¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
13°
9 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La guerra, una realidad cotidiana para los niños de Siria

Viernes, 28 de septiembre de 2012 20:18
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

‘¿Si tengo miedo? No, ahora estoy acostumbrado‘, cuenta Ahmed, de 12 años, mientras juega al fútbol en un barrio de Seif al Dawla, a sólo cientos de metros del frente de Alepo, escenario desde hace más de dos meses de combates y bombardeos incesantes.

Desde que su familia abandonó la casa en el barrio de Salhin, bombardeado regularmente por la aviación y la artillería del ejército sirio, Ahmed vive con sus dos hermanas, su hermano pequeño, sus padres y sus tíos en la casa del abuelo.

Al igual que muchos niños sirios, Ahmed no va al colegio a causa de la violencia.

‘Mi escuela fue destruida y tal vez mi casa lo sea también dentro de poco‘, explica con calma.

Su voz tiembla un poco cuando recuerda el ataque aéreo que pulverizó el lunes dos edificios residenciales del barrio de Maadi, en el centro histórico de Alepo, causando cinco muertos, según la ONG opositora Observatorio Sirio de Derechos Humanos.

‘Mi tía murió con sus dos hijas. Los bombardearon y su casa se derrumbó. Sólo sobrevivió mi tío, y tiene todo el cuerpo lleno de heridas‘, cuenta Ahmed.

Su madre precisa: ‘Mi cuñada fue encontrada muerta con sus dos niñas, también muertas, en sus brazos‘.

La ONG ‘Save the children‘ advirtió recientemente que muchos niños sirios, testigos de asesinatos, torturas y otras atrocidades, están ‘traumatizados‘ por el conflicto, que desde que comenzó en marzo de 2011 dejó unos 30.000 muertos, entre ellos más de 2.000 niños, según el OSDH.

Despertados por la noche

En el salón de la casa, Shahad, de ocho años, Aya, de siete, y Hammud, de tres, dan trozos de pan a un gatito que se ha colado en la casa.

‘Por la noche, mientras dormimos, papá y mamá vienen a despertarnos si hay bombardeos‘. ‘Al principio teníamos miedo, ahora ya no‘, dice Aya sonriente.

Aunque tanto ella como su hermano están ‘acostumbrados‘ a los ruidos de las explosiones y los disparos de los francotiradores apostados en los edificios de alrededor, Shahad, en cambio, tiene miedo. ‘En la televisión he visto un montón de cadáveres por el suelo‘, cuenta.

‘Cada vez que hay un bombardeo vamos a escondernos, bajamos al sótano o vamos a la mezquita, porque todo el mundo muere‘, explica la niña. ‘Papá no nos deja mirar, para que no tengamos pesadillas‘, añade.

En la entrada de la casa, su padre, Ayman, de 36 años, ha instalado un balancín improvisado, con una cuerda, una almohada y un gacho en el techo.

‘Nosotras jugábamos antes en el balcón. Ahora no hay balcones, se han caído todos‘, lamenta Shahad, vestida de amarillo.

Su hermano puede salir un poco fuera con la pelota, pero nunca se aleja de la casa. Ayman y su mujer quieren tener siempre a la vista a sus hijos.

Cuando de repente restallan los disparos de cohetes y las ráfagas de Kalashnikov, los meten a todos dentro, y atrancan la puerta.

Sin embargo, en Alepo, nadie está completamente protegido. El balcón del salón en el que la familia pasa el día da a una calle desde la que en cualquier momento puede entrar un cohete o la bala de un francotirador.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD