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La cuenta regresiva ya comenzó. Atrás quedaron los amistosos, los temores por la “mundialitis” y la pandemia de lesiones. Llegó la hora de actuar para aquellos 23 gladiadores tocados por la varita; y de soñar, para el resto de los mortales. La Selección argentina, comandada por Alejandro Sabella y su cuerpo técnico y con Lionel Messi como estandarte, referente y depositario de las mayores esperanzas e idolatrías, partirá esta tarde en un vuelo charter rumbo a la ciudad brasileña de Belo Horizonte, donde el elenco albiceleste armará su búnker durante toda su estadía en el suelo brasileño.
La Argentina partirá a las 16 en un avión ploteado y acondicionado para la gran ocasión. Los jugadores fueron citados a las 9 en el predio de la AFA, en Ezeiza, para cumplir desde las 10.30 con el último entrenamiento en nuestro país, luego de gozar del último día de licencia.
Tras el almuerzo, la delegación albiceleste quedará lista para dirigirse al aeropuerto internacional; allí recibirá el último aliento de los fanáticos.
Los hinchas fueron convocados a las 14 para saludar el paso de los jugadores al costado de la autopista que conduce a la estación aérea. Se prevé un multitudinario banderazo de apoyo de cientos de argentinos en la despedida, en la que el pedido será unánime: volver a conquistar aquel preciado trofeo dorado de altísimo valor emocional, como en el 86.
POR MARIANO FRADEJAS
Para muchos, fanáticos y optimistas; este es el año. Cábalas, numerologías y presagios de diferentes corrientes nos empujan a esa creencia. Para otros, los memoriosos, los heridos, los escépticos, los que tienen el alma llagada de tantas finales ajenas y gloria foránea, persiste el miedo a ilusionarse, como si se tratara de una mala experiencia amorosa. Es que casi tres décadas de frustraciones y 24 años sin pasar la karmática barrera de los cuartos de final marcaron a fuego esta idílica y conflictiva relación de tantos años, entre la Selección y el futbolero medio argentino.
El debilitado sentido de pertenencia e identificación y el anémico contagio de los últimos años no son casuales, pero siempre hay razones que nos permiten volver a creer cada cuatro años: las individualidades, la historia, la chapa, el escenario. Lo que sea. Y la ilusión de un pueblo se transforma en un derecho inalienable.