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El desafío de lidiar con la propia herencia

Sabado, 21 de septiembre de 2013 03:05
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La presidenta Cristina Fernández deberá afrontar a partir del 10 de diciembre los últimos dos años de mandato con desafíos mayúsculos, con eje en la necesidad de inversiones en el sector energético, un esquema de subsidios en el que desbordan las inconsistencias, una pérdida de reservas que continúa a pesar del cepo cambiario y una inflación persistente.

La jefa de Estado conoce los desafíos y por eso quiere contar con las mayores herramientas a mano para enfrentarlos, lo cual explica su reclamo para que el Presupuesto se apruebe en tiempo y forma en el Congreso.
A partir del 10 de diciembre, el oficialismo seguirá siendo primera minoría en el Parlamento, pero emergerá más débil de las elecciones de octubre, si se ratifican los resultados de las primarias.

Además, Cristina deberá empezar a lidiar con el ‘síndrome de pato rengo‘, el fenómeno de pérdida de poder que ocurre a los gobiernos en los últimos tiempos de su mandato, cuando ya no les es posible reelegir.

En esta última etapa, el cristinismo buscará mostrar que la estabilidad económica está asegurada, y para ello deberá seguir emitiendo pesos sin miramientos como lo ha hecho hasta ahora para mantener caliente la demanda. Es por eso que se vienen cambios en el Banco Central, donde La Cámpora pasará a tener al menos dos integrantes en el directorio, uno de los cuales será la economista Paula Español, segunda candidata a senadora porteña por el FPV, sin chances de entrar a la Cámara alta. Español irá al Central con el objetivo de controlar más de cerca los pasos de la presidenta, Mercedes Marcó del Pont, y tal vez en algún momento, sucederla.

Cristina no parece dispuesta a ceder casilleros de poder a menos que la realidad se los arrebate. Es el caso del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, procesado por la Justicia, quien solo corre riesgo de tener que irse en caso de que la Cámara termine ratificando el fallo de primera instancia, y tal ni siquiera en esa circunstancia.

Es muy probable, además, que la Presidenta busque patear para el próximo gobierno deudas en dólares que la obligarían a liquidar casi todas las reservas en caso de pretender cancelarlas. Una es la que se mantiene con el Club de París, que con intereses ya ronda los 10.000 millones de dólares, cuando las reservas declaradas rondan los 35.000 millones. La otra pelea es con los fondos buitre, que reclaman cerca de 20.000 millones de dólares entre capital e intereses. Solo esas deudas harían desaparecer las reservas del Banco Central, que cayeron en unos 15.000 millones en los últimos años como consecuencia de la fuga de capitales.

Aún con este escenario complejo, hay especialistas que alertan que lo más preocupante es la ‘deuda interna‘. Cuando se le pagó al FMI, la plata la puso el Central, y cuando se salden los bonos que vencen en estos meses para cumplir con el pago de la deuda, los fondos saldrán de nuevo de las reservas. Según cálculos de consultoras, el Tesoro le adeuda al Banco Central casi 75.000 millones de dólares. Los otros casos son la Anses, el PAMI y el Banco Nación, que poseen en sus carteras bonos del Fisco que en algún momento se deberán afrontar. Un tema que tal vez quede para el próximo gobierno es la deuda que reclaman Córdoba y Santa Fe.

Todo ese paquete de fondos abre interrogantes sobre la capacidad de financiamiento de un país al que le cerraron el grifo de créditos desde el exterior desde el default del 2001.

Una de las preguntas que sobrevuela el mercado es qué hará la presidenta con el mercado cambiario. Parece estar convencida de que una brecha superior al 60 por ciento se puede mantener en los dos años que le quedarán de mandato. Sin embargo, los especialistas advierten que eso es imposible y está provocando un daño severo a los fundamentos de la economía. El propio viceministro de Economía, Axel Kicillof, sería partidario de un desdoblamiento del mercado cambiario, que mantenga el dólar oficial para las exportaciones y fije un dólar alto para rubros como turismo, autos e importaciones de ciertos bienes, al cual se pueda acceder.

Para la Presidenta sería tragarse un sapo: todo indica que optará por mantener a flote el barco en aguas turbulentas y dejarle el iceberg a quien le toque asumir la responsabilidad de timonear un posible Titanic.

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