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3 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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La historia aristocrática de un perro callejero

Lunes, 05 de noviembre de 2012 01:56
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Salta fue visitada en 1901 por una expedición científica de la nobleza sueca, cuyo jefe era el barón Erland Nordenskj”ld (1877-1932), famoso explorador, quién venía acompañado por el conde Eric von Rosen.

Éste era entonces un joven estudiante de etnografía pero de una familia muy adinerada de Rockelstad, con castillo propio, al punto que fue el principal financista de la expedición.

También colaboraron en la financiación el propio Nordenskj”ld y los mecenas suecos J.W. Smitt y C.A. Weber. La expedición se completaba con otros estudiosos, entre ellos el botánico Robert E. Fries; el arqueólogo Eric Boman, el coleccionista ornitológico Gustav von Hofsten y el ayudante técnico Oscar Landberg.

El conde Eric von Rosen escribió a su regreso un libro excelente sobre el noroeste argentino y el sur de Bolivia titulado “En F”rgangen V„rld” (Albert Bonniers F”rlag, Stockholm, 1916), que fuera traducido y publicado por la Universidad Nacional de Tucumán (1957) y reeditado por la Universidad Nacional de Jujuy (1990).

Lleva por título “Un mundo que se va: Exploraciones y aventuras entre las altas cumbres de la Cordillera de los Andes” y relata las peripecias del viaje y las importantísimas observaciones arqueológicas, geológicas y paleontológicas de las regiones visitadas. El título original en sueco es “Un mundo desaparecido”, pero los editores de la Universidad Nacional de Tucumán prefirieron cambiarlo por “Un mundo que se va” aduciendo que “hemos preferido la adoptada por encontrarlo, actualmente, más en consonancia con materias tratadas por el autor. En mi opinión, el título sueco es correcto y no así el elegido por los editores tucumanos.

El capítulo cuatro lo titula “Hacia el país de más allá de las nubes” y es una de las referencias más antiguas conocidas de lo que hoy identifica turísticamente a Salta (ej. Tren de las Nubes, etcétera).

Tiene además abundantes ilustraciones, entre ellas algunas fotos de la Salta de comienzos del siglo XX. Su descripción del gaucho, su indumentaria, costumbres y otros temas localistas siguen siendo una fuente insoslayable de consulta.

La mirada del gaucho hecha por un forastero resulta interesante porque nos ilustra con el comentario de quién lo sondea desde afuera y por otro lado resulta una fotografía descriptiva de cómo eran los gauchos de Salta a principios del siglo XX.

Los expedicionarios tenían previsto investigar la naturaleza de la Quebrada del Toro, la Puna oriental salto-

jujeña, el Cerro Chañi (5896 m) y más tarde seguir hasta los yacimientos paleontológicos de Tarija.

De Bolivia llevó a Suecia un enorme colmillo de mastodonte que todavía se expone entre los tesoros de su Castillo de Rockelstad. La expedición se preparó en la propia ciudad de Salta que según von Rosen tenía por entonces unos 40 mil habitantes. En Salta compraron todo lo necesario para el viaje con un total de 28 bultos.

También se proveyeron de dos caballos y veinte mulas, además de un grupo extra de mulas para tirar de dos carros pesados que llevarían el forraje para los animales hasta el campamento base en El Moreno.

Los gauchos peones

Los suecos contrataron personal de Salta para que sirvieran como peones. En su libro, Eric von Rosen da el nombre de los seis gauchos que los acompañaron a los que identifica como Albino, Alfaro, Antonio, Rodriguez, Segundo y Vicente.

Dice que aunque la primera impresión que tuvo fue que estos se parecían bastante a “contrabandistas o bandidos españoles”, pronto le mostraron ser buenas personas. Los describe así:

“Es verdad que no les faltaban algunas de las cualidades menos simpáticas de los gauchos, como su inclinación a la bebida y el juego; su debilidad por el bello sexo era incurable, aún cuando este estaba representado tan sólo por unas indias tatuadas y pintadas. Si agrego a esto, que uno de los muchachos, Antonio, era un maestro en cuanto a peleas a cuchillo, y que ninguna falsa modestia le impedía mostrar esta su habilidad, comprenderá el lector que, a veces, teníamos bastante trabajo con nuestra gente.

Con nosotros se portaban sin embargo siempre muy bien, aún cuando habían probado con exceso las bebidas” (p.55).

Nunca más acertada la definición de von Rosen de llamarlos los “cowboys” de Sudamérica, aunque cabe aclarar que aquellos hicieron una profesión de las armas de fuego, mientras que nuestros gauchos hicieron honor de la valentía en el uso de las armas blancas como lo relatara Borges en sus vibrantes ensayos.

El grupo de científicos suecos y de peones gauchos nativos habría de completarse con un compañero singular: un perro callejero.

El compañero vagabundo

Resulta que se unió a los expedicionarios un perro vagabundo que al parecer recogieron en la plaza 9 de Julio. El perro, al que von Rosen califica como “muy original” se encariñó con los expedicionarios.

En la misma página en que habla del perro, von Rosen ilustra con una foto (fig. 41, p.55) que lleva como epígrafe “Burros cargados con leña en la plaza principal de Salta (Foto del autor). La plaza principal es la actual 9 de Julio y posiblemente en ella consiguieron el perro motivo de esta nota. Su nombre era “León” y de acuerdo con el autor, aunque de raza desconocida, pudo ser una cruza de pointer y terranova.

Se nota por los comentarios del expedicionario sueco que el perro se ganó la simpatía y el favor de todos dado el celo con que cumplía su misión de cuidar y acompañar a los viajeros.

Caminó con ellos jornadas enteras a través de profundas quebradas, subiendo a la Puna, cruzando el desierto y sus salares, soportando el frío de las alturas, luego cruzando a Bolivia por el Altiplano, bajando a Tarija y finalmente regresando a Salta.

Directo a Suecia

Lo cierto es que este noble y amigo guardián fue premiado de una manera que nunca nadie hubiese imaginado. Cuando los suecos regresaron a su país, llevaron a “León” con ellos en el barco. Al llegar, Eric von Rosen se lo llevó a vivir con él en su lujoso castillo de Rockelstad.

Rockelstad es un castillo fortaleza de estilo renacentista del siglo XVII situado en el centro de S”dermanland, a orillas del lago Baven, a 100 kilómetros de Estocolmo. Fue adquirido por el padre de von Rosen para su hijo a fines del siglo XIX.

Allí, el perro León fue guardián durante muchos años (von Rosen, p. 56). Esta es entonces la historia de un simple perro callejero salteño que el destino quiso que viviera feliz sus últimos años en un castillo escandinavo en cuyo parque una tumba anónima guarda sus huesos mortales. Sirva este artículo como homenaje a dos perros callejeros de la Plaza 9 de Julio, Dardo y Nerón, víctimas inocentes del uso criminal de la pirotecnia.

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