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Cuando fui a tener a mi primera hija, la psicóloga que formaba parte del equipo de la Maternidad Provincial de Córdoba que daba un taller denominado “Parto sin temor”, nos decía a las futuras parturientas: “Nunca dejen que el médico les haga tacto mientras están con contracciones. Es un derecho que tienen que espere hasta que pase el dolor”.
Mis contracciones empezaron a las 15 de un viernes 17 de julio, un día de pleno invierno pero que
insólitamente estaba primaveral. Mi hija nació a las 22 y trajo consigo el frío. Cuando comenzó mi trabajo de parto todo se daba según lo esperado, como corresponde cuando las contracciones comenzaron a ser más frecuentes y dolorosas, apareció mi médico, el “doctor Lastreto” , (Enrique Lastreto) como lo conocíamos las estudiantes universitarias, que era adjunto en ese momento, de la cátedra de Obstetricia de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba: flaco, alto, rubio de pelo ondulado peinado para atrás con gomina y un fino bigote. Excelente médico, pero apenas entró a la habitación se arremangó la manga de su guardapolvo inmaculado, se colocó los guantes y en medio de una contracción introdujo sus dedos en mi fatigada vagina para ver por dónde andaba la cabeza de mi pequeña, mientras yo tartamudeaba, “doctor ahora no, espere, espere”... ¡nada! él siguió como si tal cosa y me dijo, “vamos bien”. Yo pensaba en medio de mis quejas ¿cómo era ese tema de hacer respetar mi dolor?...
Bueno, en la teoría todo anda fantástico pero cuando entramos a la sala de parto y quedamos en manos del equipo de salud, la realidad supera los deseos teóricos. Sin embargo no me puedo quejar, tuve un parto exepcional, mi niña tardó muy poco en nacer, pero por supuesto en medio de los dolores de parto apareció sin que nadie lo viera, el bisturí que con maestría manejaba el doctor Lastreto y me hizo la episiotomía. Práctica que en este momento comienza a cuestionarse y que se trata de un corte que se ubica entre la vagina y el ano y cuyo objetivo es evitar el desgarro.
Por supuesto que no recuerdo que me haya dolido. Lo único importante era que mi beba naciera de una vez. En medio de un desmayo que seguramente duró unas milésimas de segundos recuerdo que su voz me trajo de nuevo a la sala de parto, “en este pujo tiene que salir porque está con sufrimiento fetal”, dijo. Le indicó a su médico ayudante que estaba a mi lado que aplicara una determinada técnica sobre mi vientre que hizo que mi Selene saliera expulsada de inmediato. La tomó el neonatólogo (Díaz Calovi) en sus brazos y comenzó a escudriñarla. Era una hermosa beba, cutis mate y ojos azules, bella como pocas, al punto que su abuela paterna andaba poniéndola cerca de los veladores para apreciar el color de sus ojos, ante lo cual por suespuesto, mi niña cerraba sus ojitos, no estaba dispuesta a encandilarse para que su abuela se jactara.
Pero la cosa no terminó allí, una vez que nació la bebé todos los asistentes al parto, las enfermeras que entraban de turno, las que salian, los médicos e incluso la esposa de uno de ellos que también estaba allí desparecieron. Después que se dio el milagro del nacimiento, todos se fueron. Quedaron mi médico, el doctor Lastreto y el neonatólogo que revisaba cada uno de los recobecos del cuerpo de mi pequeña. Pero cuando todo estaba en calma yo comenzé de nuevo con fuertes dolores, Lastreto me miró y me dijo, "estás por expulsar la placenta" y se sentó a recibirla. Esa “cosa”, que al mirarla nos produce repulsión desboida de vida, a través de ella se alimentan nuestros hijos. Una vez que la placenta estuvo afuera se sentó como una de las damas mendocinas y con aguja e hilo en mano comenzó a suturar mi episiotomía. Con tanta paciencia como aquellas mujeres que bordaron la bandera patria que cruzó los Andes. Fue tal su maestría y dedicación que cuando otra médica me revisó al mes siguiente no podía encontrar la cicatriz de lo bien que había sido realizada. Fue un parto fantástico, tuve una hija maravillosa, en su rostro me vi reflejada. Desde ese momento en más sería eterna. Mi paso por esta vida no sería en vano.
Pero en realidad todo esto es para entrar en el tema de la peisiotomía, práctica que por estos tiempos comenzó a ser cuestionada. En los últimos años, diferentes estudios médicos están demostrando que la episiotomía, (corte quirúrgico entre la vagina y el ano) que se hace para facilitar el nacimiento del bebé, trae más complicaciones que beneficios:
Aumenta el riesgo de infecciones, provoca una innecesaria pérdida de sangre e implica un doloroso proceso de cicatrización, con todo lo que esto significa. En nuestro país, y en nuestra provincia, esta práctica sigue
siendo habitual. Se calcula que entre el 60 y el 80 por ciento de las mujeres sobre todo las madres primerizas, son sometidas a esta práctica. Según algunos estudios médicos, lo ideal sería no hacerla en más del 30% de los casos. Desde el Centro Latinoamericano de estudios perinatales que depende de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), informaron que muchas veces se practica como una obligación cuando debería ser una selección”.
Esta intervención quirúrgica se popularizó en todo el mundo en la primera mitad del siglo pasado porque se creía que prevenía los desgarros del perineo (el área ubicada entre la vagina y el ano). Pero esto resultó falso: no impedía los desgarros severos y, por otra parte, el corte en sí mismo era similar a un desgarro, pero provocado por el obstetra.
Pero hay consenso en la comunidad médica de que en muchos partos sí termina siendo necesario practicarla y sólo en estos casos se la debería realizar:
- Cuando hay que acelerar la salida de la cabeza porque hay un diagnóstico concreto de sufrimiento fetal.
- En los partos instrumentales (por ejemplo en los que se utilizan fórceps y ventosa).
- En algunos partos vaginales muy prematuros.
"Estos casos pueden presentarse, como máximo, en el 30 por ciento de las mujeres primerizas", afirman los médicos. Sin dar cifras, la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un uso restringido de la episiotomía.
No existen en la Argentina estadísticas recientes sobre esta práctica. Uno de los últimos estudios reveló que al 85 por ciento de las madres primerizas se les hacía ese corte quirúrgico.
El panorama asoma bastante parecido. "En todo el país se sigue haciendo la episiotomía a, al menos, ocho de cada diez madres primerizas", estiman los médicos.