Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
16°
6 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Querida Presidenta...

Miércoles, 16 de octubre de 2013 02:06
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Nelson Mandela (1918), abogado y político sudafricano, lleva en la sangre rebeldía y sublevación. Estuvo 27 años preso en una isla por exigir una democracia “multirracial” en Sudáfrica. Su lucha empezó en el llano: desde su estudio jurídico, él y su socio, Tambo, asesoraban gratuitamente a negros que sufrían hechos de violencia o de discriminación. Corrían los años 60 y el Partido Nacional Sudafricano desplegaba su política de segregación racial. Sus juicios contra el Estado sudafricano empezaron a molestar cuando sus “clientes” se organizaron y pidieron a Mandela que los represente políticamente. En 1962 lo detienen, pero su lucha empezó a juntar adeptos dentro de la prisión. En 1969 el Gobierno le organizó una falsa operación de fuga para matarlo, pero el servicio de inteligencia británico lo impidió. El agente secreto Gordon Winter cuenta detalles en su libro “Inside Boss”.

Salió en libertad en 1990. Cuando el guardia de Isla Robben abrió la puerta de la celda sus ideas eran las mismas y su espíritu seguía tan alborotado y revoltoso como 27 años antes. A tal punto que 3 años después le dieron el Premio Nobel de la Paz y en 1994 fue electo presidente de Sudáfrica. El director de Isla Robben dice: “Cuando llegó Mandela esta cárcel estaba llena de presos. Ahora está llena de activistas, incluso los guardias”.

Pensaba que quien no tiene miedos es un inconsciente, quien los tiene y se rinde a ellos, un cobarde y quien los vence o los tolera, un valiente. Dijo: “No importa cuán serio sea el problema, tampoco importa resolverlo... lo que importa es salir de él fortalecido”. A sus captores les dijo: “Gracias. Capturaron a un activista inexperto y liberaron a un ciudadano valiente y perseverante”. ¿Cuántas veces las cosas malas que nos suceden son “puentes” para tiempos mejores?

Pocos días después de haber salido de prisión tuvo una entrevista con el presidente sudafricano Frederik de Klerk (un gran hombre, de raza blanca, que se unió a la lucha y recibiría el Premio Nobel de la Paz en 1993). “Usted venció -dijo de Klerk-, todos los hombres y mujeres serán iguales en Sudáfrica”. Y Mandela respondió: “Mi lucha no es por la igualdad sino por la libertad. Si usted, Presidente, educa a todos los sudafricanos por igual, les está dando a todos las mismas oportunidades, lo demás vendrá solo...”, hizo una pausa, pensó unos segundos, y agregó, “... o no..., pero ese ya no es nuestro problema sino de quien desperdicie la oportunidad”.

Cuando asumió como Presidente en 1994, Mandela les dijo a todos los sudafricanos de raza negra: “No puedo hacer que sean libres, pero puedo hacer algo mucho mejor: impedir que alguien los haga esclavos. Ser libres o no, depende solamente de ustedes”. Los hombres y mujeres libres se abren camino en la adversidad. Vencen los obstáculos más temibles. Por eso los regímenes totalitarios y las dictaduras son una “tragedia” para los pueblos. Porque destruyen la herramienta más valiosa que tiene el ser humano para construir su futuro: la libertad. Hay 2 formas de anular la libertad. Una construyendo enormes prisiones, como sucede en Cuba o como sucedió en el régimen comunista de algunos países europeos y asiáticos, cuyos habitantes tenían prohibido caminar por las calles, acudir a determinados lugares o traspasar sus fronteras. Cuando esas “prisiones” se abrieron sus pueblos necesitaron años para aprender a usar la libertad.

El segundo modo de anular la libertad de un pueblo consiste en cortarle las alas. Para un gobierno dictador y totalitario esta es una opción trabajosa pero disimulada y efectiva. Las alas de un pueblo se cortan manipulando el sistema educativo y obligando a la mayor cantidad de pobladores posible a educarse en un sistema de bajo nivel y que, encubiertamente, resalta la figura de los gobernantes como padres “bondadosos” que cuidarán del pueblo con esmero y compasión. El pueblo con las alas cortadas no necesita prisiones para quedarse temeroso y acurrucado en “las faldas del tirano”. ¿Qué sucede en Argentina?

Los gobiernos argentinos iniciaron hace 70 años un lento pero constante proceso de anulación de la libertad. Los subsidios, las subvenciones, las asignaciones especiales e incluso las leyes protectoras del trabajador o de algunos sectores empresarios son tijeretazos en las alas del pueblo. Entre dictaduras militares o civiles, el pueblo argentino tiene las alas destruidas por gobernantes que prometen darles la comida en la boca si se quedan mansamente acurrucados a sus pies. Les cortaron las alas pero los mantienen vivos para que cada 4 años corran a votarlos a cambio de un plato de comida. La supuesta “igualdad” en Argentina es una ficción construida por gobiernos ineptos e inescrupulosos.

Mandela es un monumento a la libertad, más que a la igualdad, especialmente porque supo distinguir entre una y otra. En 1991 escribió una carta al presidente sudafricano, que terminaba diciendo: “Querido Frederik: un pueblo libre construye su propia "igualdad'. Por el contrario, una igualdad artificial solo genera "esclavos'. Si amas tu país asegura la libertad. Y si al pueblo libre le brindas buena educación, además de libre será victorioso”.

La vida de este luchador deja 2 enseñanzas al pueblo argentino: la primera es que al gobierno debe pedirle “libertad”, no “igualdad”. La segunda es que cuando vea un gobernante cerca, esconda sus alas. Solo por precaución, obviamente.

 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD