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Si dijo verdad Pascal cuando sentenció que “el corazón tiene sus razones que la razón no conoce”, habrá que darle identidad al justificativo con el que la senadora nacional María Eugenia Estenssoro trató de resguardar su decisión, tomada a último momento, de abstenerse en la votación senatorial que favoreció al proyecto kirchnerista de expropiar YPF.
La senadora Estenssoro, como es conocido, se abstuvo, es decir, que no votó en contra ni a favor de la iniciativa del gobierno, cuando se esperaba que la rechazara con su voto después de haber hecha pública, por todos los medios a su alcance, su posición adversa.
Explicó así su paso al costado: “la razón me dijo que debería votar en contra porque esto es un engaño, una estafa emocional a todos los argentinos”; pero, añadió, “el corazón me recordó que los hidrocarburos son estratégicos”. Como excusa no suena convincente, pero por lo menos no se le puede negar cierta originalidad.
En verdad, se daba como una fija su voto en contra, especialmente después de leer su “Carta a Cristina Kirchner por YPF” publicada por “La Nación” el miércoles pasado, esto es, el mismo día de la votación.
En ella le decía a la Presidenta, entre otras muchas cosas: “Me dirijo a usted con profundo dolor porque la verdad de los hechos me impide acompañar una iniciativa importante, estratégica para el país, como lo es la recuperación de YPF para los argentinos.”
Después recordó el paso de su padre, José Estenssoro, al frente de YPF: “Cuando mi padre murió en 1995, YPF se había transformado en una multinacional argentina, de capital mixto, controlada por el Estado nacional, con yacimientos en Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Estados Unidos, Rusia e Indonesia. Era la petrolera número 11 del ranking mundial.”
Continúa: “Poco después, en 1999, el presidente Menem vendió las acciones del Estado y el control de YPF a la española Repsol por un puñado de pesos. En ese momento, como hoy, gran parte de la dirigencia política, los medios y la ciudadanía también aplaudió. Debo señalar que su marido, el expresidente Néstor Kirchner, acompañó enérgicamente esta decisión: en lugar de defender nuestra soberanía energética vendió a Repsol el 4,3 % de las acciones de YPF que tenía la provincia de Santa Cruz. En una entrevista que me hizo el diario “Página 12”, el 16 de mayo de 1999, dije que ése era “el último gran acto de corrupción de la gestión menemista.”
Más adelante: “Hoy quiero expresarles a usted y a mis compatriotas, con todo respeto y gran pesar, que no podemos subsanar ese grave ilícito, ese grave error, con otro acto de corrupción. Aprobar el proyecto de expropiación de YPF sin antes revisar minuciosamente lo actuado por funcionarios de su propio gobierno, implicaría convalidar y encubrir sus responsabilidades políticas, administrativas y probablemente penales en la pérdida del autoabastecimiento energético nacional y el vaciamiento de YPF.”
Después de otras consideraciones, Estenssoro concluye su carta a Cristina: “Por todo lo expuesto y de todo corazón, lamento profundamente no poder acompañar el proyecto oficial”.
Se caía de maduro, luego de leerla, que el voto de María Eugenia Estenssoro iba a ser negativo.
Pero no fue así.
Se lavó las manos.
Se entiende que en el supuesto que hubiese hecho efectivo su voto, por el sí o por el no, nada hubiera cambiado.
Pero habría dejado constancia de la firmeza de sus convicciones y de su valentía en un ámbito dominado por la obsecuencia y por el espejismo de un patriotismo declamado.
Vale decir que María Eugenia Estenssoro borró con el corazón lo que escribió con la razón.
Y el corazón es muy engañador, senadora. Suele hacer confundir urpila con golondrina.
Vaya este discreto, aunque palpitante orsai para usted.