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El portazo lo dio en diciembre del año pasado, luego de una larga serie de escaramuzas. Pero la escalada de la semana que termina marca claramente un antes y un después en la relación del titular de la CGT, Hugo Moyano, con el Gobierno nacional.
La pelea parece la de esas parejas de muchos años que comienzan ventilando sus diferencias entre chistes, y terminan tirándose los platos por la cabeza, hasta que uno de los dos sale lastimado. Entonces la disputa se detiene, pero ya es muy tarde para reparar el daño provocado.
Los memoriosos todavía recuerdan como comenzó el idilio. A pocos meses de asumir la presidencia, en 2003, Néstor Kirchner impulsó la reunificación de la CGT. Por entonces el movimiento obrero estaba dividido en una CGT oficial, encabezada por “los gordos”, y el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), que liderado por Moyano se había opuesto a gran parte de las políticas económicas de los 90. Los deseos presidenciales se hicieron realidad en julio de 2004, cuando se anunció la vuelta a una única CGT, que por razones de afinidad ideológica y personal quedó al mando del líder camionero.
Desde su desembarco en la sede de calle Azopardo, Moyano inició un proceso de construcción de poder solo comparable con el que realizaba, en simultáneo, su socio y padrino político: Néstor Kirchner.
Un aliado estratégico
El camionero aprovechó su posición para obtener los mejores acuerdos salariales, generalmente a través de la extorsión llevó a su gremio a miles de afiliados de otros sindicatos y hasta usó su influencia para frenar la recuperación del ferrocarril de cargas en beneficio del camión.
A pesar de los reclamos de todo tipo, los piquetes y manifestaciones de camioneros fueron acompañados por la complacencia del Gobierno y la inacción de las fuerzas de seguridad federales. A cambio, Moyano le dio a Kirchner el control de las rutas y de la calle en casi todo el país, trocando poder gremial por poder territorial. Durante la crisis del campo, en 2008, los camioneros fueron los más duros contendientes de los productores rurales que cortaban rutas, y en varios lugares la disputa estuvo cerca de terminar en violencia.
En aquel momento de encuestas desfavorables y debacle política del kirchnerismo resultaba incomprensible el obcecado respaldo del expresidente a Moyano, pero su alianza solo se rompió con la muerte de Néstor.
Cristina no es Néstor
Cristina y el camionero habían tenido un contrapunto apenas una semana antes del fallecimiento de Néstor, el 15 de octubre de 2010. Ese día el titular de la CGT llenó el estadio de River para mostrarle al matrimonio presidencial su poder de movilización. Pero en su discurso cometió un exceso: le pidió a la mandataria “que el próximo presidente sea un trabajador”. Pero ella no dudó en segundo en responder: “Yo también soy una trabajadora”, dejando claro que su excelente trato con Néstor no era igual con ella.
Tras el fallecimiento del expresidente Kirchner, los roces y las tensiones entre Cristina y Moyano se sucedieron sin parar. Cristina boicoteó la operación del camionero para ubicar a su delfín Jorge Recalde (abogado de la CGT) en la candidatura a vicepresidente, que finalmente ocuparía Amado Boudou, desplazó a los representantes del sindicalismo de las listas de candidatos a cargos electivos para cederle espacio a los “chicos” de La Cámpora, y hasta lo censuró públicamente cuando un exhorto del Gobierno suizo que indagaba sobre la participación del líder camionero en una empresa acusada de lavado de dinero desembocó en una amenaza de paro nacional que, finalmente, se desactivó.
La tensión entre ambos subió hasta el punto que, en diciembre del año pasado, se hizo pública la ruptura. Tras una serie de cuestionamientos del dirigente gremial a políticas oficiales y la falta de diálogo del Gobierno, la Presidenta lo acusó de “extorsión”. Entonces, él no tuvo empacho en contestarle que no tenía “vocación de bufón” y se fue dando un portazo. No solo rompió el diálogo con el Gobierno sino que además renunció a la vicepresidencia 2ª del Partido Justicialista.
La nueva etapa
Desde diciembre hasta ahora, Moyano no ha dejado de recibir embestidas del kirchnerismo. Los operadores del oficialismo intentaron primero erosionar su mandato al frente de la CGT y luego, ante la imposibilidad de desbancarlo, están movilizando a los enemigos internos del camionero para quebrar la central obrera.
La división del movimiento obrero no podía llegar en mejor momento para el Gobierno nacional. La economía muestra signos de recesión por primera vez desde 2009, aunque en esta ocasión no por influencias externas sino por la sucesión de errores del accionar económico del propio Ejecutivo. Las trabas a las importaciones y el bloqueo al dólar están afectando a casi todos los sectores de la economía, y su impacto ya se siente en el mercado de trabajo y en la escasa flexibilidad que se está viendo en las negociaciones paritarias. Pero el mayor problema de la economía, que el Gobierno se niega a admitir, sigue siendo la inflación, que pone en jaque los ingresos de los trabajadores.
Esta última semana la impericia política y económica de los hombres de la Presidenta le hicieron el juego a Moyano. El paro en la distribución de combustibles dispuesto por el gremio de Camioneros puso en jaque al Gobierno y ratificó que la capacidad de hacer daño del líder de la CGT está intacta. Evidenció además la ausencia de liderazgo y de interlocutores dentro del Ejecutivo, y una debilidad de la Presidenta que no se veía desde la crisis del campo.
El acuerdo alcanzado con los empresarios en la paritaria del sector y el llamado a un nuevo paro y marcha a Plaza de Mayo para el miércoles desnudó también el juego político de Moyano. Al poner el impuesto a las Ganancias y sobre todo las asignaciones familiares como detonantes de la movilización, el líder camionero se aseguró una fuerte convocatoria de sectores que no le son afines, como los partidos de izquierda, organizaciones sociales y casi todo el arco opositor enfrentado al kirchnerismo.
Aún antes de la movida de Moyano el Gobierno ya tenía decidido aumentar el mínimo no imponible de Ganancias, pero no está dispuesto a entregarle al titular de la CGT un premio tan grande. Por eso, la puja seguirá, con final incierto.