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A una semana de la muerte de Gabriel Mura, el hombre que recibió un letal disparo por parte de motoristas del 911, en medio de un hecho que presenta más dudas que certezas, los vecinos de las manzanas dos, tres y cuatro del barrio Sarmiento, las cuales fueron el escenario del sangriento hecho, no pueden recuperarse de lo vivido.
Un equipo de periodistas de El Tribuno recorrió las calles y habló con algunos familiares de la víctima y los vecinos.
En la casa de Mura, sus amigos, esposa, hijos y nietos estaban reunidos en la vereda y expresaron que la mayoría de las cosas que saben, se las contaron sus vecinos, ya que en el fatal momento ninguno estaba en el lugar del conflicto.
“Los vecinos y la familia nos están ayudando mucho a superar todo lo ocurrido, es muy difícil, pero acá estamos, viendo qué vamos a hacer. Mi papá dejó siete hijos”, contó una de las hijas de la víctima.
A escasos metros, se podían observar grupo de jóvenes que se preparaban para ir a jugar a la pelota, actividad muy simbólica, ya que la mayoría recordó lo que sucedió porque fue justo cuando volvían de disfrutar de un partido de fútbol cuando ocurrió la desgracia.
En la escena de lo que no solo para el vecindario fue un homicidio, sino también para la Justicia salteña, siguen las manchas de sangre, como una señal viva de lo que paso. Allí un testigo de la cuadra contó: “No salgo del shock, era mi compañero para ir a jugar a la pelota, vi todo y no quiero seguir reviviendo ese horrible momento. Declaré ante la Justicia y conté todo lo que pasó ante mis ojos, fue terrible. Pienso en mis hijos, en la familia de Gabriel y en todos aquellos que vivimos en el barrio Sarmiento y la inseguridad que nos rodea. La mala decisión de un policía arruinó a dos familias, la suya y la de mi compañero de fútbol”.
La calle de tierra, angosta, se encuentra regada de perdigones de goma, los cuales iban y venían sin parar durante el extraño hecho vivido hace una semana. Casi al final estaba la señal del trágico final. Todo aquel que camina por la zona no puede evitar mirarlos una y otra vez.
En ese momento salió una mujer, ella contó todo lo que recuerda de esa noche.
“Era temprano, teniendo en cuenta el movimiento que hay en el barrio los sábados, todavía había chicos jugando en las veredas. Sentí ruidos y salí a la calle, ahí vi que tres policías tenían a unos chicos inmovilizados en el frente de mi casa. Les pregunté qué pasaba y de muy mala manera me respondieron: "Usted no se meta, váyase adentro de su casa'; insistí en que no eran malos chicos, pidiendo que los dejen tranquilos. En ese momento apareció "Gabito', quería que los policías dejen tranquilos a los chicos, al igual que yo, y fue ahí que comenzaron a tirar. Fue todo muy raro”, relató.
“Los policías se metieron a mi casa y desde ahí disparaban, cuando mi esposo les reclamó ellos le tiraron en el pecho y lo lastimaron, por eso entré nuevamente, para sacarlos de la propiedad y auxiliar a mi familia. Cuando volví a la calle, Gabriel ya estaba en el suelo, ensangrentando, fue espantoso, unos chicos lo agarraron, querían ayudarlo, pero emanaba mucha sangre”.
En pocos minutos muchos jóvenes comenzaron a llegar al lugar, todos dijeron que tenían miedo. “Los policías estaban como locos, ni siquiera llamaron una ambulancia y lo peor fue que al ver lo que habían hecho entre ellos se decían "mejor nos vayamos', pero era demasiado tarde para escapar”, dijo un adolescente.
La situación vivida provocó un gran malestar, lo que movilizó a una pueblada a buscar justicia por sus propias manos, cortaron el puente de acceso al barrio e intentaron incendiar la comisaría. A pesar de todo la paz no se ha recuperado en el vecindario y una lluvia de rumores se acrecienta día a día.
Desde la Justicia hablan de fusilamiento, los vecinos aseguran que lo mataron a sangre fría; por el hecho cuatro policías se encuentran detenidos e imputados, entre ellos está el jefe de la división.