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Ese ?instrumento del imperialismo?

Martes, 05 de marzo de 2013 23:40
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Rui Ferreira, El Mundo.es

Hugo Rafael Chávez Frías jamás tuvo buenas relaciones con la prensa, ni siquiera con la que le fue afín. No podía ser de otra manera. Un militar es educado para dar órdenes, no explicaciones. Para el mandatario, los periodistas y los medios siempre fueron algo incómodo que le dificultaban la gobernación y, por ende, persiguió implacablemente a los medios opositores, que nunca logró controlar.

Por décadas, cerró canales de televisión, manipuló el sistema judicial para cambiar personal en emisoras de radio y, aunque privilegió de cierta manera a los medios que le eran afines, los opacó con interminables discursos de obligatoria transmisión, o llamando a los estudios cuando los noticieros estaban en el aire, para corregir a su antojo la información.

Hombre de palabra fácil, Chávez tanto desviaba una pregunta entonando una canción como insultaba a un reportero sin grandes contemplaciones. Durante su presidencia, los periodistas venezolanos vivieron un calvario, con la permanente Espada de Damocles que representó la ley de responsabilidad social en radio, TV y medios electrónicos, que prevé hasta la expropiación del medio de prensa si no se cumple con una serie de requisitos establecidos por el Gobierno. Una auténtica mordaza que logró que la mayoría de los medios se doblegaran y fueran más comedidos al momento de criticar a Chávez y su Gobierno. Y aunque la ley afectaba solo a la prensa nacional, la vida de los corresponsales en Venezuela no fue un baño de rosas. Los periodistas extranjeros también sufrieron las embestidas presidenciales, o de sus colaboradores más directos, sin contar los exabruptos de los seguidores callejeros del mandatario.

Todavía Chávez no había llegado al poder, cuando se produjeron sus primeros encontronazos con la prensa extranjera. En marzo de 1994, pocos días después de ser indultado por el entonces presidente Rafael Caldera, por su liderazgo del fracasado intento de golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez dos años antes, Chávez convocó a una rueda de prensa para presentarse a los corresponsales extranjeros en una sala del teatro Teresa Carreño, en Caracas. El entonces líder del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 comenzó su alocución con una arenga de hora y media, tras la cual permitió la primera pregunta. Interrogado sobre cómo compaginaba una lucha democrática con su pasado golpista, Chávez se enfrascó en otra arenga de 45 minutos, durante la cual en dos ocasiones llamó al corresponsal “ignorante”, una vez “analfabeto” y en una tercera oportunidad sugirió que pudiera ser “agente de la CIA”. Llegado a este punto, todos los corresponsales se levantaron, dejándolo solo. Durante la campaña presidencial que siguió, y que concluyó con su elección en 1998, sus ataques a la prensa extranjera fueron frecuentes. Sus objetivos eran principalmente los medios estadounidenses. El 5 de diciembre de 1998, la tarde anterior al día de las elecciones presidenciales en las que se impuso con el 56% de los votos, en una entrevista con el periodista Jorge Ramos, de la cadena estadounidense Univision, Chávez mintió tres veces. Dijo que entregaría el poder en cinco años, que no nacionalizaría ninguna empresa privada y no quitaría de manos privadas los canales de televisión. También admitió que en Cuba impera una “dictadura” aunque, dos años más tarde, dijo que la isla comunista era “el mar de la felicidad, hacia allá va Venezuela y toda Latinoamérica debe seguirla”.

El 15 de diciembre del 1999, los deslaves del monte Avila, al norte de Caracas, dejaron una estela de más de 10.000 muertos. Días después, el diario The Miami Herald divulgaba un documento confidencial de la Defensa Civil en el cual ésta alertaba al mandatario, una semana antes de los deslaves, que la tragedia era inminente, por lo cual las elecciones municipales del día 16 debían ser suspendidas. Chávez ignoró la advertencia y celebró las elecciones. La revelación del informe llevó al mandatario a convocar una rueda de prensa cuyo objetivo quedó patente a los pocos minutos de su comienzo. Su intención era realizar un juicio público a los periodistas del Miami Herald que publicaron el informe de la Defensa Civil.

Advertido de antemano que los periodistas estarían presentes en la rueda de prensa, Chávez los llama y pide que se levanten. Nadie lo hace. Ninguno de los dos periodistas, experimentados corresponsales con amplia experiencia en Cuba, se presentaron, sospechando que el mandatario haría lo que efectivamente hizo, un juicio público. Al estilo Fidel Castro. El Gobierno de Chávez nunca expulsó a ningún corresponsal extranjero. Pero su forma de interactuar con los medios internacionales provocó algo peor que una expulsión o una prohibición de ingreso: una asfixiante autocensura por parte de muchos.

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