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3 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Discriminación, ese acto cotidiano y no siempre visible

Domingo, 07 de julio de 2013 05:05
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Si por asociación libre buscáramos manifestaciones discriminatorias en el perímetro de los medios de comunicación social, hay tres momentos que acudirían a nuestra memoria.

Un envío de Intrusos de 2007, en el que Rocío Marengo, hablando sobre “los negros y los grasas”, dijo: “Hay gente que es la única que te queda: o la matás de chiquita o la discriminás después”. Una entrevista concedida al diario Perfil por Natalia Oreiro en abril de 2012, donde explicó por qué había llamado Merlín Atahualpa a su hijo en estos términos: “El tiene estos padres, no un verdulero y una ama de casa que quizás le hubieran puesto José”. Y el 16 de junio pasado, cuando Lanata en su programa Periodismo para Todos -en relación con el accidente ferroviario que había ocurrido tres días antes en Buenos Aires- manifestó: “¿No te parece más probable que no hubieran andado los frenos a que el tipo sea un conductor suicida? Capaz era un árabe con turbante”.

Estas personas aparentemente no previeron las consideraciones que en torno de sus declaraciones pudieran desarrollarse. Rocío Marengo no sintió pesar por su afirmación y siguió festejando “que hay un club de fans de esa frase”. Oreiro recibió críticas desde diversos sectores y no demoró en excusarse: “Fue algo alusivo a mi familia, pues mis dos abuelos se llamaban José (...). Y varias mujeres de mi familia son amas de casa”. Mientras que a Lanata le tocará responder por una denuncia que el presidente de la Confederación de Entidades Argentino Arabes (Fearab), Adalberto Assad, realizó ante el Inadi a raíz de sus dichos “discriminatorios y xenófobos”.

Si bien no es factible sopesar los efectos que conllevaron las tres enunciaciones, algo evidencian estos paneos: una evolución al momento de percibir el acto discriminatorio, porque generalmente el estereotipar no se visibiliza como experiencia de discriminación -aunque lo sea- ni por sus agentes ni por los pacientes.

Estereotipos y prejuicios

En diálogo con El Tribuno, la licenciada Irma Silva, presidenta del Colegio Profesional de Psicólogos de Salta, explicó que no es posible analizar el acto discriminatorio sin clarificar también dos conceptos ligados a él: estereotipo y prejuicio.

Según manifestó, los estereotipos son creencias referidas a grupos, que a su vez se originan y comparten en y entre grupos dentro de una cultura. Facilitan la identidad social e integración del conjunto y el ajuste a normas sociales: el estar integrado a un colectivo posibilita la identidad social del individuo, y un modo de ser aceptado e integrarse en él es aceptar e identificarse con los estereotipos predominantes en dicho grupo. “Los estereotipos tienen un valor funcional y adaptativo, pues simplifican y ordenan nuestro medio social, lo que facilita una comprensión más coherente del mismo, incluso su predicción, a la vez que ahorramos esfuerzo analítico y tiempo”, especificó.

También definió que los prejuicios son juicios previos, actitudes que predisponen a una persona a que piense, perciba, sienta y actúe de una manera favorable o desfavorable hacia un grupo o hacia sus miembros. A la vez que la discriminación es el tratamiento desigual que se da a los individuos considerados pertenecientes a un grupo social en especial. Sobre la relación entre los tres conceptos aclaró que el estereotipo suele ser considerado el componente cognitivo del prejuicio y la discriminación su comportamiento observable. “A veces la discriminación ocurre sin experimentar prejuicio: cuando alguien, en contra de su voluntad y por presión social, discrimina a un miembro de un grupo minoritario: "No tengo nada contra usted por el hecho de ser expresidiario, pero si el jefe se entera de que lo contraté, puedo perder el empleo'”, ejemplifica.

“Somos intelectuales o paisanos”

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LOS FESTEJOS POR LA VIRGEN DE URKUPIÑA
POTENCIALIZARON LA DISCRIMINACION HACIA
RESIDENTES BOLIVIANOS.
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Rosemary Cejas Flores es natural de Quillacollo (Cochabamba, Bolivia), ciudad donde se originó el culto a la virgen de Urkupiña. Hace más de 40 años que no vuelve a la ciudad donde nació, pero trajo su devoción a Salta junto con una imagen que perteneció a sus bisabuelos. Sin embargo, vive su fe puertas adentro justamente porque “no quiero desatar la iracundia de la gente”. “No sé por qué no nos dejan vivir nuestra fe”, suspira. Y apunta que fue este culto el que desató vivamente la discriminación de los salteños hacia los residentes bolivianos y visibilizó una segregación irreconciliable entre ellos. “Mi familia fue víctima de insultos y atropellos muchas veces. Trabajamos como verduleros y la gente en el barrio comenta: “Estos bolivianos cómo se compraron dos casas. En algo andan... Insinuando que ‘pasamos algo desde la frontera’ cuando jamás volví para allá”, cuenta. Agrega que nunca denunció estos hechos porque “tanto el consulado como las asociaciones de residentes en Salta están formadas por profesionales e intelectuales, y para ellos los demás somos solo ‘paisanos’”, lamenta.

