¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
19°
6 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Brasil, el narcotráfico a la ofensiva

Sabado, 19 de octubre de 2013 03:02
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El Primer Comando Capital (PCC), con sede en San Pablo, que constituye la principal organización del narcotráfico brasileño, acaba de amenazar al gobierno de Brasilia con poner en ejecución un plan, bautizado “mundial del terror”, que incluye la realización de múltiples atentados terroristas durante el campeonato mundial de fútbol del año próximo.

No es una bravuconada: en 2012, el grupo perpetró una escalada de atentados que provocó la muerte de 106 agentes policiales paulistas. Esta modalidad operativa comenzó en 2006, cuando a raíz del traslado de los cabecillas del narcotráfico a prisiones de máxima seguridad, hubo decenas de ataques contra patrulleros policiales, autobuses y comisarías, que aterrorizaron a la población y paralizaron la ciudad durante varios días. En la actualidad, el grupo rechaza el traslado de sus líderes a otra cárcel de máxima de seguridad en San Pablo.

Con una estructura envidiable hasta para las grandes empresas, el organigrama del PCC logr ó una singular eficacia y rapidez para el cumplimiento de las órdenes que imparte una cúpula que paradójicamente tiene su cuartel general en las propias cárceles, transformadas de presidios en fortalezas.

El líder máximo del PCC, Marcos Herbas Camanho, alias “Marcola”, se jacta de que la acción de la organización ha disminuido el índice de criminalidad en San Pablo y le quita cualquier mérito en esa reducción al gobierno paulista. Según Marcola, lo que efectivamente sucedió fue que el propio PCC resolvió que se dejara de matar a mansalva a adversarios en el negocio y a los sospechosos de traición. “Antes cualquiera mataba a cualquiera. Ahora existe una burocracia, hay que analizar casa caso. Gracias a eso bajó el número de asesinatos y la prensa dice que es obra del gobierno”.

Dicho de otra manera: el PCC es protagonista de una innovación institucional, seguramente llamada a tener repercusión fuera de Brasil: la creación de los primeros tribunales del narcotráfico.

Esto ya ocurría dentro de las cárceles paulistas que abrigan presos considerados extremadamente peligrosos. El orden en esos establecimientos es impuesto por el PCC. Por ejemplo, se prohibió el ingreso de crack, la droga más mortal de todas, y se consagró una rígida jerarquía, que controla los vínculos de los presidiarios con la vida que está fuera de los muros.

Ciudad de Maravilhosa

La experiencia brasileña es una lección acabada sobre la aceleración que adquiere la expansión de los grupos criminales en la sociedad. A fines de la década del 70, las cárceles brasileñas fueron el escenario de una confluencia inédita y explosiva: los delincuentes comunes observaban con gran respeto y admiración la organización de los presos políticos.

En 1979, en el Penal Cándido M éndes de Río de Janeiro, presos políticos y comunes, en defensa de sus derechos, fundaban la “Falange Vermelha ”, embrión de lo que en pocos años fue la mayor organización criminal de Brasil y una de las mayores de América Latina: el “Comando Vermelho ”.

Con notable instinto político, fruto de su aprendizaje con los prisioneros pertenecientes a las organizaciones guerrilleras, el Comando Vermelho descubri ó la importancia del factor social. La marginalidad pasó a ser considerada como la materia prima para la expansión del crimen. Las “favelas” empezaron a transformarse paulatinamente en territorios liberados. “Allí donde no está el estado, está el Comando”, declaró Carlos Gregorio, alias “O Gordo”, uno de los fundadores del Comando Vermelho, al explicar con diáfana claridad el secreto del éxito de la organización.

En sus inicios, la recaudación provenía básicamente del asalto a bancos, el robo de autos y la práctica del secuestro. Pero en la década del 80, Fernandinho Beira Mar, un todavía joven pero conocido traficante de armas, negoció en Colombia con los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC) e introdujo el negocio del trueque de armas por cocaína. Desde entonces, el Comando Vermelho cambi ó de naturaleza y las favelas cariocas se convirtieron en un paraíso del narcotráfico.

De Río a San Pablo

Pero la dimensión económica de Río de Janeiro es infinitamente inferior a la de San Pablo. Fue allí, en el corazón industrial brasileño, donde en la década del 90, la tecnología carioca de empleo sistemático de la marginalidad social como combustible para la expansión del narcotráfico dio un salto cualitativo con la creación del PCC, cuya figura emblemática, con perfiles incluso ideológicos, es el propio “Marcola”.

Creado en 1992, a raíz de una masacre de 111 presos en la prisión paulista de Carandir ú, el lema fundacional del nucleamiento fue “Paz y Justicia”. Originariamente planteada como una suerte de organización sindical consagrada a la defensa de los presos, el PCC evolucionó rápidamente hacia su conversión en un poderoso “Partido del Crimen”, respaldado hoy por un bien pertrechado ejército de miles de soldados diseminados a lo largo de las centenares de “favelas” de San Pablo.

Según la prensa brasileña, “Marcola” es “un talib án sin Alá”. En un antiguo reportaje, desarrolló con escalofriante realismo la filosofía del PCC. “Yo soy una señal de los nuevos tiempos. Yo era pobre e invisible. Ustedes nunca me miraron durante décadas. Y antiguamente era importante resolver el problema de la miseria. El diagnóstico era obvio: desniveles de ingresos, barrios pobres, periferias dispersas. Y la solución nunca llegó. Qué hicieron?. Nada. Nosotros sólo aparecíamos en los diarios en las inundaciones, en los desastres en épocas de lluvias. Pero ahora somos ricos, con una multinacional que es del pueblo. Y ustedes se están muriendo de miedo. Nosotros somos el inicio tardío de su conciencia social”.

Con cinismo, “Marcola” interpela a los periodistas que lo entrevistan: “Ustedes, los intelectuales, no hablaban de lucha de clases y creían que “ser marginal es ser héroe”?. Pues bien: llegamos ya y somos nosotros. Ustedes nunca esperaron a estos guerreros del pueblo”.

Un desafío para la región

Si el narcotráfico es una actividad transnacional por definición, el combate contra el PCC y sus epígonos excede largamente las fronteras brasileñas. Y Brasil es un país que, salvo con Chile, limita con todos los países sudamericanos. Las implicancias estratégicas de este desafío afectan entonces a la totalidad del Cono Sur americano.

Por ese motivo, las autoridades brasileñas establecieron acuerdos de cooperación con Colombia y Perú. Pero la policía paulista reveló también que una importante base operacional del PCC está radicada en Bolivia. La vasta geografía del país del Altiplano presenta amplias zonas que pueden erigirse fácilmente en verdaderos santuarios para los narcotraficantes brasileños. Lo mismo pasa en Paraguay.

El ultimátum del narcotráfico al estado brasileño agrava la situación. Es obvio que la celebración del mundial de fútbol de 2014 y luego de los Juegos Olímpicos de 2016 abre un flanco vulnerable que el PCC y sus socios están dispuestos a aprovechar para obtener una negociación ventajosa. Es probable entonces que estemos en vísperas de una escalada terrorista de alcance regional.

Como dice el refrán, “cuando las barbas de tu vecino veas afeitar, pon las tuyas en remojo...”.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD