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En más de una oportunidad invité a quienes leen mi columna para que sugirieran temas de su interés.
Creo en la interacción de estos escritos con los lectores, ya que contribuiría a la difusión de muchas curiosidades.
A poco menos de un mes de cumplir dos años del contacto semanal con los lectores de esta columna, no puedo dejar pasar la ocasión sin recordar este (al menos para mí) acontecimiento, dado que estoy escribiendo mi artículo número cien.
Los humanos, aparentemente, somos muy propensos a las celebraciones en años que tienen números redondos o convencionales: los diez, los quince, los veinte años de tal o cual persona o cosa nos moviliza a armar una fiestita, por supuesto con comida y bebida. También se estipula el intercambio de presentes.
Creo que el paso del tiempo es para nosotros, por una parte, algo positivo, porque implica avances, logros, nuevas experiencias y aprendizajes, lo que conlleva placer y orgullo por lo conseguido con esfuerzo. A la vez, ese movimiento inexorable del tiempo nos recuerda nuestro envejecimiento y acercamiento al fin...
Por supuesto que las celebraciones tienen que ver sobre todo con lo positivo, aunque abrigamos una característica que no sé si será propia únicamente de nuestra cultura: la “celebración” (más bien recordación) de la desaparición física de prohombres y muchas personas importantes.
Pues bien; hoy me refiero a la conmemoración de esta columna que me ha dado más de una satisfacción de parte de los lectores. Es motivo, entonces (así lo creo) de una evaluación de lo hecho, pero también de una reflexión para ver si en el futuro van mejorando las entregas según el criterio y evaluación de los lectores.
Repasando la historia
Gracias a la inquietud del Jefe de Redacción de El Tribuno, avalada por su Director, Pepe Sotelo me invitó, en diciembre de 2010, a escribir una columna relacionada con mi especialidad. En efecto, en mi calidad de fundador y director del SIL (al que hace referencia mi actividad en la UNSa), se me ocurrió incursionar en temas e inquietudes de la gente respecto de la lengua, tal como lo venía haciendo, circunstancialmente, en publicaciones periódicas: El Tribuno, Artenautas, diario Eco del Norte y Tribuna Docente, entre otras. En aquellos casos se trataba de algunos breves artículos en los cuales escribía sobre cuestiones pedidas, en general, por los lectores, quienes me enviaban su solicitud. Además, estos temas eran tratados y, asimismo, contestados en algunos programas radiales y televisivos. Todo esto fue realizado entre los años 1999, fecha del nacimiento del SIL, y 2010.
En aquel diciembre, entonces, publiqué el primer artículo. Muchos lectores se interesaron por él y comenzaron a contactarse conmigo pidiendo que escribiera sobre distintas dudas e inquietudes idiomáticas. Las mismas dieron pie a la publicación de las primeras columnas que, semana a semana, fueron consultadas en la edición de los días martes.
A principios de 2012 pude publicarlos en un libro, gracias a la invitación que recibí de la Editorial Académica Española, de Saarbcken, Alemania. Y en los primeros días de mayo salió la publicación de sesenta y siete de dichos artículos con el título de “El hablar de la gente. Su comunicación espontánea”, luego de una gentil autorización que me extendió el CPN Sergio Romero, Director de El Tribuno. Además de la venta realizada por la Editorial, a través de catálogos mundiales de distribución, se distribuyeron también más de doscientas copias electrónicas. Por ello, y ante el acontecimiento arriba mencionado, invito a los lectores que deseen recibirlo a mandar su dirección de correo electrónico para enviárselo inmediatamente. Como dije, solo deben facilitarme su e-mail al mío: [email protected] .
Continuando con la historia de la columna semanal sobre la lengua, durante este año me dediqué haciendo honor a la generosidad de uno de mis lectores, que prefiere permanecer en el anonimato a difundir, de un modo preferencial, información sobre dichos, refranes y frases extractados de publicaciones que esa persona me acercó con el objeto de que los hiciera conocer, pues consideraba que no podían permanecer arrumbados en sus páginas y desconocidos por la mayoría de la gente.
Por otra parte, en más de una oportunidad invité a quienes leen mi columna para que sugirieran temas de su interés e inquietud de modo que pudiera incluirlos semanalmente y, de ese modo, ponerlos a disposición de los interesados. Pese a que hubo varios que respondieron a mi invitación, sigo creyendo en la interacción de estos escritos con los lectores, ya que contribuiría a la difusión de muchas curiosidades, pero también de normas y otras cuestiones que tienen que ver con el uso de nuestra excelsa lengua.
Sugerencias a los lectores
Es por eso que reitero mi sincera invitación, con el objeto de lograr la mencionada interacción. Por otra parte, me comprometo, en futuros artículos, a tratar temas que hayan sido motivos de consulta por parte de quienes me escriben a la dirección electrónica del SIL, sobre todo de aquellos que han constituido una mayor cantidad de consultas, respecto a temas acuciantes sobre el uso de nuestra lengua.
En efecto, hasta aquellos usuarios menos preparados en relación con las normas académicas referentes al uso correcto que debemos hacer de nuestro instrumento de comunicación, son asaltados por dudas relacionadas con el empleo correcto y adecuado del idioma.
Queda claro, por lo tanto, que la reflexión prometida arriba tiende a brindar todos los elementos posibles, de modo que se ponga a disposición, de quienes abriguen dudas, inquietudes y curiosidades sobre nuestro idioma castellano, lo que ellos necesiten para satisfacerlas.
Próxima publicación
Para concluir con esta columna conmemorativa, deseo adelantar que me encuentro preparando una segunda publicación sobre las experiencias adquiridas, durante los últimos trece años, gracias al trabajo realizado por el Servicio de Información e Investigación sobre la Lengua.
Durante ese tiempo, el SIL contestó cerca de 3500 consultas efectuadas por gente de más de cuarenta países. En ellas han aflorado los más diversos temas sobre la comunicación lingística y no lingística de los seres humanos. En general, la mayoría de ellos ha versado sobre la lengua española, pero muchos, también, sobre aspectos relacionados con otros idiomas y con la comunicación a la que los lingistas denominan “pragmática” o “extralingística”. Esta, como en otras ocasiones lo afirmara, tiene que ver con los gestos, postura corporal, entonación en el discurso, el entorno de la comunicación, la cultura de la lengua dialectal en el lugar donde es empleada, y muchas otras situaciones que encuadran la circunstancia comunicativa humana. Seguramente, este abordaje acarreará respuestas a más de un hablante y será motivo para que, al menos algunos, interactúen con la columna sobre la lengua que El Tribuno pone a su disposición los mar tes.