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5 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Vida y obra de Abraham G. Werner

Lunes, 19 de mayo de 2014 01:57
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Aún cuando resulta un auténtico desconocido para las generaciones actuales, la vida y obra de Abraham Gottlob Werner (1750-1817) constituye una piedra basal para la ciencia argentina. Resulta raro ya que nunca se movió de su región de origen, esto es Sajonia en la actual Alemania. Sin embargo sus ideas, su influencia en el pensamiento de grandes sabios de su tiempo, su dogmatismo y sus dotes de educador marcaron a fuego a las ciencias de la Tierra durante un largo tiempo.

Werner nació el 25 de septiembre de 1750 en Wehrau, dentro de la actual Polonia. Desde pequeño estuvo involucrado en cuestiones mineras y metalúrgicas gracias al trabajo de su padre a cargo de las fundiciones de hierro de la ciudad. Comenzó sus estudios en Freiberg y luego pasó a estudiar leyes en la Universidad de Leipzig, abandonando dos años después, sin graduarse.

Su pasión por los minerales y su talento para reconocerlos, diferenciarlos y clasificarlos, llevaron a que fuera recomendado para hacerse cargo del Museo Mineralógico de Freiberg. Siguiendo los pasos de su viejo antecesor Georgius Agricola (1494-1555), considerado el padre de la mineralogía, se dedicó a clasificar los minerales conocidos de acuerdo con su forma cristalina, sus propiedades físicas y especialmente aquellas en la que entran a jugar los sentidos (color, peso, brillo, tacto, gusto). Su primer trabajo es “De las características externas de los fósiles” (1774), donde fósiles es igual a minerales en el sentido antiguo. En esta primera edición llegó a clasificar 183 contra los 87 de Agricola, y en ediciones posteriores llegó hasta 317 especies. Ocho de ellas fueron nuevas para la ciencia y descriptas por él, entre ellas el grafito. Creó una rama de la mineralogía para la identificación de las especies minerales a la que llamó Orictognosia. Sus teorizaciones sobre la evolución del planeta Tierra le trajeron grandes reconocimientos. Fue el creador de la ciencia de la geognosia, un equivalente a la actual geología, que buscaba explicar el origen de la costra terráquea. Para ello partió de un principio simple según el cual todas las rocas habían precipitado en agua, una reminiscencia a Tales en la antigua Grecia. Según él hubo un océano primitivo universal en el cual decantaron sucesivamente distintos tipos de rocas. Las más antiguas o primitivas eran los granitos y otras rocas cristalinas carentes de fósiles. A continuación venían rocas pizarrosas que contenían restos de peces fósiles. Más tarde se habrían depositado calizas y sales. Finalmente el océano se habría retirado a su posición actual dando lugar a que en los continentes se formaran terrenos aluvionales. La actividad volcánica tenía un rol menor y circunstancial en su esquema. Claro que este modelo de orden de los terrenos era apenas válido para la geología local de Freiberg y alrededores, pero no se cumplía en otros lugares de Europa y menos aún en otros continentes. De allí que cuando alguien criticaba su esquema, Werner negaba enfáticamente cualquier prueba que se aportara y dogmatizaba sobre la perfección de su modelo. Para Werner eran los otros los que se equivocaban, si es que acaso no encontraban el orden de las cosas que él había establecido. Dado que pensaba que todas las rocas se habían depositado en el agua incluidos los granitos y los basaltos y teniendo en cuenta que Neptuno es el dios del agua, a su corriente de pensamiento se le dio en llamar Neptunismo.

Mientras tanto su contemporáneo, el escocés James Hutton (1726-1797), planteaba ideas radicalmente diferentes en donde el rol central de la generación de las rocas estaba dado por el fuego. Sus ideas fueron bautizadas como plutonistas (plutonismo) por Plutón, el dios de las profundidades. La fuerte influencia religiosa de entonces hizo que las teorías de Werner, un deísta temperamental, sonaran más “religiosamente correctas”, dado que estaban en sintonía con el diluvio universal bíblico. Hutton y sus ideas plutonistas quedaron rezagadas hasta la llegada del inglés Sir Charles Lyell (1797-1875) quien definió las bases de la geología moderna en la década de 1830. De todos modos nada eclipsó la fama de Werner en su tiempo y Freiberg se convirtió en un faro que irradiaba sabiduría y la convertía en un centro de afluencia de estudiantes destacados de Europa. Entre ellos llegaría el joven alemán Alexander von Humboldt (1769-1859) que llegaría a ser una figura universal de la ciencia. Humboldt viajaría a América en 1799 invitado por su amigo y colega de Freiberg, el español Antonio Manuel del Río (1764-1849), descubridor del vanadio, y dictaría una conferencia pionera: Pasigrafía geológica. A través de Humboldt los conocimientos geológicos wernerianos recalaron en América, aún cuando pronto la naturaleza del continente lo convenció de que al menos el neptunismo de su maestro no parecía funcionar.

Fueron también discípulos de Werner los hermanos españoles D'Elhuyar (descubridores del wolframio o tungsteno); el mineralogista Friedrich Mohs, famoso por su tabla de dureza de los minerales; así como los escritores y filósofos románticos Gotthilf Heinrich von Schubert (1780-1860), Henrik Steffens (1773 - 1845), y Friedrich von Hardenberg, conocido como “Novalis” (1772-

1801). El hombre más grande de las letras alemanas Johann W. Goethe (1749-1832), era un neptunista convencido y seguidor de las líneas de pensamiento de Werner. El hidróxido de hierro goethita fue bautizado en su honor por Lenz en 1806. A la muerte de Werner en Dresden el 30 de junio de 1817, Freiberg tenía un bien ganado prestigio internacional con su famosa Bergakademie.

Hacia fines de la década de 1860, el presidente Domingo F. Sarmiento comisionó al Dr. Carlos G. Burmeister a viajar a Europa y contratar allí a los mejores profesores para la recién creada Academia Nacional de Ciencias de Córdoba. Como no podía ser de otra manera, una escala obligada era Freiberg. Allí Burmeister contrató a Alfred Stelzner (1840-1895), brillante discípulo del maestro Carl Bernhard von Cotta (1808-1879), y lo convenció de cruzar el océano y hacerse cargo de la enseñanza y la investigación de las ciencias geológicas de Argentina. Stelzner, imbuido de un espíritu académico prusiano, hizo largos viajes por el centro y noroeste del país, organizó museos, describió numerosas rocas y minerales, publicó extensos trabajos y regresó a Alemania luego de tres prolíficos años. Su labor le valió ser reconocido como el “Padre de la Geología Argentina”. Detrás de él llegaría Ludwig Brackebusch y toda una pléyade de alemanes que pusieron la piedra basal a muchas de las ramas de las ciencias exactas, físicas y naturales (véase: Alonso, R.N., 2010. Breve Historia de la Geología de América Latina. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-04-0, 120 p. Salta). Aún cuando no debemos descuidar los aportes de sabios legendarios como Darwin y D'Orbigny; ni de los italianos de la década de 1860 (Pellegrino Strobel, Juan Ramorino); ni tampoco de los franceses que fueron contratados por Urquiza (De Moussy, Du Gratty, Bravard); lo cierto es que las ciencias geológicas hunden sus raíces en Freiberg y en la fama mundial que le diera aquel gran sabio sajón, considerado además el “Padre de la Geología Alemana”.

 

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