“Demandamos políticas de
inserción laboral del Estado”

Rodrigo Liendro, de Aludis (Asociación en Lucha por la Diversidad Sexual), reflexiona que la sociedad está atravesada por estereotipos y que los colectivos de la diversidad sexual siempre están ligados al ámbito de la prostitución o encasillados solo en algunos trabajos como la enfermería y la peluquería.

“Más allá de que tenemos la ley lograda, el impacto de la discriminación es muy fuerte por la apariencia física, sobre todo de las compañeras trans. Eso sumado a que la mayoría viene de sectores vulnerables y no ha tenido posibilidad de estudiar. Aunque a pesar de que una trans haya ido a la facultad, siempre en una selección laboral va a primar la chica heterosexual”, aclaró.

Incluso así ve avances como que las empresas nacionales, tanto privadas como públicas, están incorporando a sus plantas de trabajadores personas trans, aunque no es una acción masiva. “Demandamos del Estado que se siente a planificar políticas de empleo y capacitación con los sindicatos y empresas para mermar el impacto de la discriminación por orientación o diversidad de género. Si no, se va a seguir sintiendo”, advirtió.

Consultas y denuncias

El licenciado Nicolás Hirtz, delegado del Inadi en Salta, explicó que el primer trimestre de este año recibieron en la Delegación 57 consultas de las cuales 43 contenían indicios discriminatorios.

También hubo 7 denuncias. De estas, 6 se tramitan en la entidad y la restante derivó en una gestión exitosa. Los motivos: discapacidad (3), nacionalidad/migración, diversidad sexual, edad y otro -cada una en su categoría- (1). Los ámbitos: administración y transporte -cada una en su categoría- (2), y educación, vía pública y vecindad -cada una en su categoría- (1).

“El de los discapacitados es un sector más emponderado y que tiene complicaciones para acceder al transporte, educación y salud. Hay menos denuncias por discriminación por nacionalidad porque no reconocen al organismo o piensan que no resuelven los problemas”, expresó.

“El gordo es mirado sin tolerancia”
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Alejandra Echazú, de Agaco (Asociación Grupo de Autoayuda contra la Obesidad), apunta que persisten dos estereotipos sobre las personas con sobrepeso y obesidad. “El gordo es divertido y charleta; pero también desalineado, desorganizado e inútil para la sociedad”, definió. Además advierte que la Ley de obesidad 26.396, sancionada por el Congreso nacional en 2009, que reconoce la gravedad de la afección y dispone su cobertura en el plan médico obligatorio (PMO) por obras sociales y prepagas, hace hincapié en la salud y no en la discriminación, cuando esta sigue siendo una cuestión grave. “No podemos subir a un colectivo, ir a un cine o cuidar un enfermo en una clínica porque a veces no hay un ascensor o silla de ruedas que te transporte. Muchos tampoco van a fiestas porque las sillas son de plástico y temen caerse, o no consiguen ropa. Así se van marginando”, explicó. Consultada sobre su percepción de la discriminación, sentencia: “Te miran con otros ojos, que dicen: ‘Estás así porque comés’, cuando la obesidad es una enfermedad crónica. Siempre van a ver lo negativo y nada bueno en vos”.

“No te preguntan qué sabés hacer”

Agustín Quevedo, empleado de la Dirección de Discapacidad de la Municipalidad, es ciego y asegura que en Salta no se vive la discriminación en forma masiva, “aunque la gente no conoce nuestras capacidades y por eso nos cierra las puertas a determinadas cosas, como al mundo laboral”. Afirmó que las barreras se presentan al momento de solicitar un empleo y cursar una carrera. Aunque los discapacitados visuales suelen destacarse en sus estudios, materias como Semiótica Audiovisual (Comunicaciones Sociales) o la aplicación de tests de psicodiagnóstico (Psicología) les resultan infranqueables, y suponen para los docentes nuevas búsquedas para poder evaluarlos. Como vivió y trabajó en Buenos Aires, se sorprendió cuando aquí le negaron el ingreso a un empleo por ser ciego. “Ese miedo a ver si nos abren o no las puertas es terrible”, dijo. 

