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5 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Para ahorrar en frutas y verduras, cada vez más salteños eligen mayoristas

Sabado, 26 de julio de 2014 01:30
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Algo está cambiando entre los que buscan mejores precios. Muchos encuentran conveniente comprar en los mercados y ferias. Los consumidores están optando por vivir la experiencia de adquirir frutas y verduras en los sectores mayoristas, antes de volverlas a encontrar en las verdulerías de los barrios. Para constatarlo, El Tribuno visitó la Cooperativa Cofruthos (Cooperativa de Provisión y Servicios de Productores y Comerciantes de Frutas, Hortalizas y Afines de Salta Limitada), el único mercado mayorista habilitado y con la potestad para ser formador de precios, según la Municipalidad de Salta. Casi 1.000 personas trabajan en el galpón ubicado entre las avenidas Paraguay y Miguel Ragone. Quienes buscan los mejores precios o primerísima calidad deben recorrer 314 puestos de venta, que pertenecen a 213 asociados. Se calcula que la concurrencia no es menor: más de 2.500 personas asisten diariamente.
Caminando por los pasillos de Cofruthos se sale al encuentro de la dinámica de la descarga de los camiones y el paso apurado de changarines. Pero cada vez se vuelve más común el tránsito cansino de familias y amas de casa, que con sus carritos y bolsas a cuadrillé, regatean con los puesteros y enfrentan la inflación a puro ingenio.
Son muchos los que llegan con el bolsillo despoblado, pero se van con la satisfacción de haber hecho una compra inteligente. Norma Aguilera (57) vive en Villa Santa Anita y da viandas de lunes a sábados a albañiles que trabajan en la zona sur. Tiene que cocinar para más de treinta personas y vende el menú del día a $24. Para ella constituye un propósito diario evitar un gasto o consumo mayor del necesario. Así garantiza que su actividad siga siendo rentable. El Tribuno la halló comprando zanahoria, zapallo, tomate, choclo y papa. Contó que iba a ofrecerles a sus clientes sopa y de plato principal ensalada rusa con lampreado. "Me conviene venir a aquí antes que comprar en los almacenes del barrio. Allá me cobran $7 el kilo de zanahorias y acá el atado, que pesa más o menos un kilo y medio, vale $10", especifica. Su marido la lleva y la trae en auto, para evitarle la incomodidad de transportarse en colectivo o pagar un taxi. Agrega que si bien el Cofruthos también ofrece mercadería de almacén, se provee de fiambres en el centro de la ciudad. "Hay que buscar la economía. Ir detrás de los precios", define y dice orgullosa que su factura culinaria es muy elogiada y que esto le da ánimos de encarar la recorrida semanal por el mercado. "Algunos de los muchachos era muy delgaditos y ahora están gordos", ríe y apunta que sus especialidades son el guiso de triguillo con frangollo y estofado.
La comodidad de encontrar oferta y variedad atrae cada semana a Sergio Aguilar (48) y su señora, quienes viven en la ruta 52 km 3, zona de la Estación Alvarado. "El lema mío es comprar para la semana porque allá no hay absolutamente nada. Sí o sí tengo que ir a los barrios Intersindical o El Tribuno y en el barrio un kilo de tomate vale $10 y acá a $5. Los precios varían y bastante", explica. Felipa Martínez y su hija Dalma Gerónimo estaban haciendo una recorrida completa y a las 10 de la mañana ya cargaban con varias bolsas. Ellas sí aprovechaban las opciones de carnicería y panadería. "Suelo comprar carne para tres o cuatro días y la pongo en el congelador para no estar yendo y volviendo", cuenta, porque ellas sí se manejan en el transporte público de pasajeros.
"En relación con las carnicerías del barrio los precios están mucho más baratos aquí. Hoy con $114 llevo puchero cortado, picada, medio de blando común y costilla", detalla. Con esta carne elaborará el almuerzo para seis personas durante cuatro días. También había adquirido a $3 el kilo de zapallo, que usará para hacer guiso y estofado. Sin embargo, como toda ama de casa que se precie de serlo, su fidelidad a un comercio no es extrema.
"Tengo la costumbre de ir a los súper por las ofertas de carne, por ejemplo, los miércoles en Vea, porque tengo cinco hijos y una sobrina que vive conmigo. Alquilo y tengo que buscar precios", argumenta. En su bolsa asomaban unos tres kilos de pan y unos dos de tortillas. "El pan acá está igual que en el barrio, salvo que acá es más grande", cuenta.
Macarena Caruso llevaba de la mano a un hijo pequeño y compraba con su hermana al por mayor. Dijo a El Tribuno que cada veinte o quince días vienen entre dos o tres familiares a llevar verduras, frutas y huevos. "Tengo cuatro hijos y viniendo aquí, por lo menos en la suma total se hace la diferencia. Con algunos productos más y con otros menos", reflexionó.

De engaños callejeros y carros truchos

A Rubén la sobrevivencia de su rubro lo obliga a apuntar contra los "carritos", esos cuyas balanzas, conductas y antecedentes inspiran sospecha y desconfianza. Él advierte que no hay que dejarse engañar porque si algo sale demasiado barato... seguramente también contiene mucho descarte. El producto emblemático de las malas experiencias son las frutillas. Rubén observa que si en Cofruthos el cajón de frutillas vale $140 a $150 y algún puestero lo ofrece a $120 "es porque tiene muchas frutillas chiquitas abajo o blancas, que están heladas y no se van a vender. O a veces están maduras de un lado y del otro blancas". Finalmente se pregunta por qué la gente compra las bandejas en los súper o lleva fruta de los carritos. "De movida esos dos kilos son en realidad un kilo trescientos gramos. Ellos no te dejan elegir y te dicen 'tomá mamita, que va con yapa'. Acá hay puestos famosos que les preparan la mercadería a los carreros. Claro que un verdulero de barrio como yo jamás iría ahí a comprar", asegura el Medina.

Nada se escapa al ojo entrenado

Para adquirir buenas frutas y verduras hay que saber elegirlas y no es una tarea tan sencilla, aunque sí fundamental para dejar las comidas más sabrosas. Pero los beneficios no se agotan en un plato humeante y de buen aspecto. Los nutricionistas advierten que los alimentos frescos y maduros tienen más nutrientes y protegen al organismo de enfermedades. Quienes menos se rinden ante una miscelánea engañosa de colores, a veces sospechosamente presentada, son los verduleros de los barrios. Desde 2000, cuando quedó sin trabajo, Rubén Medina (60) se puso una verdulería en el barrio Intersindical. "Todos los días hay que reponer algo, muy poco en relación con otras épocas. Antes la reposición era diaria y hoy la hacemos cada dos días porque se vende menos", lamentó. Además detalló cómo la crisis fue entrando subrepticiamente en su mundo de cajones apilados. "Hoy nadie compra una docena de mandarinas. Piden dos naranjas, dos manzanas, dos bananas y tres mandarinas, a pesar de que la mandarina sigue siendo lo más barato. La gente trata de llevar fruta para la casa con $10 o $15", relata el verdulero.
Debido a esto, la suya también es una actividad en trance: "Nosotros mismos veníamos aquí y con $1.000 llevábamos varios bultos. Hoy una bolsa de papa cuesta $110 o $120 y un cajón de buena manzana anda pisando los $200", ejemplifica. Aunque contravenga con sus políticas de comerciante, él recomienda generosamente a los consumidores asociarse para acceder a los precios mayoristas. "Yo acabo de pagar $100 un cajón de mandarina que debe de tener 120 a 130 mandarinas. Y la gente lo puede llevar y repartírselo entre cuatro. A mí la mandarina me cuesta menos de $1 y en el barrio la vendo a $1. A veces tengo que terminar vendiendo la docena por $10 para recuperar, porque si no la puedo vender en un par de días hay que seguir descartando", detalla. De todas formas, Medina reconoce que el negocio de barrio jamás pierde su encanto de atención personalizada. "En el Inter a la gente no se le puede poner cinco kilos de papa en la bolsa como en otras zonas. Acá vienen y eligen. Me dicen 'dame tres papas parejitas porque es para hacer papas con queso'. Otros que buscan la papa más redondita para hacer papa rellena. Eso hace que se desperdicie mucho. Por ejemplo, a veces entra papa blanca con las puntas verdes y la gente dice que no se cuece y por eso no la lleva. Otra está picada, no podrida, pero tiene unos pocitos y ya no la quieren. Cuesta vender", especifica.

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