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Tras el zurdazo de oro que le valió la agónica victoria a la Argentina ante Irán en tiempo de descuento, el jugador más desequilibrante de la albiceleste hizo hincapié en la vehemente predisposición defensiva de los asiáticos como para justificar el pobrísimo desempeño colectivo del equipo de Alejandro Sabella.
“Fue un partido que nos costó mucho, ellos se encerraron bien atrás, nos costó encontrar los espacios y también sufrimos mucho el calor”, se excusó Messi por el costoso triunfo ante el seleccionado asiático.
“En el primer tiempo creamos muchas situaciones y no las pudimos convertir, pero por suerte pudimos ganar sobre el final cuando estábamos todos arriba buscando el gol. Lo más importante es que pudimos ganar y eso nos da tranquilidad”, apuntó la Pulga en conferencia de prensa, para luego añadir. “El empate nos complicaba porque íbamos a tener que ir con la presión de ganar el último partido con Nigeria, que va a ser difícil. Con el correr de los partidos vamos a mejorar. Es difícil jugar cuando se te cierran atrás. Tenemos que corregir errores, somos los primeros en saber que no estamos consiguiendo lo que buscamos en cuanto al juego”, concluyó.
Para variar, volvió a vomitar en el campo
Si bien los médicos que tratan su afección y sus familiares se encargan de minimizar los vómitos que suele experimentar Messi en la cancha, la Pulga volvió a vomitar en el campo de juego: a los 14’ del primer tiempo ante Irán debió acudir al banco de suplentes para beber agua y quitarse la sensación de malestar estomacal.
Al conmemorarse el 28º aniversario del gol sublime de Diego Maradona ante los ingleses, Messi homenajeó al Pelusa con un arresto individual impecable y necesario en el último suspiro que nos terminó otorgando el pase a octavos con angustia. Y todos imploramos que esa magistral zurda siga haciéndonos temblar de emoción y adrenalina, como alguna vez lo hizo “aquella otra”. Pero los argentinos nos encontramos ante una terrible disyuntiva: celebramos con beneplácito que el “10” esté de nuestro lado, que sea nuestro patrimonio más valioso y que nadie nos lo pueda quitar. Pero también sufrimos el contraste de saber que los que deben aparecer para oxigenar a aquel niño mimado, para abastecerlo y respaldarlo, no aparezcan, salvo algunas excepciones (los refrescos que brindaron en ataque los ingresos de Lavezzi y Palacio ante la apatía y la falta de ingenio para soltarse de Agüero e Higuaín; más las manos de Sergio Romero).
Hoy es nuestro contrasentido: gozamos con Messi y sufrimos con Messi y su soledad, en intervalos regulares de un partido. Argentina llegó a octavos sólo por sus arrestos individuales -colaboración del Pipa mediante en la pared del segundo gol a Bosnia- pero sin la solidez colectiva que se reclama. Ahora rogamos que los espacios para los que saben aparezcan ante rivales de mayor fuste que no hagan la gran “Irán”: meter todo un equipo atrás en 90 minutos.