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Asignaciones, la gran historia

Sabado, 15 de septiembre de 2012 21:03
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Aunque ningún historiador lo ha señalado hasta ahora, creemos advertir que el origen de las asignaciones familiares se encuentra en la sociedad espartana (siglo III A.C.). Comencemos por señalar, como curiosidad, que en Esparta no se concebía el adulterio como delito. En una sociedad en la que había un riesgo continuo de carencia de ciudadanos-guerreros, y amenazada por la presión demográfica de los hilotas, los hijos no eran patrimonio de los padres, sino un bien público. Por tanto, las mujeres podían concebir hijos con cualquier ciudadano de valía, siempre que hubiera consentimiento de sus maridos.

Después de nacer la criatura, el marido reconocía al hijo como propio. Los espartanos creían que era ridículo entregar las yeguas a los mejores sementales y considerar un honor que la esposa sólo tuviera hijos del marido.

La ley eximía de servicios de armas a quienes engendraran a tres hijos, y el que tuviera más de cinco quedaba libre de todos los servicios al Estado (una especie de asignación por familia numerosa). La agogé, la educación espartana, muestra ese mismo dirigismo estatal y era obligatoria para los varones.

El niño pasaba al cuidado de la madre, siete años, y luego ingresaba en las ogelai, donde se criaba con más niños, bajo un rígido entrenamiento físico y al cuidado del Estado. Nunca se le daba todo el alimento que necesitaba, de modo que debía aprender a buscarse la vida robando o cazando. Si se descubría que había robado se le castigaba no por robar, sino por haber sido descubierto.

Otra vertiente, mucho más piadosa, sobre el origen de las asignaciones familiares, se apoya en la Doctrina Social de la Iglesia, que ha hecho de la institución familiar uno de sus pilares fundamentales.

Como consecuencia de ella a fines del siglo XIX, empresarios católicos -franceses y belgas- comenzaron a pagar un adicional a los trabajadores que tenían familia numerosa. Rápidamente la idea se extendió por el continente europeo, pero al advertirse que dicha situación creaba una competencia desleal con las empresas que no lo pagaban y que otras optaban por buscar trabajadores sin hijos, se propuso la creación de un “fondo compensador”.

El sistema fue adoptado, también, en América Latina. Nuestro país hacia el año 1958 estableció tres Cajas de Asignaciones Familiares que administraban el fondo. Como manda la Constitución la administración era realizada por los “interesados” (trabajadores y empresas).

El fondo se integraba con el aporte patronal del 12%, (hoy 7,5%) sobre el total de las remuneraciones de los trabajadores, con o sin cargas de familia. Inicialmente las asignaciones eran pagadas por el mismo empleador; hoy el pago lo realiza la ANSES. El sistema evita que se discrimine a trabajadores con gran número de hijos.

Asignación de familiares

No hay duda que quienes encabezan los organismos estatales comprometidos en esta temática, tienen gran experiencia en asignación de familiares.

Así, según cuentan las malas lenguas, (Clarín, La Nacion), el titular de la AFIP, Echegaray, en poco tiempo ascendió a su hermano, contrató a tres primos y jerarquizó a otra prima.

Su gente de confianza también llevó a parientes con altos sueldos a trabajar al organismo recaudador. Por su parte, el titular del Anses, Diego Bossio además de designar a su esposa, a su hermano y a otros cuantos parientes, preocupado por la familia numerosa de Luis D´Elia, asignó a sus cuatro hijos empleos en el organismo (el que menos cobra, Luis Ignacio -19 años-, percibe $23.530).

Pero esto es anécdota (en nuestro país, la corrupción es simplemente eso), lo que importa es la gran noticia del aumento en las asignaciones familiares. Lo primero que cabría preguntarse es si verdaderamente- hubo algún aumento real, o simplemente se cubrió la inflación. Ni siquiera eso.

Cuando la barra bullanguera que nunca deja de aplaudir- se iba retirando del Salón de las Mujeres Argentinas del Bicentenario de la Casa Rosada, luego del entusiasmo inicial con las proclamas realizadas por la cadena del optimismo sus conspicuos participantes reflexionaban si había motivos de jolgorio.

El entusiasmo inicial partía del propio anuncio de los diarios: “Las asignaciones familiares aumentan un 25,9%”.

En letra muy chica se podía leer que por alguna extraña razón para los hijos discapacitados el incremento era de solo el 11,1% y que algunas franjas incluso- cobrarían menores montos de asignación.

¿Cómo? Esto ocurrirá con una gran parte del 19 por ciento de los hogares que tiene a los dos miembros de la pareja en el mercado formal, ya que por el nuevo cómputo de ingreso familiar, pasaría a un rango más elevado y cobraría una asignación menor. Por ejemplo, dos personas que ganan el salario mínimo, de 2670 pesos en este momento, quedan encuadradas en el rango tres, que va de 4401 a 6000 pesos, ya que la suma de sus ingresos da 5340.

El rango tres tiene una asignación de 160 pesos por hijo. Antes de esta medida, en esa familia cobraba uno de los cónyuges en el rango uno, que iba de 100 a 2800 pesos, y percibía 270 pesos de asignación.

En conclusión, esa familia sufrirá una baja en el monto de la asignación que cobrará desde octubre, ya que pasará de 270 a 160.

Similar desilusión se produjo luego de analizar la alborozada declaración de que ningún niño quedaría fuera de alguna asignación fiscal, ya que hasta un tope de $ 7000 quedarán cubiertos por las asignaciones familiares y a partir de allí será desgravable de ganancias.

Leyendo entre líneas esto significa “olvídense del incremento al mínimo no imponible”, al menos por este año. Agreguemos que hay gran cantidad de casos, como los de muchos monotributistas, que ni van a cobrar asignaciones, ni a desgravar, ni a cobrar la asignación universal por hijo.

Hay un dato que no analizaron los economistas: las cifras oficiales que se brindaron en estos días nos dicen que el Estado Nacional destina $29.360 millones por año al pago de asignaciones familiares, por otro lado los recientes incrementos alcanzan a $5.206 millones.

Esto es aproximadamente un 18% total de aumento (no un 25,9%). Los recientes incrementos salariales superaron ampliamente un 25%, y como la contribución patronal acompaña necesariamente el mismo incremento, no cabe duda que el Estado en vez de aumentar las asignaciones al mismo ritmo, se ha quedado con una módica tajada del 7% de la diferencia; que correspondía fuera a mano de los trabajadores. En definitiva, las asignaciones no solo no mejoraron y no revirtieron el deterioro de los últimos años sino que bajaron tanto en términos reales como nominales.

¿Quedará como asignatura pendiente?

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