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Los cristianos sabemos, y estamos convencidos de ello, que vivimos en el corazón de Jesús. El nos conoce, sabe de nuestras dificultades, de nuestros errores, conoce nuestros pecados. Su mirada nos conmueve y nos dejamos amar por El. Sabemos que está vivo y camina nuestra historia y vive con nosotros, en el trabajo, en el fútbol, en la universidad. Sabe de nuestras locuras, acaricia nuestros fracasos, esos que producen heridas a veces profundas.
Hoy sabemos que también estamos en el corazón de su Vicario en la Tierra, sabemos que estamos en el corazón de Francisco. El también nos conoce como ningún otro, nos entiende porque es tan latino y visceral como nosotros, pertenece a la misma tierra como cada uno de los argentinos, sabe de nuestra locura del Milagro salteño, sabe lo que piensa un chico de la Puna, del valle o de la Pampa. Comprende al joven de Capital Federal y al joven del interior que vive con otro pulso, pero que está dominado por los mismos patrones de la droga y del alcohol.
Nos entiende, nos conoce, nos ama desde lo que somos, sabe de nuestras zambas y chacareras, y baila el tango como alguno de nosotros. Si, él nos conoce, estamos en su corazón. Y nos entiende. Y aunque otros nos abrazaron a la distancia, él nos abraza porque sabe del polvo que ensucia nuestros pies, del sudor para conseguir el pan, de los gritos que damos ante cada gol, de la pasión que ponemos para vivir en esta bendita tierra argentina. Seguramente, en cada Angelus o en cada acto masivo nos tendrá en su mente y extrañará el asado, el mate, el dulce de leche. Pucha, qué orgullo!... en el corazón de Jesús y en el corazón del Papa. Ojalá que todos los argentinos entendiéramos y viviéramos en consecuencia: Dios eligió a Francisco, Dios... Dios, para que conduzca la barca de la Iglesia en el mundo entero y ese elegido es uno de nosotros. Rezamos por él.
Sergio Valdez Sauad, Ciudad