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Alguien de su séquito de genios le habló un día a su Majestad del Relato, muy impresionada, quiso saber de qué se trataba, de modo que el sumiso vasallo se prodigó en explicaciones, a ella le encantó la idea. Tenía pensó, magnetismo y algo de misterio, el caso es que desde entonces, lo adoptó para sí. Fue tal la euforia, que nació, a imagen de los templarios, la orden de los relatarios. Eran hombres y mujeres de la corte, que juraban fidelidad a Ella y al Relato. Asumían su defensa con decisión y competían para ser premiados con un simple pulgar de su Majestad. Ser relatario garantizaba una posición en la corte, además de buenos ingresos de distintas vertientes.
El tiempo, sin que nadie lo disponga, hizo que sus exposiciones cadeneras, aumentaran su frecuencia con nuevas partes del Relato, que intentaban disimular la falta de realizaciones de anuncios anteriores. Fue entonces cuando algunos relatarios, comprendieron que en el País de las Maravillas, los sueños eran parte de las vivencias y que el Relato era la expresión justa para definir la entelequia que su Majestad proponía a los habitantes de su Reino. Su estructura por entonces, ya planteaba incongruencias, pues encadenaba proyectos con obras que nunca se habían concretado y sobre ellas seguía edificando. El caso del anuncio del comienzo de la red de agua en una localidad del interior en el que la ejecución del acueducto que debía alimentarla había sido incluido en tres avisos a lo largo de seis años pero la obra no había comenzado nunca fue el detonante que preanunciaba, la implosión de la torre de sueños construida desde el Relato.
Ante tanta incertidumbre, los relatarios ya no podían asistir a lugares públicos, comenzaron a ser abucheados por los súbditos.
Preocupados los fieles, acudieron a la Real Academia y encontraron que Relato era ‘narración o cuento‘, después, ni wikipedia pudo echarles una mano. La Reina, embelesada con su creación, hacía oídos sordos a las advertencias de propios y ajenos y ponía cada vez más énfasis en sus alocuciones. Poco apoco el imaginario popular asumió, que el uso del término, no era un engaño, se trataba en realidad de un cuento, Ella nunca había hablado de un proyecto, simplemente de un Relato entonces reconocieron que como tal, tenía algo de “las mil y una noche”, todos los días un cuento nuevo, y como aquel, se esperanzaban, tarde o temprano llegaría el fin del cuento.
Fernando S. de San Román, Metán