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El código “fair play” o “juego limpio” de la FIFA abraza todos los principios deportivos, morales y éticos, pero a veces deja muchas dudas con respecto a la ética y moralidad de algunos jugadores, que, como cualquier deportista busca el triunfo. Sería absurdo competir para perder.
Pero en el universo del fútbol el “fair play” se usa en los jugadores, como el reciente y repudiable caso del uruguayo Luis Suárez, quien mordió deliberadamente al italiano Chiellini y terminó fuera del Mundial y multado tanto en el aspecto deportivo como económico. A la larga, la estupidez de Suárez repercutió en su equipo, que también sacó los pasajes a casa luego de caer indiscutiblemente frente a Colombia, del argentino José Pekerman.
Pero ayer hubo otro equipo del nuevo continente que se enfrentó a una derrota polémica.
Cuando Holanda y México empatan y se moría el partido, una viveza del holandés Robben terminó favoreciéndolos con el penal que selló la caída mexicana. No fue penal. El portugués Proenca se tragó el anzuelo y perjudicó a toda una nación.
Se espera para hoy, que por cierta “amistad especulativa”, el estadounidense Mark Geiger no tenga preferencia entre Francia y Nigeria.
De todos modos, la Argentina, pensando en Suiza y Blatter, ya practicó penales.