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Pronto se celebrará la fiesta de nuestra patrona la Virgen del Carmen. Esta época siempre es grata en Chicoana. Sin embargo, el año pasado ocurrieron cosas que a mí me parecieron francamente desagradables. Cuando monseñor Cargnello, al final de la procesión y de pie junto a la imagen de la Virgen, dirigió sus palabras a la multitud congregada frente a la Iglesia, la mayor parte de los asistentes permanecieron impresionados, entre otras cosas, por la descripción que hizo el prelado de la conducta irresponsable y frívola de los que se divorcian y emprenden una vida de diversiones, sin prestar demasiada atención a los niños que van de una casa a otra “con su mochilita” para cumplir el régimen de visita. Las sencillas y acertadas palabras de monseñor impactaron en todos los que escuchaban y nos sumergieron en una dolorosa reflexión. De pronto, todo el efecto de las sabias palabras oídas se rompió cuando el locutor oficial comenzó a referirse a viva voz al Festival del Tamal y a los artistas contratados para el mismo, con lo cual considero que se profanó un instante sagrado de meditación, sin esperar siquiera el retiro de la imagen venerada. ¿Otra vez se mezclará lo espiritual con lo festivalero? ¿No nos alcanza la prudencia para poner cada cosa en su lugar? ¿Las autoridades avalan esas torpezas?