Si bien en los últimos años Salta registra, en alguna de sus dimensiones, notables progresos construidos a pesar o al margen del Gobierno, dedicaré esta suerte de balance anual a resaltar las principales manifestaciones que atentan contra el progreso político, económico y social de nuestra Provincia.
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Si bien en los últimos años Salta registra, en alguna de sus dimensiones, notables progresos construidos a pesar o al margen del Gobierno, dedicaré esta suerte de balance anual a resaltar las principales manifestaciones que atentan contra el progreso político, económico y social de nuestra Provincia.
En este orden de ideas, el régimen electoral local es la principal causa del atraso político e institucional. Las leyes electorales fabrican híper mayorías que no surgen de las urnas, facilitando la concentración del poder y condenando a las minorías a cumplir un papel secundario y deslucido. Un Poder Ejecutivo que goza de los dos tercios de los legisladores puede controlar a los jueces e incluso al mismísimo Poder Constituyente. Si a esto se suman la deliberada absorción o ninguneo de los partidos de oposición por el actual Gobierno y el disciplinamiento de los órganos de control, tenemos un panorama desolador.
En inmediata relación con este asunto hay que situar a la elevada pobreza y a las prácticas clientelares que presiden las medidas de ayuda social. Un régimen económico y cultural que multiplica de tal modo el número de pobres, condenándolos a vivir del asistencialismo y, muchas veces, en condiciones infra humanas, resulta de suma utilidad para las voluntades políticas empeñadas en perpetuarse en el poder.
Educación obsoleta
Cuando aludo a los aspectos culturales del régimen estoy refiriéndome en realidad a dos de sus características: La obsolescencia de la educación (que incluye la resistencia del Gobierno a poner en marcha la educación sexual, los precarios programas de educación para la convivencia, y la inadecuada y escasa formación profesional), y el ancestral machismo que tiñe las relaciones interpersonales.
En lo que se refiere al trabajo y a las oportunidades de empleo, el panorama salteño no es más alentador. No hay trabajo para todos, pese a los ciclos de crecimiento de la economía; la mayoría carece de un “trabajo decente”; las condiciones laborales vienen impuestas desde el sur industrializado que desprecia los efectos devastadores de la negociación colectiva centralizada.
Desinterés ambiental
Pese a discursos y maquillajes, el Gobierno de la Provincia y la mayoría de los Intendentes Municipales, más que desinteresados por los aspectos ambientales, han celebrado estrechas alianzas con los factores de poder que derriban bosques, contaminan ríos, polucionan el aire y desfiguran el casco histórico de la ciudad capital. La “ideología productivista” esta en la raíz de este pacto liderado por especuladores de toda laya.
En sus relaciones con la Nación, la Provincia acepta un papel subordinado y, en los hechos, ha renunciado a la bandera federal.
Al borde de que comience al año 2013, pienso que un futuro mejor para los salteños pasa por reformular los ejes del modelo de crecimiento económico. Se trata de apostar por las agro-industrias (sin olvidar el turismo y la minería), por la sustentabilidad social y ambiental, por un urbanismo sin guetos, por la inversión en infraestructuras (caminos, redes cloacales, ferrocarril, agua potable, depósitos de almacenamiento), por una administración informatizada y transparente y por las energías renovables. Vale decir, el desafío es lograr que la Salta rica en recursos naturales y en talentos haga posible la eliminación de la pobreza y sus secuelas y que, en definitiva, inaugure una Provincia en donde imperen la libertad, la igualdad y los valores republicanos. Vaqueros, 10 de diciembre de 2012.