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Cuando el mundo se alarmó por los recurrentes brotes de violencia en buena parte de Brasil, a poco más de 20 días del inicio del Campeonato Mundial de Fútbol, la presidente Dilma Rousseff se vio obligada a garantizar la seguridad de las 32 selecciones que participarán en el torneo, lo mismo que de los miembros de la FIFA, informaron medios locales.
“Garantizo que ningún miembro de la FIFA o de las selecciones extranjeras será importunado”, afirmó la mandataria la noche del jueves en una cena con periodistas deportivos.
Rousseff consideró que las autoridades brasileñas aprendieron “mucho” con la experiencia de la Copa Confederaciones de 2013, cuando se registraron protestas multitudinarias en todo el país en demanda de mejores servicios públicos y una reforma política amplia.
Asimismo, admitió que el año pasado hubo excesos de ambas partes, tanto de los manifestantes como de la represión policial de las protestas.
No obstante, consideró que durante el Mundial, que comienza el próximo 12 de junio, no habrá disturbios porque los manifestantes se portarán “de forma diferente” ya que, según ella, “la opinión pública es contraria a la violencia” y a los actos de vandalismo.
Es que el jueves Brasil vivió una nueva jornada de protestas en una decena de ciudades contra los altos gastos del Mundial y en demanda de mejores servicios sociales, que derivaron en enfrentamientos puntuales con la policía en Sao Paulo.
A diferencia del año pasado, cuando las manifestaciones fueron espontáneas, sin que fueran convocadas por grupos políticos u organizaciones sociales, las protestas de anteayer sí fueron organizadas por el movimiento de los sin techo y los trabajadores sin tierra y por grupos contrarios al Mundial.
Lo que llama la atención en un país que respira fútbol y tiene la mayor cantidad de campeonatos mundiales ganados, es que hasta un 55% de los ciudadanos consultados están en contra de su concreción en el país y un porcentaje similar apuesta a que su selección nacional pierda pronto.
Muertos y detenidos en Recife
La huelga de la Policía Militar (PM) y el cuerpo de Bomberos de Recife, una de las doce sedes del Mundial de fútbol de Brasil, terminó anteanoche tras 24 horas en las que se vivió una ola de robos y saqueos que dejaron al menos 234 detenidos y una decena de muertos, según fuentes policiales.
Tras la asamblea realizada frente al palacio de gobierno en Recife, policías y bomberos decidieron poner fin a la huelga que había sido declarada ilegal, pese a que no todos los miembros se mostraron de acuerdo, según informó la prensa local ayer.
Los desórdenes en esa ciudad nororiental, capital del estado de Pernambuco, comenzaron al caer la noche del miércoles y se prolongaron durante la madrugada, con ataques de decenas de personas a comercios y camiones que transportaban alimentos. La Policía Civil informó que las personas fueron detenidas por delitos de robos, hurtos, tenencia ilegal de armas de fuego o asalto de propiedad privada. El gobernador JoÆo Lyra Neto pidió refuerzos de la Fuerza Nacional de Seguridad a fin de garantizar el orden en las calles.
Horas después, los funcionarios decidieron poner fin al paro. La Confederación Brasileña de Fútbol había cancelado dos encuentros de la liga brasileña programados para este fin de semana en Recife por falta de seguridad.