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El enojo de Mujica, detrás del exabrupto a Cristina

Sabado, 06 de abril de 2013 21:22

José “Pepe” Mujica es un político distinto. A diferencia de la mayoría de los que uno conoce, dice lo que piensa y piensa lo que dice. O dicho de otra manera, no anda con vueltas; es frontal y directo.

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José “Pepe” Mujica es un político distinto. A diferencia de la mayoría de los que uno conoce, dice lo que piensa y piensa lo que dice. O dicho de otra manera, no anda con vueltas; es frontal y directo.

Prueba de ello son las innumerables demostraciones de austeridad que aplica a su vida cotidiana, totalmente consecuentes con su pensamiento de izquierda y su pasado guerrillero. Cuando fue elegido presidente, rechazó trasladarse a la Residencia Presidencial de Suárez y Reyes (equivalente uruguayo a nuestra Quinta de Olivos), que hoy es usada únicamente para actos oficiales. Decidió, en cambio, quedarse a vivir en la sencilla chacra que tiene con su esposa en las afueras de Montevideo, donde desde hace varios años se dedica a la floricultura.

También se niega a usar un vehículo oficial y prefiere usar, en cambio, su Volkswagen Escarabajo de 1987; obviamente, sin chofer.

No conforme con ello, el 90% de su sueldo lo dedica a proyectos de ayuda contra la pobreza. Viven con el sueldo de su esposa Lucía Topolansky, quien es senadora nacional por el oficialista Frente Amplio, y con los ingresos que les deja la producción de flores.

En su camino a la Presidencia, Mujica fue antes senador y ministro de Agricultura y Ganadería. Y en esa trayectoria, siempre vistió de pantalón y camisa, rechazando cualquier intento de imprimirle formalidad. En la recta final hacia la primera magistratura, sin embargo, sus asesores lo obligaron a ponerse saco, pero hasta el día de hoy no se conoce una foto suya con corbata.

La franqueza y frontalidad que lo caracterizan lo llevaron a impulsar políticas “distintas” a los problemas. El mejor ejemplo es su proyecto para legalizar el consumo de marihuana en Uruguay, aunque otorgando al Estado el monopolio de la producción y distribución de esa droga.

Cuando era ministro de Agricultura, su plan para la ganadería resultó un éxito total, al punto que Uruguay superó ampliamente a la Argentina como exportadora de carne, pese a tener un stock ganadero muy inferior en número.

El exabrupto

Esta semana Mujica se despachó con una de sus frases polémicas. En un contacto con la prensa le dijo a un colaborador, creyendo que los micrófonos estaban apagados, que la presidenta Cristina de Kirchner era “una vieja terca, peor que el tuerto”, en referencia al expresidente Néstor Kirchner. Las voces críticas a ambos lados del Río de la Plata no tardaron en hacerse escuchar.

De sus palabras surgen dos certezas. La primera: eso que dijo es exactamente lo que piensa Mujica de la Presidenta. La segunda: la frase es un exabrupto grosero, que no corresponde a la investidura de un presidente, sea uruguayo o de Angola.

La ratificación de que lo que dijo Mujica es exactamente lo que piensa llegó al día siguiente del escándalo, cuando habló con la prensa y dijo, sin el menor amague de arrepentimiento, que “nada -ni siquiera su ofensiva frase- podrá separar a la Argentina y Uruguay”. Lo que esperaban un pedido de disculpas se fueron con las manos vacías; los que conocen a Mujica sabían que no iba a hacerlo, y saben también que el mandatario charrúa está convencido de la solidez de los vínculos entre ambos países.

Curiosamente, y pese al escándalo generado en Montevideo, de este lado los dichos de Mujica recibieron como respuesta un cerrado hermetismo del Gobierno. Es cierto que la Presidenta y todo su equipo estaban abocados a atender la gravísima situación de los inundados... pero no dijeron ni una palabra.

Ayer se conoció también una entrevista a Mujica realizada el 18 de marzo por la revista uruguaya Lento, en la que definió a Néstor Kirchner como “difícil” y “bastante baboso”, expresión que en Uruguay se usa para definir a una persona sobradora y artera.

Las causas del enojo

Con esas definiciones, cabe preguntarse qué se rompió en la relación de Pepe Mujica con Cristina de Kirchner. La respuesta -como ocurre casi siempre que hay conflictos bilaterales- hay que buscarlas en la economía.

La política de cierre de las importaciones aplicada desde principios de 2012 por el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, impactó con fuerza en la economía uruguaya. Argentina era hasta entonces principal mercado de exportación de las empresas charrúas. “Tendremos que mirar a Brasil”, respondió Mujica con un pragmatismo que asombra; y dio un paso al frente.

Pero el cepo cambiario que el Gobierno nacional fue endureciendo a lo largo de todo el 2012 fue demasiado. El turismo, un sector clave para la economía uruguaya, cayó hasta el 40%, y complicó no solo las finanzas del sector público, sino también a la actividad privada y la creación de empleo. En distintos encuentros bilaterales, Mujica hizo saber al Gobierno argentino el impacto de sus medidas; pero nunca recibió respuesta alguna. De allí viene el enojo con Cristina, de allí lo de “vieja terca”.

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