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Los concejales en una vana cruzada

Sabado, 26 de mayo de 2012 21:50
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Los concejales y las concejalas de esta ciudad capital, ellos y ellas sorprendentemente ingenuos (as) para algunas personas, condición que otras suelen traducir como “falta de esquina”, no se duermen en los laureles que supieron conseguir en su exitosa arremetida contra los fumadores. Ahora emprendieron otra cruzada de más ambiciosos objetivos, pero que promete ser vana. Se trata, nada más ni nada menos, que la lucha contra la prostitución y la trata de personas.

Para alcanzar su meta las y los ediles, ordenanza en ristre, prohibieron los prostíbulos y las “casas de tolerancia”. Como paso previo derogaron la ordenanza 140, que data de hace 85 años.

También insinuaron prohibir cabarés y whisquerías, pero se quedaron con las ganas, por el momento, porque estos negocios funcionan según lo establece la ordenanza 2606, que los habilita como locales en los que se ofrecen shows y espectáculos varios, con prohibición de facilitar o promocionar el comercio sexual.

Y aquí tenemos una prueba de que a los concejales les falta calle o esquina. Los cabarés, y especialmente las llamadas whisquerías, son sitios en los que la oferta de sexo está a la orden del día. Y no son los únicos lugares con esas características en esta bendita ciudad. Andan sueltos otros “anzuelos”, como podrían ser los abundantes bailes populares que anuncian: “Damas gratis”.

La concejala Frida Fonseca, autora de la iniciativa de anular la 140, suponemos que advertida del asunto, anunció que va a pedir que se derogue también la 2606.

La propuesta de Frida Fonseca, a la que varios de sus colegas llaman “la Legrand, porque se cree La dueña”, tuvo la infaltable oposición del Partido Obrero; generó dudas, como en el concejal Martín Pérez Estrada (PPS) quien al cabo la apoyó, y resistencia en integrantes del oficialismo, como el edil César “Oveja” Álvarez, para quien la iniciativa y su aprobación fueron una “inocentada”.

Entre otros detalles, esta ordenanza que prohibe prostíbulos y casas de tolerancia, carece de precisiones y de actualización, y rebasa redundancias. Veamos, por ejemplo. Todos en Salta, por práctica o teoría, saben lo que es un prostíbulo; ¿pero cuántos salteños conocen con exactitud lo que es, o era, una casa de tolerancia? Antiguamente se llamaba casa de tolerancia a “los antros en los que muchos caballeros desfogan su libido”. ¿Se aprecia el encanto de la definición?

A la casa de tolerancia se la denomina también casa de citas, casa de compromisos, casa de lenocinio, casa de mancebía, casa de trato y casa pública. Para todos los gustos. En todas esas casas, que son una al fin, explican los entendidos, se “ejerce furtivamente la alcahuetería y acuden las mujeres que comercian con su cuerpo”. En síntesis, casas de tolerancia y prostíbulos vienen a ser lo mismo, salvo pequeños matices.

Hemos comprobado que un interesante porcentaje de salteños cree que “casas de citas” son los llamados “hoteles alojamientos”, o “muebles” (¿porque ahí se dan cita los amantes?). Al respecto, se confía en que doña Fonseca y sus animosos y puritanos colegas no decidan prohibirlos también. Sería una merma sensible.

Regresando al asunto en sí. La mencionada ordenanza es inservible. Es como ir a la guerra armado sólo con buenas intenciones. Y eso sin mencionar que la prostitución no desaparece con prohibiciones, ya que a lo sumo se vuelve clandestina. Y en cuanto a la trata, las ordenanzas como esta que comentamos le resultan menos que una cosquilla.

La gente común pregunta: ¿en esta ciudad no hay otros problemas y necesidades que exigen la total y constante dedicación de los caballeros y damas del Concejo Deliberante, más acordes con sus capacidades? Algo así como “zapatero a tus zapatos”. ¿no?

Y sin ánimo de aparecer pesimistas, recordemos ese dicho español que reza: “la jodienda no tiene enmienda”. Y no es con ordenanzas y prohibiciones que se podrá corregirla. Parafraseando lo que dijo Ortega y Gasset, “ediles, a sus cosas”. Y llévense este merecido orsai.

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