejemplo, no pagar los impuestos nacionales, provinciales y municipales en el año electoral 2013?¿Con qué dinero financiarían sus campañas los candidatos oficialistas? De allí que el Gobierno no debiera subestimar al 8N por el hecho de no tener una conducción política visible y tradicional. Muchos son los argentinos que, al no sentirse representados por oficialismo y la oposición, podrían adherir a medidas de acción directa de insospechado resultado.

Aristóteles insistió en que la prudencia era la principal virtud política. (A propósito, que bien le vendría a alguno/as leerlo un poquito).

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