El San Bernardo permite una composición botánica heterogénea y su mantillo es muy buscado por los vendedores de tierra. Las laderas que se inclinan al Oeste, rocosas, más cálidas y secas, tienen una masa orgánica bastante escasa. Allí crece el cebil colorado, el guarán-guarán del río y el lapacho colorado. Hasta no hace mucho la pendiente se cubría de lapachos en flor, hasta que se fueron apagando de a poco y hoy sobreviven sólo unos pocos.
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El San Bernardo permite una composición botánica heterogénea y su mantillo es muy buscado por los vendedores de tierra. Las laderas que se inclinan al Oeste, rocosas, más cálidas y secas, tienen una masa orgánica bastante escasa. Allí crece el cebil colorado, el guarán-guarán del río y el lapacho colorado. Hasta no hace mucho la pendiente se cubría de lapachos en flor, hasta que se fueron apagando de a poco y hoy sobreviven sólo unos pocos.
En la ladera Este predominan el cebil colorado, el falso manzano, el guayacán, el horco cebil, el churqui, la uña de gato, la tusca, el yuchán y el higuerón silvestre. En las barrancas húmedas y cursos de agua crecen helechos, musgos, enredaderas, epifitas y otras plantas típicas de la Yungas. El cerro también contiene fresnos, ceibos, bejucos campanilla, algarrobos, jacarandaes, chañares, olmos, molles, moras, tipas y otros árboles.
En el juego de equilibrios de la naturaleza, es la misma red vegetal la que “sostiene” la firmeza del morro. En más de una ocasión se emprendieron planes de reforestación para devolver el antiguo esplendor vegetal pero los resultados fueron escasos. Algunos especialistas aseguran que los sistemas biológicos de estas características se recuperan únicamente por su propia dinámica. Pero que para ello suceda deben ser protegidos de la degradación.
Aunque en 1991 el cerro fue declarado “Reserva Natural Municipal” y cuenta con un grupo de guardaparques dedicados a su cuidado, el saqueo a su riqueza biológica es casi una tradición que debe motivar una educación ciudadana tendiente a la preservación. Porque así como las lajas están en muchos edificios, su mantillo nutre macetas y jardines.
Además del San Bernardo, la biomasa comprende a los cerros 20 de Febrero y Ala Delta, ubicado junto al autódromo. Éste último posee una vegetación más cerrada, donde una exuberante variedad de insectos.
El cordón posee una generosa vida animal. La cantidad de aves, por ejemplo, es excepcional. Se han registrado más de 60 variedades: el gavilán, la urraca overa, la monjita coronada, el chingolo, la charrasca, el petitero, el atajacamino, el rey del bosque, el churrinche, la reina mora, el zorzal, el jilguero, etc. También abundan los picaflores. Entre ellos se encuentra una de las aves más pequeñas del mundo, de un verde tornasolado y no mucho mayor que la falange de un dedo.
Algunos mamíferos de gran tamaño tienen su residencia en el cerro. Los guardaparques que tienen a su cargo la vigilancia del área, registraron al menos una familia de chanchos del monte y una pareja de corzuelas. También se pueden hallar felinos. Aparte del pecarí y la corzuela se encuentran zorritos grises, hurones, murciélagos y comadrejas -que de vez en cuando bajan a robar comida de las casas-. Algunos insectos, como la araña pollito, pueden darle un buen susto al caminante descuidado. Y ni hablar de reptiles como la falsa coral o la yarará.