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El cine tiene la cualidad de reavivar historias. Por lo general, la versión audiovisual abreva de relatos que ya habían quedado enmudecidos y empolvados en cajones o en los altos estantes de las bibliotecas. Evidentemente, la literatura siempre es buena fuente. Eso lo constató una vez más el realizador salteño José Issa, que llevó a cortometraje un cuento de su comprovinciano José Juan Botelli. El autor, más conocido en el ambiente artístico -pasado por el tamiz de los afectos- como “el Coco”, fue un exponente de la edad de oro del folclore salteño, lúcido representante de aquella Salta que quedó atesorada en los libros y en la memoria por su rico caudal de artistas: escritores, músicos y pintores. Así, por separado, o todo al mismo tiempo, como era el caso de Botelli, que tenía varios libros publicados, varios cuadros pintados y composiciones inmortales, como la “La Felipe Varela” (zamba).
José Issa rebautizó con el nombre “Responso para un hombre de agallas” al cuento que el Coco Botelli tituló “El suicida”. El cortometraje se proyectará por primera vez en Salta hoy, a las 21, en la Sala Auditorio de Swiss Medical (España 943), con entrada gratuita.
El director salteño había empezado a rodar este filme hace alrededor de cinco años, pero pudo concluirlo recién ahora, con el respaldo del Fondo Ciudadano de Desarrollo Cultural 2013. El corto de Issa tendrá dos “teloneros”: “Grabación de un cuento de Mario Benedetti”, filme de su autoría con la actuación de Marcelo Cioffi, Daniel Chacón y Cástulo Guerra. Y “Tolaba”, primer capítulo de la serie “Los Anillos de Newton”, que se emitió el año pasado por la Televisión Pública, con la actuación de Marcelo Cioffi y Adrián Abonizio, entre otros.
Contanos brevemente de qué trata el cuento “El suicida” del Coco Botelli.
Al cuento de Botelli lo encontré en una vieja antología suya, que él en persona me regaló una vez. El cuento narra la vida de un hombre signado por la desgracia, con una mala suerte poderosa que hace de su vida un calvario cotidiano. Como último recurso, el personaje finge estar muerto. Es decir que un día decide no abrir los ojos, pretender que ya no pertenece a este sistema. Lo curioso es que lo velan en su propio patio, hasta que un amigo advierte que el personaje está fingiendo su muerte.
¿En qué sentidos le imprimiste tu mirada de cineasta al relato literario?
Es una versión libre, provista de otros condimentos y giros. Por ejemplo, el cortometraje tiene un correlato anclado en la idea del derecho sustancial a no pertenecer. Del derecho del individuo a evadirse, a volatilizarse. Digamos que detrás de todo lo irreal del cuento y el tono pícaro impuesto por Botelli, hay un rescate metafórico que encuentra en el ansia del protagonista una resolución de tintes tragicómicos.
A todo esto yo lo conecté a una actividad deportiva muy curiosa que es el “apneísmo” o “profundismo”. Básicamente, es una proeza que realizan algunos buzos buscando controlar su respiración sin asistencia de tubos de oxígenos ni más recurso que su templanza. De esta manera compiten y rompen récords de profundidad y permanencia en el mar. Se preparan toda la vida para ello. Lo llamativo es que en ocasiones la falta de oxigeno provoca alucinaciones al estilo de un delirium tremens. Me gustó la experiencia porque creo que yo mismo estoy buscando otra cosa con este trabajo audiovisual.
¿Por qué te atrapó ese cuento de Botelli?
Me gustó por varios motivos. Por un lado, conserva colores que generan una atmósfera norteña, y por otro, es un cuento que va hacia lo universal. Se diría que es un relato de índole fantástica que no pretende definir una determinada cultura o tradición. El quid de la cuestión es, más bien, de orden ontológico o existencial. Porque además, el Coco Botelli sabia pintar el mundo desde dentro de su casa.
¿Charlaste con el Coco antes de encarar el proyecto? ¿Qué decía él?
Ni se acordaba del cuento por el título. Es una maravilla, porque claro, un tipo que genera una producción diaria de material artístico (pinturas, partituras, libros enteros...) necesita un fichero enorme para encontrar sus propias obras. Claro que apenas se lo fui narrando, inmediatamente se acordó y se entusiasmo con la idea. Era un apasionado, siempre envuelto en cierta atmósfera de calma. La suya era una tranquilidad muy constructiva. Tanto es así que filmamos en su propia casa una escenita que cuenta con su participación como actor.
Tengo entendido que el Coco no pudo ver tu trabajo terminado, ¿verdad?
Lo que sucedió con este corto fue que, en el momento en que inicié el rodaje, el presupuesto no alcanzó y la cosa quedó trunca. En medio murió Botelli. Y el año pasado el proyecto fue seleccionado por el Fondo Ciudadano para el Desarrollo Cultural. A partir de esto finalmente pudo ver la luz. Lo lindo es ver cómo esta mixtura de la creación literaria traducida al arte audiovisual une dos generaciones. Así que toda esta historia, la de adentro y la de afuera, está impregnada por esa magia que permite relativizar el tiempo y el escenario.
¿Quiénes más participan del cortometraje?
Gente fabulosa. En Salta pululan las nuevas productoras audiovisuales. Se está haciendo mucho cine y pareciera que viene una gran ola de producciones. Hay mucha gente preparada que se capacita a diario. Puedo afirmar que hay películas hechas por colegas que pueden pelear cabeza a cabeza con grandes producciones internacionales. Y eso se debe a que estos creadores tienen una idea clara, sensible y creativa. Estaría bueno que ese potencial sea más reconocido.
Desde el área técnica trabajé en esta ocasión con la productora EPA, y hay una lista larga de técnicos y artistas detrás de cámara. En lo actoral, me di el gusto de contar con Rodolfo Cejas, Pascual Calabrece, Marcelo Cioffi, Daniel Chacón, Pablo Dragone, Javier Flores y, claro, el Coco Botelli.
¿En qué otro proyecto estás trabajando?
Te lo resumo en una palabra: Güemes.