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Un país totalmente convulsionado. Nuevas marchas a favor del depuesto presidente Mohamed Norsi y a favor del flamante presiente interino Adli Mansour, conmovieron varias ciudades de Egipto ayer, donde los enfrentamiento del día anterior dejaron 17 víctimas fatales.
La intransigencia de los distintos sectores es total, lo que hace prácticamente imposible vislumbrar una solución política o un acuerdo que permita la transición de este gobierno interino hacia un nuevo llamado a elecciones que devuelva el orden institucional al país.
Los militares, conocedores de esta realidad, tomaron el poder luego de las protestas contra el derrocado Morsi, que sumaron unos 17 millones de personas en todo el país, según los cálculos de varios medios internacionales.
Pero de forma inmediata, los Hermanos Musulmanes, grupo religioso de soporte de Morsi, declararon la resistencia y ordenaron a sus fieles y seguidores políticos organizar manifestaciones para presionar por la libertad del líder encarcelado.
Pero les fue mal. El Ejército capturó a los principales jefes de la organización y la Justicia los procesó por los desmanes de las marchas de los días previos.
A tanto llegó la tensión que el viernes, en un intento desesperado por liberar a Morsi, miles de egipcios trataron de romper el vallado de seguridad montado por el Ejército para acceder a un edificio donde se cree que está detenido. La reacción militar no se hizo esperar y mataron a tres manifestantes en un primer momento.
Ayer hubo un nuevo foco de tensión cuando la agencia oficial anunció el nombramiento como primer ministro a Mohamed el Baradei, lo que fue rechazado por los islamistas.
Posteriormente el Gobierno desmintió el nombramiento y dijo que seguían las consultas con candidatos.