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Territorio delictual

Domingo, 04 de agosto de 2013 22:58
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Si bien las formalidades segregacionistas del Virreinato del Río de la Plata se inician en mayo de 1810 con el reemplazo de autoridades y Juntas Gubernativas, las que luego se van cimentando desde el 9 de julio de 1816 hasta la Constitución Nacional de 1853, es el 2 de febrero de 1825 con el “Tratado de Amistad Comercio y Navegación entre el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y las Provincias Unidas”, cuando se conforma jurídicamente (ya estaba de hecho desde 1806) la transferencia de nuestra conducción económica a favor del gobierno británico y de los intereses comerciales y financieros con domicilio en ese país.

A partir de este momento es cuando se formaliza la concepción de “tierra de nadie” de nuestra geografía, y arriba de la misma “gente” totalmente desarticulada entre sí. Es a partir de tal momento que dicho concepto trasciende los años llegando a ser en los días presentes de una vigencia absoluta.

Leemos en su encabezamiento y Artículo I: se establece una “Perpetua Amistad” (sin límite de tiempo) entre una estructura jurídica territorial bien definida, que es el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y sus “súbditos”, por una parte. Y Por la otra, “los territorios de las Provincias Unidas” sin demarcación alguna. La amplitud del concepto “territorio” supone un ámbito geográfico indefinido y sin límite alguno.

A la concreta denominación de “'súbditos”, se contrapone la denominación de “habitantes de estos territorios”, no son ciudadanos. Los “habitantes” son residentes circunstanciales y extranjeros. Al contrario el término “ciudadanos” significa arraigados y nativos.

En la actualidad

El uso de palabras como las expuestas, transmiten un significado de desarraigo y transitoriedad que al moldear la conciencia colectiva, impide la formación de un verdadero concepto de Pueblo, de Nación y de Patria. A ello deben agregarse los permanentes reemplazos poblacionales que sufrió la “geografía” sobre la que hoy estamos “asentados”, producto de guerras, masacres, inmigraciones, genocidios, golpes de estado, muertos y desaparecidos.

Llegamos a conformar un “habitante” incapaz de resistir el acoso que de todos los frentes es atacado: drogadicción, enfermedades provocadas, educación involutiva, una TV que llega hasta el último rincón imponiéndonos un “modelo” de hedonismo y egoísmo sin par, destruyendo los parámetros de nuestros valores sustentados en los localismos regionales

Tales condiciones llevan a una normalidad la actividad totalmente delictual que los habitantes de este territorio realizan con absoluto convencimiento que tal proceder es conducente a una válida supervivencia. Desde los más altos poderes del estado surge el ejemplo delictual que llega a todos los sustratos de nuestra población.

Ya nada nos sorprende. La corrupción y la atrocidad del diario vivir forman parte de cada uno de nosotros.

No ocurre lo mismo en otros verdaderos países, con ciudadanos de pueblos que son orgullosos de su patria. Hoy nos miran como una tierra de nadie.

Poco resta que nos conviertan en un lazareto el que una vez depurado, será ocupado por quienes decidan instalarse en esta “geografía vacante” reiniciando el continuo proceso de masacre y reemplazo como una constante irreversible.

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