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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Un escenario complicado, donde hace falta un diagnóstico preciso

Domingo, 18 de agosto de 2013 03:44
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Si Cristina realmente cree que perdió las primarias por falta de tiempo para instalar a sus candidatos y no porque haya un creciente desencanto social hacia su figura, el kirchnerismo estará al borde de un diseño de campaña que podría profundizar aún más su derrota electoral en octubre próximo. Un escenario así, ya con la re-reelección descartada por completo y con una fuga prominente de dirigentes hacia otras fuerzas, sería un sacudón de impredecibles consecuencias para el capital político del oficialismo de cara a sus últimos dos años de gestión.

Los anuncios proselitistas que se preparan para estos días pueden ayudar parcialmente al Gobierno para recuperar la iniciativa perdida, pero difícilmente sumen muchos votos si no hay un cambio de actitud en la jefa de Estado, lo que hasta ahora estuvo lejos de suceder. La reacción de Cristina ante la derrota de la semana pasada no varió ni un milímetro de lo que se esperaba: negación del resultado, relativización de los votantes y redoble de la apuesta. En dos palabras: kirchnerismo puro.

No hubo provincia argentina en la que el Gobierno nacional no haya perdido una buena porción de votos en comparación a 2011, y ese es un dato que no puede pasarse por alto para entender las causas del traspié. Cuando se habla del desconocimiento de Martín Insaurralde para explicar parte del revés oficialista en Buenos Aires se cae en un forzado error de diagnóstico: el intendente de Lomas de Zamora, quien encabezó una respetuosa campaña sin agravios hacia sus competidores, sacó tres puntos más que el promedio de todo el kirchnerismo a nivel nacional, lo que no es para nada poco. Ningún otro candidato de los que se mencionaban (Florencio Randazzo, Alicia Kirchner y Andrés “el Cuervo” Larroque) le garantizaban a Cristina una mejor elección de la que hizo el lomense, y no son pocos los consultores que hasta suponen que la cosa hubiese ido peor aún con cualquier otro postulante.

El estilo de Insaurralde, no a la confrontación y sí a la prudencia, es exactamente el mismo que el de Sergio Massa, Daniel Scioli y Hermes Binner, tres de los dirigentes mejor posicionados para 2015 en la Argentina. Esas formas “light” de mostrarse ante la gente son exactamente la antítesis de la esencia kirchnerista, basada en los complots y las confrontaciones: ahí surge una nueva muestra de para dónde está yendo la siempre exigente opinión pública en materia de preferencias.

El panorama

“Insaurralde hizo una gran elección para el contexto que le tocó enfrentar. Su desconocimiento inicial se fue dando vuelta y la semana antes de las elecciones la gran mayoría del electorado sabía que era el candidato de Cristina, lo que colocó su techo electoral en sintonía con lo que pasó en todo el país”, aseguró ayer a El Tribuno un influyente encuestador que pidió reserva de su identidad.

Si bien es cierto que numéricamente el kirchnerismo retendría la mayoría en ambas cámaras del Congreso, un análisis tan lineal podría derivar en un combo de sorpresas. La dispersión de dirigentes que empieza a sufrir la Casa Rosada no solo incluirá a intendentes y militantes de base, sino que muy probablemente varios legisladores que el kirchnerismo cuenta como propios dejen de serlo en el corto plazo.

¿Quién querrá quedar pegado totalmente al ocaso de una gestión que indefectiblemente terminará en dos años y que cuenta con un setenta por ciento de desaprobación? La sangría de políticos que ya vive el kirchnerismo amenaza seriamente con llegar también al Poder Legislativo. Eso no quiere decir que el Frente para la Victoria quedará en minoría en diputados y senadores, lo que sí puede ocurrir es que la mayoría oficialista sea más ajustada de la que los números están hablando.

Si Cristina no se da cuenta de que la economía de hoy dista mucho de la que había hace algunos años, sobre todo en relación a la caída del poder adquisitivo de los trabajadores por la inflación y el impuesto a las Ganancias, su estrategia para las elecciones generales apuntará a radicalizar más el discurso actual que a modificar algunas acciones. La suba de precios le ganó por segundo año consecutivo al aumento de salarios y los planes sociales, pese al aumento de hace algunos meses, cada vez rinden menos.

No es casualidad que la derrota kirchnerista en Buenos Aires, el principal distrito de la Argentina, haya sido transversal: perdió en las clases bajas y altas.

La sucesión

La carrera por suceder a Cristina se acelerará a pasos agigantados una vez terminadas las elecciones generales. La Presidenta debe tomar una rápida decisión para comenzar a moldear la estrategia del kirchnerismo para 2015. ¿Se fogoneará algún gobernador ultraoficialista como Sergio Urribarri o Jorge Capitanich? ¿Se abrirá una negociación con Daniel Scioli para que enfrente a Sergio Massa como el candidato de Cristina? ¿Radicalizará la mandataria la oferta electoral y apostará por alguien de su riñón más íntimo como Amado Boudou o Juan Manuel Abal Medina? Son varias las opciones que maneja el Gobierno por estas horas, aunque ninguna de ellas le garantizaría un triunfo por sí sola. Elegir al gobernador bonaerense, por lejos, parece hoy la opción más taquillera de todo el menú, aunque es la más riesgosa en materia de continuidad.

Scioli es mucho más parecido a Massa, hoy por hoy el postulante mejor ubicado para 2015, que a Cristina, quien indefectiblemente abandonará el sillón de Rivadavia en dos años.

 

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