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Olmedo y Urtubey, la misma lucha, ¿la misma sangre?

Martes, 16 de julio de 2013 12:12
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Alfredo Olmedo es pintoresco. Hijo de un magnate pero con vocación de actor callejero, con su gorra amarilla que se ve desde todos lados, regalando autos y utilizando un discurso escatológico, atravesó todos los límites para convertirse en una curiosidad política.

­No cualquiera se anima a fotografiarse con la Bomba Tucumana y a pocos les da el cuero para salir con Rocío Marengo!

El lo hace.

Humilde, a pesar de ser hijo de uno de los reyes de la soja, dice que no se siente príncipe. Algunos aseguran que se siente príncipe pero no lo dice para que nadie se ría.

Si uno los compara, Olmedo y Urtubey - cualquiera de los hermanos - no se parecen en nada. Todos tienen plata, pero de diferente origen. Incluso, en gran parte no se sabe bien cuál es el origen.

Tolo, el candidato, no tiene la verba florida, algo repetitiva y no necesariamente persuasiva de Juan Manuel. Quienes lo conocen en la intimidad hablan de Rodolfo como de un genio. Pero son pocos los que llegan a esa intimidad y muchos menos los que verificaron su genio. Al Tolo no lo ayuda la retórica, pero tampoco la imagen. Por eso tratan de disimular a las dos.

A Olmedo, aunque parezca mentira, la imagen lo ayuda. El construyó ese personaje insólito que recorre las calles con su media sonrisa, haciendo gala de una oratoria rústica pero original y de una picaresca inusual para responder a la pregunta más seria con lo que parece una broma. Parece, pero no: ­él habla en serio!.

Cuando dice que hay que castrar a los violadores, lo piensa. Cuando sostiene que tiene la cabeza abierta y el culito cerrado - el periodista de La Nación casi se desmayó ese día - se limita a practicar la homofobia explícita. Y cuando propone restablecer la colimba, piensa que se puede.

Mientras tanto, Rodolfo Urtubey es la encarnación de todas las incógnitas. Nadie le entiende. Probablemente, desembarcar de Puerto Madero en Morillo genera dificultades para la comunicación.

Pero si vamos a los hechos, hay datos que muestran una clara coincidencia. Ambos pretenden llegar al Senado. Urtubey dice que para votar lo que le pidan. Olmedo, para votar lo que le parezca.

Tomemos dos casos recientes: Tolo, de haber sido senador, hubiera votado a favor del acuerdo con Irán. Olmedo, el opositor, garantizó el quórum en Diputados, que era lo que le pedía Juan Manuel.

En la reforma del Consejo de la Magistratura, Tolo hubiera votado a dos manos, aunque no se corresponda con sus ideas jurídicas. Olmedo, cuando llegó el momento, hizo algo parecido a los hasta entonces díscolos Walter Wayar -¿lo recuerdan?- y la coherentemente incoherente Cristina Fiore. No votó a favor, pero dio quórum.

¿A qué se debe semejante alineamiento del hombre que prometía derrotar a Juan Manuel en 2011?

El príncipe de la soja no podría defraudar a su padre, porque se quedaría sin dinero para la campaña.

Porque Alfredito era opositor. Lo que pasa que Juan Manuel lo amenazó con sacarle al padre la concesión de Salta Forestal. Iba en serio: el problema no era con las 130 mil hectáreas de Cresud sino con las 230 mil de Olmedo padre.

Parece que lo solucionaron. Unas semanas antes de las elecciones de 2011, a Olmedo le pincharon los teléfonos, al mismo tiempo que le armaban una serie de denuncias sobre trabajo esclavo y otras yerbas.

El narcopolicía Gabriel Giménez acusó al actual presidente de Salta Forestal, por entonces asesor de Urtubey, Alfredo Petrón, y al todo terreno Helio del Frari de encomendarle la pinchadura de teléfonos, especialmente, el de Olmedo, de parte del ministro Pablo Kosiner. Y mostró un video donde aparecen los dos funcionarios con él. Claro, el juez Bavio no los citó a declarar porque nadie puede creer en la palabra de un narcopolícía; en cambio, en la de Petrón, Kosiner y Del Frari cree todo el mundo. Olmedo, que había iniciado la causa como para llevarse puesto el Juzgado Federal completo, perdió el ímpetu. Miró con la serenidad de un Buda y actuó como si hablaran de cualquier cosa, menos de él.

Eso, por lo general, no es gratis.

La semana pasada, en el diario digital del secretario de Prensa y en un medio gráfico cuyas tapas financia también el Tesoro provincial, plantearon una campaña sorprendente: lo describieron a Olmedo, a quien hasta entonces trataban de bufón, como el héroe de un conflicto ocurrido en Tartagal. Pero ahí mismo lo “fusilaban” a Sergio Leavy, un intendente del Partido de la Victoria.

Nada es casual, ni gratis.

Juan Manuel siempre juega su carta. Primero lo colocó a Andrés Zottos y al PRS en situación límite. Ahora, juega con fuego con el PV. Pero además, y esto sí que no estaba en la agenda, la hizo enojar a Silvia Troyano. Si la bronca cunde entre las mujeres peronistas, se van a arrepentir más que con el desplante a Zottos.

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