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El pequeño tiene dos años y se llama Alexánder. Es un nombre que en Talapampa resulta tan llamativo como las obras que allí se ejecutaron para extender la red de Aguas del Norte (Cosaysa) hasta el haras donde el coordinador general de Tierras y Bienes de la Provincia, Sergio Usandivaras, cría caballos Peruano de Paso.
El kilómetro de cañería, justamente, empezó a instalarse en la esquina de la casa que Alexánder habita con su joven mamá y otros miembros de una cuantiosa familia encabezada por “Pancho” Vázquez.
El gaucho señero de la zona y su descendencia viven sobre la misma ruta 68, a 500 metros al sur de la Hostería de Talapampa, pero, al igual que otros vecinos, nunca tuvieron acceso a la red de agua del pueblo. Por eso grande fue su desilusión al ver que la obra de ampliación se había ejecutado, semanas atrás, para beneficio exclusivo del funcionario provincial de Tierra y Hábitat.
En la espera
El agua segura sigue siendo para esas familias salteñas un derecho humano negado. Esta es la historia de esos olvidados. La historia que un equipo periodístico recogió en ese pueblo vallisto, camino a Cafayate, el jueves 2 de enero.
Aquella tarde, molesto con la presencia de los trabajadores de prensa que tomaban imágenes desde un camino vecinal que colinda con sus tierras, el impetuoso funcionario salió de su finca al galope y acometió contra los reporteros. No conforme, con una llamada movilizó policías en un intento fallido por trabar el informe periodístico.
En tanto, hace décadas, Sirila Serrano, Ramón Guanca, Marcos Gutiérrez, José Yapura, entre otros lugareños, anhelan tener suministro de agua en sus casas. Esperan alguna vez tener que dejar de recorrer largas distancias o pagar una tasa cuando los socorre un camión cisterna que los abastece del recurso vital.
Medio siglo sin agua
Sirila Serrano es una viuda de 71 años. Vive desde 1964 en las cercanías de la finca donde Sergio Usandivaras cría caballos Peruano de Paso con agua de la red de Talapampa. Sirila no tiene esa suerte. Ella pena desde hace medio siglo, cuando se casó joven, con los esporádicos suministros que la Municipalidad de La Viña les hace llegar a ella y a otras familias de la zona con un camión cisterna.
Los problemas
En la época de lluvias el camino vecinal del paraje Las Lechuzas se vuelve intransitable. A veces, ni el viejo tractor ayuda a campear los barriales y, entonces, los bidones de 20 litros van y vuelven del pueblo, como los santos sobre los hombros de los fieles peregrinos, en verdaderas procesiones de sed.
La soledad de Ramón
Ramón Guanca tiene 70 años, una hija y dos nietas. El vive en Talapampa y ellas, en El Carril, donde el agua de red es menos mezquina y la vida mucho más llevadera.
La casa que el veterano agricultor comparte con su soledad está a solo 300 metros de la ruta 68, el camino nacional que atraviesa el pueblo.
Horas por agua
Esa cercanía, no obstante, encierra grandes paradojas. Ramón debe caminar tres kilómetros para conseguir agua potable. Las reservas no alcanzan para el flaco perro mestizo y los tres caballos criollos que lo acompañan en las tareas de campo. Esos nobles animales beben de una turbia acequia que nace el río Guachipas, en los valles de Salta.