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El viernes viví un día con la emoción a flor de piel. Pude seguirte en los cuatro combates. Aunque no entiendo muy bien las reglas del juego, empecé de menor a mayor a hacer intensa esa rara tensión de cosquilleo que me vienen en los mundiales. Cuando terminó tu último combate quise paralizar ese instante para guardarlo allí, en aquel lugar que la memoria reservado para lo inolvidable. Luego cantamos y lloramos el himno juntos. Tus lágrimas son una inyección de argentinidad. Con tus lágrimas las “dos Argentinas” detienen su juego, se dan la mano y una (la Argentina del esfuerzo y la esperanza) la levanta a la otra (la Argentina del exitismo superfluo), para seguir caminado con la medalla del compromiso por hacer juntas de esta, nuestra tierra, un país mejor.
Gracias Sebastián, nos diste una alegría desde afuera hacia adentro. Queda en nosotros canalizarla desde adentro hacia afuera.
Guillermo Cancinos
Ciudad