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El Fondo de Reparación Histórica (FRH), qué hasta hace solo unas semanas administraba el hermano del Gobernador y actual candidato a senador nacional, Rodolfo Urtubey, planificó ocho proyectos de infraestructura para Santa Victoria Este, el municipio más pobre de la Argentina. “La verdadera reparación histórica es que entreguen las tierras a sus habitantes”, había dicho el dirigente criollo Lucio Rojas, que espera hace más de dos décadas por el título de la tierra, igual que decenas de comunidades originarias del lugar.
El Tribuno recorrió cada una de las obras que el FRH planificó para la zona. Se trata de la construcción de la polémica y ambiciosa ruta provincial 54; los puestos sanitarios de Monte Carmelo y La Curvita; la escuela primaria de El Cañaveral; los colegios secundarios de Alto La Sierra y Santa María; las ampliaciones de los hospitales de Santa Victoria y Alto La Sierra y los salones de usos múltiples (SUM) destinados a seis comunidades.
La obra más importante del fondo es la construcción de la ruta 54, que demandará un costo de 525 millones de pesos. Según el diputado del Frente para la Victoria, Jesús Ramón Villa, no se conoció ningún informe de impacto ambiental oficial que disipe las dudas sobre un potencial daño al ecosistema de la zona. Pero existen otros proyectos para el municipio que alberga 50 comunidades aborígenes de cinco etnias distintas y 500 familias de campesinos criollos, con más de 100 años de arraigo en esa triple frontera salteña.
En algunos casos, la realidad no coincide con la información oficial, como en la generosamente denominada “ampliación” del hospital en Alto la Sierra, que lleva un avance muy inferior al anunciado. Hay obras que deberían haber comenzado a principio de año y todavía no existen, como el secundario para Santa María, donde los chicos estudian en un galpón, que cuando sopla viento se llena de tierra, lo que obliga a suspender las clases, como pudo verificar El Tribuno. En el pueblo Santa Victoria Este hay una demora en la entrega de la indispensable ampliación que necesita el hospital, aunque se encuentra en los tramos finales. Lo mismo sucede con la escuela casi terminada en la comunidad de El Cañaveral, a dos kilómetros de la escuela del pueblo. También hay que destacar que ya funcionan en tiempo y forma los puestos de salud de La Curvita y Monte Carmelo, aunque en esta última comunidad toba, todavía, no hay un enfermero a tiempo completo. Nadie sabe de los salones de usos múltiples (SUM) destinados a seis comunidades, en cuatro de ellas nadie sabía que existían, ni donde serían instalados.
El agua no es potable, pero hay detector de huellas láser
Es domingo en Alto la Sierra, una localidad incrustada en el chaco salteño, a 70 kilómetros del pueblo de Santa Victoria Este y 40 de la frontera con la provincia de Formosa. Un cartel anuncia: “Tierra bendecida por Dios”. El monte todavía muestra unos árboles añejos. Las casas son de adobe. Parece un pueblo sacado de alguna película del Lejano Oeste, aunque sin cantinas ni bailarinas. No hay señal de celular, pero hay un teléfono público en un comedor, muy frecuentado por médicos y docentes. Junto a la comisaría descansa la madera incautada, que fue arrancada del bosque ilegalmente. Las calles anchas de tierra son surcadas por pequeños remolinos. La gente parece camuflarse bajo un alero, o bajo la sombre de un yuchán, como le dicen al palo borracho. Están en flor, blancas y amarillas.
Un chiquito se acerca corriendo bajo el sol de la siesta para alcanzar el auto de los recién llegados. Tiene una docena de empanadas. “Sale $11”, dice. Lo mismo que se paga por un litro de nafta en algún comercio del pueblo, compuesto en su mayoría por aborígenes de la etnia wichi. El combustible más caro del país se paga en el municipio más pobre, paradojas del modelo de redistribución con inclusión social, que trató de explicar el ministro de Economía de la Nación antes de escapar en desorden al grito de “me quiero ir”, frente a una pregunta sobre la inflación.
El cartel gigante del FRH anuncia que en ese descampado funcionará un colegio secundario, una de las dos obras proyectadas para esa población. Tendría que haber empezado a materializarse después de agosto de 2012, pero recién el 22 de abril comenzaron las obras. El movimiento es mínimo, solo se ven unos ladrillos amontonados. El custodio del obrador no tiene muchos datos que aportar. Solo menciona que hubo demoras porque los vecinos de Alto la Sierra “pedían que el trabajo quede en manos de los habitantes locales, y no en personas do otros municipios”.
Por el momento, los chicos estudian en el edificio de la escuela primaria del pueblo, frente al hospital. El presupuesto oficial es de $3.500.000 y ya se adelantó el 20%, aunque todavía no se certificó el nivel del avance concreto de la obra, que dicho sea de paso es del 0,1%. Seguramente, si todo sale bien, los resultados empezaran a florecer con la llegada de la primavera electoral de octubre. A unos metros de ahí mujeres wichi lavan la ropa en la cañada que se llena de agua.