“Acá en un boliche uno pregunta a una chica si quiere bailar y te mira como diciendo: ‘¿Y vos bailás?’”, agregó.

Mónica Menini, abogada

“Los tiempos de la Justicia hacen que la gente no denuncie”
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En diálogo con El Tribuno, Mónica Menini, abogada y representante legal del Foro de Mujeres por la Igualdad de Oportunidades, cuestionó la eficacia de los programas y esfuerzos realizados desde el Estado contra la discriminación.

¿Existe en la sociedad la conciencia de que la discriminación obstaculiza el ejercicio de derechos y vulnera la igualdad de oportunidades?

Poco a poco va llegando esa conciencia; pero se requiere promover acciones fehacientes con el presupuesto necesario para lograr esos niveles de sensibilización y de concientización sobre cómo impacta y obstaculiza el ejercicio de derechos las diferentes modalidades de discriminación que se pueden vivir. Hemos dado un salto cualitativo en los últimos años, aunque es un tema que tiene que ver con transformaciones culturales. Aún falta que se mejoren los mecanismos de denuncia.

¿Por qué la gente se retrae y no denuncia? ¿Falta acceso a esos mecanismos o justicia?

Los tiempos de la Justicia hacen que la gente se retraiga más de denunciar los hechos de discriminación. También creo que cuando una persona está sentada en la cocina de su casa decidiendo si va a salir a reclamar por su derecho, pone sobre la mesa cuáles son los resultados que puede obtener, cuántas puertas se van a abrir, cuántos profesionales están dispuestos a hacer el seguimiento. Si sé que voy a la Policía y no me van a tomar la denuncia, digo: “Para qué voy a ir si voy a terminar metiéndome en problemas”. Eso es lo que le pasa a la gente: decide tomar las riendas de la denuncia si hay organismos que tienen las puertas abiertas.

¿Qué pasó, por ejemplo, con la Oficina de Violencia Intrafamiliar de la Corte, inaugurada en 2010?

La Oficina de Violencia Intrafamiliar de la Corte comenzó con 36 profesionales, entre psicólogos, abogados y asistentes sociales que atendían los 365 días, prácticamente las 24 horas, con lo cual la aplaudimos -yo, una de las primeras-; pero dónde está esa oficina y quién la está usando. Evidentemente, si la gente no la está usando es porque entendió que no encontraba respuesta.

O los perjudicó el boca a boca...

Eso pasa. Por qué no es “la” oficina donde todo el mundo va a denunciar. Las mujeres en los barrios y los pueblos empiezan a decir: “Sí, yo fui ahí y no pasó nada, o me atendieron mal o de tal o cual manera”. Esa es la realidad y hay una cuestión: nos cuesta evaluar qué pasó con esos programas.

Las herramientas que se planifican desde el Estado para combatir la discriminación no siempre son efica ces...

A medida que los actos de discriminación se visibilizan y se habla sobre ellos se buscan las herramientas para transformar esas realidades. A veces las herramientas son eficaces y a veces no. Entonces tenemos que estar continuamente evaluando la eficiencia y la eficacia de los programas y herramientas que estamos generando. Me vuelvo loca cuando veo informes de unidades a nivel nacional que dicen “Salta tiene esto o tiene lo otro”, y yo me quiero preguntar por qué es que seguimos con los niveles que tenemos de problemáticas relacionadas con la discriminación. La política debe estar continuamente evaluada para saber si lo que pensamos desde un escritorio nos sirvió en la práctica.

En el caso de la discriminación hacia la mujer, ¿dónde se ve la violencia institucional?

Todavía hay altísimos grados de discriminación hacia las mujeres. Pero también la discriminación es una palabra muy grande. Si una persona va a requerir su derecho al sistema de salud y el sistema de salud le va a responder de acuerdo con lo que a ellos les parece por estereotipo qué tengo que decir: ¿qué el médico es un discriminador o que el sistema de salud ejerce violencia institucional? Si una mujer de 35 años que es madre de cinco hijos va a pedir que le liguen las trompas y una médica le dice que “no, porque sos muy joven y si te ponés de nuevo en pareja vas a querer tener un hijo con él”, cuando a la mujer la ampara la ley argentina, es un acto de discriminación hacia una decisión de una adulta. ¿Qué tengo que decir: que la médica es una discriminadora o que esa mujer está viviendo violencia institucional en el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos? 

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