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Podrán decirse una infinidad de cosas para justificar o cuestionar la expropiación de YPF, pero lo que nadie discutirá es que la Presidenta recuperó esta semana la iniciativa política que había perdido hace ya varios meses. En el mundo del poder, eso vale oro.
Decisiones de esta magnitud, aún en medio de contradicciones inexplicables y falta de información precisa, suelen tener aceptación en buena parte de la opinión pública, pero su repercusión real en el mundo diplomático es de impredecibles consecuencias en el mediano plazo.
España, que cuenta con poco margen de acción por estar cerca de la cesación de pagos, no tiene el poder de fuego de otras décadas, cuando podía hacer más daño con sus represalias. La Unión Europea, que también tambalea por la crisis, se encuentra en una situación bastante similar. Pero la decisión expropiatoria trascendió los límites del Viejo Continente y se instaló en América, donde Estados Unidos, México, Colombia, Perú, Uruguay y Brasil mostraron cierta preocupación por la avanzada contra la petrolera.
Ya pasó casi una semana del anuncio de Cristina y todavía se desconocen aspectos centrales de la medida más importante del año. ¿Con qué fondos se le pagará la indemnización a Repsol y de dónde saldrá la plata para las inversiones exploratorias en el corto plazo? ¿Habrá una especie de reprivatización de YPF en manos Bulgheroni y de capitales chinos o norteamericanos? ¿Cuál es el plan para reactivar el 70 por ciento de la producción petrolífera que no está en manos de la compañía? ¿Desaparecerá Enarsa? ¿Por qué no se le quitó acciones a Enrique Esquenazi si su participación hasta ahora fue claramente contraria a los intereses nacionales? ¿Quién le ordenó a los directores estatales en YPF que voten a favor de la gira escandalosa de dividendos al exterior? ¿Con qué criterio se eligió al ministro Julio De Vido para hacerse cargo de YPF si tuvo la función de controlarla y nunca lo ejerció?
Más allá de su novedoso y aún desconocido perfil, ¿es Axel Kicillof un especialista en hidrocarburos? Al menos para evitar suspicacias, ¿no había otra persona para poner en la conducción de la petrolera que Exequiel Espinosa, extitular de la inútil Enarsa y quien alquiló el avión en el que llegó la valija de Antonini Wilson?
Todas estas incógnitas reflejan con claridad el nivel de improvisación que se tuvo al lanzar la expropiación y tocan medularmente la seguridad jurídica del país. Esto ocurre ni más ni menos que en momentos en los que Argentina necesita inversiones locales y extranjeras para sostener el crecimiento de este año, que bajaría a la mitad. “La Presidenta ordenó no meterse en el debate de lo que pasó sino de lo que viene. Hasta ahora vinimos esquivando bien el costo político de varios años de desinversión en el sector. No nos vamos a meter en un debate que no nos es favorable”, aseguró, en off the record, un influyente legislador kirchnerista que pidió reserva de su identidad. Es que ni Kicillof ni De Vido ni ningún otro funcionario se detuvo a explicar porqué la producción de petróleo y gas cayó tan dramáticamente durante el kirchnerismo. El relato, en su máxima expresión.
El contexto
El caso Boudou, la tragedia de Once, las restricciones a las importaciones, el aumento de la inflación, la quita de subsidios, el aumento de 100% en las dietas de los legisladores y la corrupción en la Fundación Madres de Plaza de Mayo desaparecieron de un plumazo del debate mediático. Todo es YPF. Eso, sin lugar a dudas, es una gran noticia para la Casa Rosada, ya que desde que comenzó el año había instalado muy pocos temas en agenda por motus propio.
Además, esta medida le permite al Gobierno asestarle un nuevo golpe a una oposición desdibujada hasta en el discurso. La UCR votará a favor de la expropiación y mostrará diferencias particulares. Eso y apoyar es básicamente lo mismo. Igual situación tiene el Frente Amplio Progresista, que respaldó desde un inicio la expropiación. Mauricio Macri debió salir a aclarar que si es presidente en 2015 no reprivatizará YPF, lo que fue leído por muchos como un paso en falso tras anunciar que sus diputados votarán en contra.