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Lo que se pone en juego con la Supercard es la facturación mensual que hacen los supermercados de toda índole: $400 millones. Esa porción de capital le interesa captar al emisor de la tarjeta de crédito Supercard. Posiblemente sea el Banco Nación. El último fin de semana, los supermercados facturaron $1.500 millones de pesos. El 40% de ese consumo fueron pagos con tarjetas de crédito. Si se recortaran dos puntos las comisiones que aplican los bancos y las tarjetas tradicionales, los comercios se ahorrarían $12 millones. Se entiende entonces por qué los bancos y las clásicas tarjetas quieren frenar la iniciativa de los super con aval del secretario de Comercio, Guillermo Moreno.
El plazo para que termine la pulseada entre Moreno, los super y los bancos que trinan por no ceder más puntos de tasas de interés (propusieron 2%, ahora cobran 3%), no será eterno. La presidenta instruyó a Moreno para que corte la negociación y no dilatarla y mantener así el congelamiento de precios.
La inflación -de acuerdo a la versión oficial- estaría reduciéndose paulatinamente; según los super, podría rebajar si las comisiones que les sacan los bancos se achican. Es la verdadera discusión de los grandes almaceneros con los potentes banqueros.
En Salta, una provincia superbancarizada muestra una gran facturación de los supermercados. Buena parte de esa cosecha son para el intermediario clave entre el cliente y la cadena comercial: los bancos. La mayoría del sistema financiero que opera en Salta aspira ese volumen de dinero hacia las casas centrales bancarias. Es decir, que vista desde contraluz la pelea de los almaceneros y los banqueros por conservar las altas tasas de intermediación, aparece la fabulosa exportación de dinero salteño a la City porteña, enclave financiero del país. Entonces, en la discusión Supercard o no, surge la clave: reducir costos financieros y seguir con el acuerdo de precios. La segunda parte de la discusión es un reclamo del Gobierno. Pide que caiga la tasa actual que cobran los bancos de 3 a 0,75%. Con esa disminución de costos financieros inflados, el Gobierno pactará con los supermercados una extensión del congelamiento de precios hasta el 1§ de julio.
La contraparte del Gobierno son tres de las más conocidas tarjetas: Visa, Mastercard y American Express. La gente que la usa compra en los super no tan solo víveres sino también artículos de bazar, ferretería, perfumería, librería, juguetería, en fin, un polirubro que abarca para la futura Supercard, buena cuota de mercado. en esa decisión político-financiera del Gobierno se dará la exclusión de los tres plásticos más clásicos de la Argentina del mayor circuito de consumo nacional. Irónico: los supermercados también venden chucherías diminutas que los bancos dejarán de percibir 3% por cada clavo que se compre con la Supercard.
Tranquilidad bancaria interrumpida
En el comercio minorista, generalmente, hay tres medios de pagos: el cheque, la tarjeta de débito, de crédito y ahora un cuarto: la Supercard. Es por eso que los bancos ven sus costos y no quieren darle espacio al nuevo medio de pago que creó el Gobierno, también no desean resignar el mercado polirubro de los super que venían financiando.
La Supercard estará sostenida por un pool de supermercados, todos extranjeros, que decidieron ampliar su radio de penetración. Es un segmento con buena parte de compras alimentarias de los argentinos y también no tan alimentarias. La gente demanda en un super hasta una batería para auto. Inventar una tarjeta propia que englobe a todas las cadenas interrumpió la tranquilidad de la intermediación rentable de los bancos.