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Voto electrónico: caótica confusión

Domingo, 13 de octubre de 2013 03:36
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Cuando el Gobernador de Salta decidió impulsar el voto electrónico, lo hizo más como zapatero remendón que como estadista preocupado por la deteriorada salud de la democracia provincial. El primer experimento se saldó con sombras y dudas: bajó el número de votantes, aumentaron los sufragios en blanco, y la exasperante lentitud fue la tónica dominante en la jornada del pasado domingo. En realidad, la caótica oferta electoral contribuyó a la ceremonia de la confusión en la que debimos movernos los ciudadanos. Este caos, lejos de preocupar al doctor Urtubey, procuró consolidar sus ambiciones hegemónicas; un proyecto de poder al que, sin embargo, el electorado logró erosionar como lo muestran los resultados de la ciudad capital y, por supuesto, los votos obtenidos por el Partido Obrero.

Frente a quienes lanzan las campanas al viento celebrando el voto electrónico como la culminación de la democracia, es bueno recordar los déficits que lastran al régimen político local, y reseñar la verdadera potencialidad democratizadora de las nuevas tecnologías de la información y comunicación (NTIC).

La democracia subdesarrollada

El desencanto que un creciente número de salteños experimenta respecto del régimen gobernante es, a mi modo de ver, resultado de la calculada destrucción de los partidos políticos y de una absurda ley electoral que potencia la concentración del poder y castiga a las minorías. Si a esto se suman los intentos por coartar la independencia de los jueces, la ausencia de controles administrativos y parlamentarios, los esfuerzos por disciplinar a las organizaciones sociales (desde sindicatos a centros vecinales), la creación de una prensa adicta financiada con recursos públicos, el transfuguismo político (los que hoy son elegidos como opositores, mañana se suman a las huestes de la victoria), y la transformación de los intendentes en meros delegados del Señor de Las Costas, tenemos configurado un panorama preocupante, cuando no sencillamente inadmisible.

Con todo, es posible advertir la presencia alentadora de indicios que hablan de la crisis del régimen; de indicadores que bien pudieran estar preanunciando la ruptura del sistema extractivo (Acemoglu) de dominación política que padecemos los salteños. Me refiero al fracaso relativo de las políticas clientelares; vale decir, a la rebeldía de muchos ciudadanos que, pese a depender de las ayudas oficiales otorgadas con la intención de expropiar su libertad electoral, terminan votando en contra, por ejemplo, del otrora poderoso aparato montado por el intendente de la ciudad de Salta. Muchos han llegado a la conclusión de que es imposible votar por quién regala bolsones, pero que es incapaz de garantizar el suministro de agua, de resolver la crisis de los vertidos cloacales, o de acabar con el flagelo del paco. ¿Cómo votar por quienes apañan la especulación inmobiliaria que está destruyendo el casco histórico e incrementando el riesgo sísmico? ¿Cómo convalidar la brutal suba de impuestos municipales sin un mejoramiento de los servicios esenciales?

Hacia la democracia directa

El voto electrónico preconizado por el gobernador de Salta tiene el mismo valor que los espejitos de colores. Forma parte de un decorado montado para disimular las lacras del régimen que concentra el poder y la riqueza. La introducción de las máquinas de votar no acelera el proceso, ni mejora la calidad de las decisiones ciudadanas. Todo esto sucede en tanto y en cuanto el elector es convocado sólo para memorizar nombre o signos que identifican a quienes aspiran, más que a representarnos, a gozar del poder y de sus ventajas. Adviértase que detrás de la mayoría de los candidatos no hay propuestas, sino meras consignas, caras maquilladas, o eslóganes elaborados por publicistas que hoy trabajan para un político y mañana diseñan anuncios para vender hamburguesas.

Mientras se crean las condiciones para la transformación radical de nuestro régimen político, es bueno recordar que la informática hace posible avanzar hacia formas ampliamente participativas. Es decir, hacia un sistema en donde las principales decisiones sean consultadas o adoptadas por el cuerpo electoral.

En Salta, como en el resto de nuestro país, es preciso dejar atrás las formas delegativas que se han mostrado incapaces de hacer realidad el principio de soberanía popular generando verdaderas oligarquías que se adueñan del poder para su provecho.

La informática representará un salto de calidad cuando el ciudadano en el cuarto oscuro pueda decidir si aprueba o no una ley, si autoriza o no edificios de altura, si se trasvasan ríos, si se habilitan o no nuevos medios de transporte, si se talan o conservan bosques, si se extrae petróleo destruyendo el ambiente, si se cede el juego a la voracidad privada, si se habilitan terrenos para la construcción con o sin los servicios esenciales. Todo lo demás es maquillaje.

 

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