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La definición de un pontificado

Martes, 19 de marzo de 2013 22:03
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Muchos observadores esperaban que la homilía de la misa de comienzo del pontificado del papa Francisco trajese una especie de programa de su gobierno pastoral. En cambio, recibimos una homilía de las acostumbradas: centrada en la figura de San José, cuya fiesta se celebraba en la ocasión.

Sin embargo, la predicación papal contiene la definición de un horizonte que orienta su disposición pastoral y hace una propuesta para que todos la compartamos. La ofrece incluso a los no cristianos, a todos los que quieran abrir su buena voluntad.

El custodio del Redentor

La figura de San José ha sido sintetizada por Juan Pablo II como la del custodio de Jesús. Le dedicó un documento llamado precisamente “Redemptoris custos”.

Proyectando esa misión josefina, el papa Francisco nos ha propuesto tres direcciones donde ejercer la custodia, es decir el cuidado, como actuación concreta y directa de la caridad. Se trata de asumir un encargo de Dios. El mismo Dios que crea movido por amor nos invita a ser partícipes de ese movimiento de amor, practicándolo con el prójimo, con nosotros mismos y con todas las criaturas.

La dirección hacia el prójimo no discrimina a nadie. Pero el cuidado es más reclamado por los más necesitados. El frágil, el débil, el anciano, el enfermo, el pobre: desde los límites de su corporeidad achacada o indigente emerge su espíritu que, muchas veces en silencio, nos llama a hacernos cargo, a compartir.

La dirección hacia nosotros mismos nos recuerda que nuestra autonomía no es vacía. Que no tiene una disponibilidad absoluta. Sino que cada uno de nosotros es un don y un proyecto de Dios confiado a nuestra libertad, para que lo llevemos a su realización: no para que lo destruyamos.

La dirección hacia la obra total es la mirada ecológica, que rescata la originara tarea humana de cuidar y cultivar. Buscar los frutos de la tierra con el ingenio humano no significa introducir la ruina de la casa. Tampoco desoír su belleza.

El poder

Con el realismo y el estilo directo que lo caracterizan, el papa Francisco también recogió la oportunidad para centrar el significado de su misión, que, ciertamente, entraña un poder, el de Pedro.

Lejos de sumarse a quienes descalifican todo tipo de poder, lo mostró en su sentido evangélico de servicio, de ministerio. Fuera de la perspectiva de la sospecha que contrapone poder y autonomía o integridad de las personas, Francisco subrayó que las capacidades y los encargos recibidos son precisamente para la mayor integridad de todos los que quieran aceptar su servicio. Quedó marcada la identidad entre cargo y carga.

En el estilo de una homilía pastoral usual tenemos delineado el estilo del pontificado que se ha inaugurado.

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